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— Ese fue uno de los mejores platos que he comido. -señaló animadamente Hans.- Gracias por la comida Simone.

— No fue nada. -detrás de la sonrisa de la rubia se escondía un agudo sentimiento de culpabilidad ante lo que haría pronto.- me alegra que te gustara.

—¿Podrías considerar volverte nuestra cocinera? Me ofrecería como voluntario. -comentó con diversión el joven.

— No es mal ayudante. -concordó Beatrice.- pero jamás le permitas a Jean ayudarte, se lo comerá todo antes de que puedan empezar.

—¿Por que difaman mi imagen? -fingió estar ofendido.- No tienen pruebas de lo que dicen.

— Porque te la comes. -comentó con rapidez Ayn, provocando risas en la mesa.

Cuando las risas comenzaron a acallar, ya todos sabían lo que debían hacer. La gran mayoría se iría a dormir, pero otros deberían seguir un poco más de tiempo rondando y preparándose para el siguiente día.

—Pido la litera de arriba. -habló Beatrice.- y pido a Lea como compañera.

—¿Por que Trice siempre tiene el monopolio de nuestro ángel? -preguntó Hans.- no es justo.

— Tienes todo el día para coquetearle y acaparar su atención, si comienzas a reclamar ahora pueden malinterpretarse tus intenciones. -comentó Patrick.- Jean, yo que tu defiendo el honor de tu chica.

— Yo no soy chica de nadie. -lo interrumpió la mencionada.- y mientras ninguno de estos dos cabezas hueca decida ponerse los pantalones, Beatrice será la única con el monopolio de mi persona.

Más risas y expresiones de grata sorpresa ante las palabras de la chica inundaron el ambiente.

— Así se habla. -aplaudió Ayn desde su silla.

— Ya la escucharon. -se unió Martin.- aprendan a jugar o retírense.

— En ese caso este par fue descalificado hace años. -los molestó el chico de la gorra.- y con ese descaro me pides salir contigo Hans, al menos podrías pedirlo con un ramo de flores.

— Me disculpo por mi torpeza a la hora del cortejo. -Hans colocó una de sus manos sobre su pecho y se inclinó ante Lea y Patrick.- trabajaré en eso.

—¿Viste eso? -le preguntó Patrick a Lea.- no se que piensas tú pero es todo un caballero, yo ya lo perdoné.

—¡Eres muy blando! -comentó entre risas Lea.

—¡No puedo negarme a ese rostro! Solo míralo, su cara de chico bueno es imposible de resistir.

Mientras la mayoría seguía bromeando y riendo ante la escena, Ayn se acercó disimuladamente a Rasmus, quien estaba sentado a su lado disfrutando el fin de la velada.

— Y esto, Rasmus Andersen, es el grupo de idiotas de los que te comenté el día que nos conocimos. -susurró la pelirroja.

El rubio le sonrió con calidez, sintiendo como una nueva barrera se derribaba entre ellos. Finalmente podía evidenciar por su propia cuenta como era la dinámica normalmente entre ellos, y aunque aún sentía asperezas y aprensiones con varios del equipo, en aquel momento estas no existían, simplemente se comportaban como lo que eran, un grupo de jóvenes que pasa un buen rato.

— Y para demostrar que quiero volverme digno de ustedes, los escoltaré hasta sus habitaciones. -comentó Hans.- Bueno, en el caso de Lea. Patrick debe dormir en la sala. -lo molestó.

𝐅𝐨𝐫𝐞𝐬𝐤𝐞𝐥𝐭 [𝐑𝐚𝐬𝐦𝐮𝐬 𝐀𝐧𝐝𝐞𝐫𝐬𝐞𝐧]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora