Amanda preparó su arma y caminó hacia la puerta, mirando detrás de la cortina de la ventanilla, observando como un doctor para el que trabajó, le quebraba el cuello a otra enfermera. Sacó su teléfono y le envió un mensaje a su novio Samuel: << ―Código Rojo ― >> Su última opción, fue quitarle las sondas a la pequeña y taparla entre las sábanas de la camilla y dejarla lista para cualquier cosa; entretanto, el ser que parecía doctor comenzó a patear la puerta por fuera, encolerizando a la cazadora. Al final, la puerta se abrió de golpe, abriendo camino a la entrada del Doppelgänger; Amanda no tuvo más remedio que darle un certero disparo en la cabeza. Acto seguido, tomó a la niña en sus brazos y salió del lugar, su teléfono comenzó a sonar en su bolsillo, sabía que era Samuel quien la llamaba, pero también confiaba en él, en que haría lo que fuera para llegar ahí y sacarlas a ambas.
Disparos comenzaron a sonar cerca de donde ella corría, tomó las escaleras y descendió hacia el subterráneo, donde planeaba sacar un auto y salir de ahí.
―¡Amanda! ―gritó la voz de Teresa alcanzándola en el subterráneo.
―¡Dios santo! Teresa, que oportuna eres ―con rostro agradecido y cansado, le habló Amanda.
―No te emociones mucho, incendiaron mi auto afuera, así que, hay que continuar buscando uno ―anunció la mujer de piel de oscura, acercándose a una camioneta color rojo quebrándole el vidrio del piloto―. Salgamos ya de este maldito hospital, creo que la base es el lugar más seguro en estos momentos.
―No, no. Hay Doppelgängers en todos lados, ya no estamos seguros de que no hayan invadido la base.
―No ―Soltó Teresa una pequeña risita de complacencia―, no eso no podría pasar, Raphael tiene todo bajo control...
―Tessa ―la interrumpió Amanda, al tiempo en que comenzaban a salir del hospital―, Raphael está buscando a Jake, no hay magia, solo tenemos nuestras armas e inteligencia. Es probable que las salvaguardas hayan desaparecido en la base. Teresa ya no confíes en nadie, ni siquiera en mí; dos de nosotras podrían estar allá afuera en este minuto engañando a los muchachos. Vamos al búnker debajo de la mansión de Raphael, dejaremos a la pequeña ahí.
―Sí, Anael y Kerub están ahí vigilando, Raphael se los pidió, son los únicos que no están peleando con los Montgomery en el pueblo.
Al final, hicieron lo que acordaron, dejando a la niña en buenas manos. Acto seguido, llegaron a la base principal, pero nadie les abrió la puerta. Teresa llamó por teléfono a la base, pero nadie contestó, asimismo, los teléfonos que los guardias portaban, y uno de ellos sonó detrás de las grandes puertas de acero. Amanda y Teresa se dieron una mirada de complicidad, sacando sus armas, disponiéndose a ver si las rejas a los costados, tapadas con un gran follaje de arbustos que protegían las rejas con una salvaguarda hecha por Jake, para que ningún ser sobrenatural pudiera cruzar.
Para Amanda y Teresa no hubo problema, solo cortaron los alambres y entraron a la base, encontrando a un cazador tirado junto al portón de acero. Amanda se acercó rápidamente a él para tomar sus signos vitales, pero ya era demasiado tarde. Tomó el arma del cazador y continuó caminando junto a Teresa; ambas sigilosas, encontrando rastros de sangre al entrar a una pequeña salita a la izquierda que se encontraba vacía.
―Yo creo que la hecatombe la encontraremos más allá ―susurró Teresa.
Amanda sacó su teléfono y entró a una aplicación de la base, que activaba las alarmas de la base principal a todo volumen, una alerta que al mismo tiempo se activaba en los teléfonos de todos los miembros de la hermandad.
La primera sala amplia de piso blanco, estaba ensangrentada, con un rastro desde la puerta al costado de un mueble, que indicaba que habían arrastrado un cuerpo. Las pantallas y hojas estaban tiradas por todo el piso, habían armas descargadas y un cuerpo sin vida a un costado de la puerta.
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El Lamento del Infierno Libro II - La Profecía Viviente
FantasySi todavía no has leído el primer libro, te aconsejo que vayas y lo leas para comprender lo que pasa en El Lamento del Infierno. SINOPSIS Cuenta la leyenda, que la Guerra le arrebató todo lo que ella amaba. Que el Anticristo y la Peste se llevaron s...