Liam caminaba lo más rápido posible atravesando los escritorios con destreza, recibía y regresaba saludos con facilidad y elegancia. Todos pensaban que tenía mucha prisa, lo cual tendría sentido después de tantos meses que tomó de incapacidad, lo que nadie sabía era que él venía con el chico que intentaba alcanzar su paso, y que lo que él hacía era evitar su contacto, como si ignorara que al final entrarían juntos a su oficina como un pasillo sin salida en un laberinto.
Después de varios segundos, llegaron a su oficina, donde Liam se quitó el saco, tomó asiento y esperó a que llegara Brett.
– Caminas muy rápido– dijo el chico entrando al lugar– Creí que te perdería en el mar de gente que hay ahí afuera– sonrió apenado y cerró la puerta.
– Extrañaba mi oficina– se encogió de hombros revisando el ultimo periódico que siempre estaba en su oficina cuando llegaba, donde en primera plana estaba la noticia con el título– Siéntate, por favor– dijo sin mirarlo.
– Gracias– sonrió y caminó hasta donde estaba el escritorio, observó las sillas frente a Liam por un momento y siguió caminando hasta llegar al ojiazul.
– Allá hay unas sillas– al fin lo miró.
– Ya sé– se sentó en el escritorio– Siempre me ha gustado más sentarme en los escritorios– puso su pie justo en medio de las piernas de Liam, obligándolo a recorrerse hacia atrás.
– Ya veo– sonrió apretando los labios.
– Entonces, ¿me darás trabajo?– le dedicó una sonrisa coqueta.
– ¿Qué puesto buscas?– empujó su silla hacia atrás y se levanto, haciendo que el chico perdiera un poco el equilibrio– No sé si haya puestos disponibles– caminó hasta la ventana y miró hacia la calle sin poner mucha atención a nada en específico, hasta que algo atrapó su atención, un coche negro relativamente alargado para su corto tamaño estacionado justo en el café de enfrente, visto desde esa altura, podría ser cualquiera o podría ser uno muy peculiar– Un Lamborghini Veneno– habló de manera casi inaudible acercándose a la ventana lo más posible hasta empañarla con su respiración. No era como encontrar un coche de cualquier marca, el carro de Theo era el único en toda América, si ese coche estaba ahí, lo más probable es que Theo estuviera ahí, o al menos, alguien que supiera algo de él.
– ¿Qué puesto crees tener libre para mí?– pregunto Brett sacándolo de sus pensamientos– En esta empresa, cualquiera es bueno– acaricio su espalda hasta llegar a su abdomen y ahí lo abrazó– Míranos, seriamos una linda pareja– se dirigía al cristal observando su reflejo.
– Supongo que si– miraba al coche sin poder creerlo– Permíteme un momento, debo bajar a revisar algo– se alejó un poco hasta que lo soltó y dio media vuelta.
– Te acompaño– se puso frente a él evitando su paso.
– No– habló con fuerza mirándolo seriamente– No es necesario, espérame aquí– relajó el tono.
– Liam, espera– lo detuvo por la camisa obligándolo a detenerse.
– ¿Qué pasa?– sentía desesperación por salir de ahí y saber que estaba pasando.
– Necesito hacer algo– buscaba la mirada de Liam, quien sólo veía por la ventana.
– ¿Qué cosa?– estiraba el cuello verificando que el coche siguiera en el mismo lugar.
– Mírame– se paró obstruyendo su vista, era notablemente mas alto que Liam.
– ¿Qué pasa?– esta vez lo miró a los ojos.
– Me arreglé para ti y ni siquiera me has dicho lo si estoy guapo o no– cruzó los brazos.
– No necesitas que te diga lo guapo que estas, lo eres y lo sabes– quería cortar la conversación de tajo para salir de ahí.
– Sé que no somos nada, pero también sé que buscas algo, tanto como yo– lo miró con intensidad– Un poco de atención.
Brett se acercó lentamente hasta encontrar sus labios con los de Liam quien se encontraba en shock, ¿en realidad eso era lo que buscaba? ¿Un poco de atención era la solución?
Brett acarició el rostro del mas bajo y lo besó abriendo un poco la boca, y aunque no era un mal beso, Liam no sentía absolutamente nada con el. Miró de nuevo por la ventana y vio las luces de la alarma del coche encendiéndose, lo que significaba que estaban a punto de partir. Liam se separó rápidamente de Brett y salió corriendo de la oficina sin decir una palabra; corrió por todo el piso y abrió con fuerza la puerta donde se encontraban las escaleras de incendio. Bajó a toda velocidad tropezando un par de veces al no poder controlar sus piernas hasta llegar a la planta baja, donde volvió a abrir de golpe la puerta de las escaleras y salió corriendo hasta la calle. El coche se había ido.
Liam maldijo al aire y se agarró el cabello con desesperación.
– ¿Está todo bien, señor Dunbar?– preguntó el portero.
– El coche– lo miró con un rayo de esperanza en sus ojos– Había un Lamborghini estacionado justo en ese lugar– señaló el espacio vacío al otro lado de la calle– ¿Lo viste?– respiraba pesado intentando recuperarse de la carrera contra el tiempo que recién había perdido.
– ¿Un coche negro?– dijo mirando al espacio vacío.
– Si, ese– sus ojos brillaron de alegría– ¿Para dónde se fue?
– En aquella dirección, y en la esquina dobló a la izquierda hace menos de un minuto, pero señor, no estoy seguro de que haya sido un Lamborghini.
Ignoró el último comentario.
– ¿Dónde está mi coche?– sus ojos brillaban en una combinación de felicidad y desesperación.
– En el estacionamiento, señor Dunbar.
– Si baja el chico que entró conmigo dile que ya vuelvo.
Corrió con todas las fuerzas que sus piernas le permitieron, con la esperanza de encontrar el coche en el semáforo en rojo. Al llegar a la esquina, dobló a la izquierda y siguió corriendo, podía ver un coche lujoso color negro a dos avenidas, el cual si giraba a la izquierda era Theo, debido a que en esa dirección se encontraba su departamento, si continuaba derecho, era alguien más con el coche de Theo.
El semáforo cambió a verde y el coche aceleró, en efecto, siguió su camino, no dio vuelta en ninguna, incluso, hubo un momento en el que se desvaneció de la vista del ojiazul, quien se recargó en la pared intentando recuperar la respiración. Al parecer ese no era Theo, era alguien que usaba su coche, pero con el amor que tenía a ese automóvil, no podía imaginarse que le dejara a alguien que lo condujera, más bien lo dejaría pudrirse en su cochera.
Cuando su respiración se regularizó, volvió al edificio donde se encontraba Brett y cuando dio vuelta para tener visión de este, alcanzó a ver al chico volteando para todos lados hasta que sus miradas se cruzaron; Liam levantó el brazo trabajosamente y sonrío a modo de saludo, y no paró hasta llegar a su lado.
– ¿A dónde fuiste?– lo abrazó de manera protectora.
– Tenía que revisar algo– lo abrazó de vuelta, en ese momento realmente necesitaba un abrazo. ¿Era posible que se hubiera imaginado el coche?– ¿Subimos?
– Claro– lo acaricio con cuidado y caminaron juntos hacia el interior del edificio.
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Estocolmo [THIAM]
Novela JuvenilLiam es un chico de 24 años. Es el único hijo de la adinerada familia Dunbar. Su padre era el dueño de casi la mitad de las empresas del país, y su madre era la dueña del 45% de QVC. Theo Raeken, por otra parte, se dedicaba a hacer "negocios", tenie...