V

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Para Rasmus la caminata se había vuelto mucho más agradable en comparación al primer tramo de la mañana. El sol había vuelto a salir y mentalmente no pudo dejar de comparar su llegada con la presencia de Ayn a su lado mientras caminaba.

—¿Cual es tu color favorito? -preguntó Rasmus.

— Azul ¿Y el tuyo?

— Verde.

—¿Cual es tu apellido?

— Andersen -sonrió levemente.- Es extraño responder cosas tan básicas cómo estás...

Sujetó a Ayn, quien estaba mirando sobre sus pisadas, ignorando totalmente el gran tronco que podía derribarla.

—... cuidado ahí.

— Gracias -le sonrió con gentileza al notar el obstáculo.- estoy un poco distraída.

— En realidad esa es mi culpa, debería ayudarte en vez de hablar.

— Acabas de hacerlo...

Tomó su mano para impulsarse sobre el gran tronco y escalarlo. Rasmus miraba embobado a la chica y su tacto, actitud que ocultó al instante cuando la chica volvió a hablarle.

—...¿Vienes?

Se subió con agilidad y observó los alrededores desde un par de metros más elevados del suelo. No era mucho, pero la perspectiva era distinta.

—¿Cual es tu apellido Ayn? -se giró a observarla.

— Schröder -lo miró y sonrió.- extrañaba recordar cosas que son parte de uno, cosas básicas como gustos o nuestros apellidos. Es agradable volver a hacerlo.

— Lo es -afirmó Rasmus.

Volvió a mirar una última vez el bosque por el que ya habían caminado, aún no sabía cuanto faltaba pero esperaba poder conversar un poco más con la chica, el ambiente era agradable.

—¿Tú apellido de donde proviene? -aquello había llamado su atención.

— Alemania, allí vivo.

Ayn, quien también observaba el bosque, había comenzado a proyectar sobre el las imágenes de su tierra con la ayuda de su mente. Añorando muy en lo profundo que estás pudieran materializarse frente a ella.

— No entiendo -comentó confuso.- ¿Eres de allá pero vives aquí?

— Mi familia materna proviene de Escandinavia, nuestro lado paterno era Alemán -respiró profundamente antes de continuar.- veníamos a ver a mis abuelos todos los años, sin falta. Nos encontrábamos acá cuando comenzó la lluvia.

Los ojos verdes de Ayn se opacaron ante una ola de recuerdos que inundó su mente. Se giró para volver a reiniciar la marcha.

— Sigamos Rasmus -comentó con suavidad.

— Espera -saltó primero y la esperó abajo con una sonrisa.- puedes saltar.

— No está tan alto -comentó divertida.

— Entonces te recibiré con más facilidad -la molestó.

— Estas loco.

—¿Te avergüenza que quiera ayudarte?

𝐅𝐨𝐫𝐞𝐬𝐤𝐞𝐥𝐭 [𝐑𝐚𝐬𝐦𝐮𝐬 𝐀𝐧𝐝𝐞𝐫𝐬𝐞𝐧]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora