Capítulo 4 - Cuando el rio suena es porque piedras trae

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Pasaron dos semanas desde el accidente de la pequeña Gala, Melany había llegado el día después al pueblo, cuando fue notificada del accidente, así, que se estaba quedando en casa de la niña. Michael había armado una cama para la mejor amiga de Katherina en la habitación de la niña, algo que era sorpresa; hace mucho tiempo que no veía a su tía Melany y la haría muy feliz saber, que compartirían la habitación.

Jake había desaparecido desde la noche en que Raphael lo descubrió; todos le habían enviado mensajes, lo llamaron una infinidad de veces, pero él no respondió, Teresa activo el código azul, que en la base significaba "cazador perdido", y movilizó a un grupo selecto de cazadores para rastrear a Jake, Raphael por su parte, había vuelto la misma noche a su mansión al otro lado del pueblo.

―En algún momento, necesitaré mi habitación propia en esta casa ―habló Melany, esperando a que alguien en casa le contestara, terminando de preparar la pizza para esperar a la niña.

―Ya deja de llorar ―contestó Samuel entrando a la cocina con un vaso vacío y un aspecto demacrado en el rostro, que reflejaba noches sin dormir―, le hará bien a la niña. Además, Jake ya mandó hacer los planes para la ampliación de la casa.

―Espera. ―Melany se detuvo y lo observó disponiéndose a hablar de nuevo― ¿Me estás diciendo que esta casa, que ya de por sí es muy grande, será ampliada? ¿Qué terreno va a comprar, el del vecino?

―De hecho, ya lo hizo. Le ofreció el doble por la casa, así que en un par de días comenzará la ampliación. Creo que el vecino se fue ayer. Por lo que veo, Jake quiere transformar la casa, antes de que mi hermana vuelva.

Dijo esto último algo descompuesto.

―Sam, ¿tienes claro que, esto a Katherina no le va a gustar? Digo, en el caso de que...ella volviese.

―Lo sé. Pero yo no tengo nada que ver con eso, lo discutió únicamente con Amanda, y bueno, Michael y yo no tenemos mucho que reclamar sobre eso.

―¿Y a mí por qué nadie me llamó para preguntar?

―Porque nunca estás. Y porque nunca contestas las malditas llamadas, Melany.

―¡Agh! ―refunfuñó Melany― Todos saben que dejé las artes y que mi carrera como Chef ha sido brutalmente agotadora.

―No, a mí no me mientas. ―Sam dejó el vaso sobre el mesón de la cocina y caminó lento y determinado hacia ella― Yo sé bien que te alejaste porque no soportaste su muerte, y lo entiendo, pero le prometiste algo a la niña, y por alguna maldita y extraña razón todos aquí tienen la mala costumbre de no cumplir sus promesas.

Melany no protestó. Bajó la mirada en busca de algo que decir, pero al final, terminó por aceptar lo que el hermano de su mejor amiga decía.

―Sí, es que... ―la voz de Melany se quebró―...Sam, hay algo que debes saber.

―¿Qué? ―Samuel prestó más atención al ver las lágrimas de la chica morena― Mel, ¿qué es lo que guardas?

Inquirió.

―Es que...yo no sé cómo empezar.

―Tómate tu tiempo, no te sientas presionada.

―¿Recuerdas el primer año, cuando desaparecí una gran parte de él?

―¡Cómo no hacer! Le hiciste mucha falta a Amanda. Fue preocupante, desapareciste dos meses después de que Kat se fue, pusimos carteles, fuiste una de las razones por las que se creó Le Gneis.

Melany intentó sonreír entre las lágrimas en modo de agradecimiento.

―Bueno, pues yo... ―Melany comenzó a hablar, pero la voz de Amanda entrando por la puerta principal la detuvo―...

El Lamento del Infierno Libro II - La Profecía VivienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora