Capítulo 18 - Sin miedo al éxito

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―Amanda me acaba de llamar, no saben dónde fueron ―comentó Sam―, y no todos eran americanos, dijo que escuchó a varios rusos.

―¡¿Rusos?! ―exclamó Michel.

―Creo que debemos llevar a Katherina con su hija y nosotros ir por ellos ―opinó Aren.

―Claro. Y a mí que me chupe el diablo ―objetó la mujer levantando la ceja derecha hacia la mirada de Aren―. Mi hija está bien, lo sé. Créanme, está en buenas manos en este momento. <<Ahora, respecto a los Van Houten, déjenlos escapar. Permítanle a Isaiah creer que se llevó a su familia y que nadie sabe dónde encontrarlos.

―Pero tenemos que ir, realmente ni siquiera tenemos idea dónde carajos están ―replicó Michael.

―¡Pero yo sí! ¡Joder! Si no iban a confiar en mí, cual fue la razón por la que me traen de regreso.

―Porque eres nuestra familia ―masculló Michael desafiando a su hermana, quien no cambió su postura de tranquilidad ante la mirada de su hermano mayor.

―Entonces, muevan el trasero, empaquen todas las municiones que tengan, porque las van a necesitar.

Mientras tanto, la familia Van Houten subió a un helicóptero enviado por aquel misterioso político cómplice de Eleazar. Isaiah había logrado contactarse con él.

El helicóptero arribó a New Orleans, Isaiah los esperaba en el aeropuerto para tomar un jet privado a Nuevo México. Al llegar ahí, una comitiva rusa y americana los esperaba en unas instalaciones subterráneas preparadas por el gobierno.

―Nadie nos encontrará aquí. Solicité a unos amigos del gobierno que implanten información falsa sobre nosotros, así que no sabrán donde encontrarnos. Los Montgomery y esos brujos aztecas son unos fracasados. ―alegaba Isaiah dejando su arma en la mesa de la sala principal del bunker en el que estaban.

―¿Y qué me dices de la famosa Katherina? ―lo encaró su madre― Y no me digas que la conoces, no me mientas.

―Katherina no tiene apoyo más que ellos, por más poderosa que sea, no tiene la capacidad de pasar por encima de las decisiones de nosotros. Eso es lo que leí en los diarios del tal James y solo los ángeles pueden ayudarle y, por si lo olvidaste, los ángeles ya no existen. Nadie hace plegarias, porque fue borrado de la memoria de la gente a través de todo lo que los gobiernos ejercen sobre las personas.

―Eres igual a tu padre, en ti no se puede confiar ―lo reprochó Victoria―, ahora traes a este fracaso de mujer con nosotros. ¿Qué pretendes hacer con ella, si ya no te sirve? ―señaló con la mirada a Melany que estaba en trance a menos de dos metros sentada en una silla detrás de Isaiah.

―Me saco las ganas con ella. Hasta que no muera, me sirve ―aclaró el nieto mayor de Eleazar.

―Siempre conformándote con tan poco. Por eso tu abuelo jamás te llevó con él.

―Porque mejor no te callas, Madre o me harás arrepentirme de haberte salvado el trasero, porque no me sirves ni como madre, ni como mujer. Pobre de mi padre, ahora entiendo porque prefería irse con mi abuelo, se cogía mejores perras que tú.

Victoria levantó su mano en señal de agredirlo, pero Isaiah detuvo la mano de la mujer antes de que llegara si quiera a tocarlo.

―No busques mi odio, sabes cómo terminó el último que lo encontró ―masculló el cazador de cabello negro y corto.

El Lamento del Infierno Libro II - La Profecía VivienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora