Capítulo 20 - El Derecho de Vivir en Paz

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—Mantén la calma, la encontrarán —escuchó la voz de la Uriel en su mente en su mente.

—Katherina, nadie saldrá para ayudar —le decía Amanda, mientras intentaba alcanzarla, cuando Katherina tomaba las llaves de una de las motos para ir rumbo al bosque de Blaze Ville—. Hay quince funerales al unísono, justo ahora.

En ese momento, Katherina se detiene de golpe, girándose hacia la cazadora de estatura baja.

—Amanda, no me interesa si ellos van o no. Esta es una responsabilidad mía, la niña ni siquiera debería estar con una desconocida.

—Teresa no es una desconocida. Conoció a Gala dos años después de que...—Amanda se detuvo—...te fuiste.

—Está bien. No me voy a quedar a discutir.

—¡Oigan! ¿A dónde van? —Michael alzó la voz al tiempo en que salía de la casa— Los Arcángeles acaban de desaparecer también.

Katherina encendió la moto y se fue. Sabía bien que ellos la alcanzarían en aquel lugar que presintió o bueno, eso creyó ella.

Comenzó a sentirse extraña a mitad de camino, el aire de la noche cambió de frio a caliente; podía sentir el inicio de un sauna. La druidesa comenzó a perder el conocimiento arriba de la moto sin percatarse que había atravesado una dimensión idéntica al pueblo.

Las luces del pueblo estaban encendidas, mas no había ni un ser humano cerca. Katherina terminó por adormecerse en la moto, estrellando esta contra un auto estacionado provocando que su cuerpo saliera disparado pasando por encima de aquel vehículo, aterrizando violentamente en el asfalto, dando varios giros terminando boca arriba.

Entre gemidos y crujir de huesos, Katherina fue reaccionando poco a poco; esperó unos segundos más en el suelo para luego quitarse el casco. Mantuvo los ojos en el cielo y sintió con gran dolor como los huesos de su columna se iban sanando y acomodando, al mismo tiempo que los huesos de sus piernas; acto seguido, se sentó con dificultad y llevó sus manos a su rodilla derecha para acomodarla.

—¡Maldición! Ahora soy el mutante de un comic de superhéroes.

La hija de Lucifer se levantó, echándole un vistazo a su alrededor. Su intuición se lo decía —Estás en otra dimensión, Katherina—, por eso la pérdida del conocimiento.

—¿Por qué terminé aquí?

Caminó hacia la moto con lentitud, solo para comprobar que esta, estaba inutilizable.

—Bueno, a pie será el resto del camino entonces.

Continuó caminando, entretanto, su organismo se iba regenerando. A pesar de su tranquilidad y agilidad sobrenatural que le permitieron llegar al famoso bosque de Blaze Ville, no estaba segura si debía entrar, si es el bosque correcto. Sin embargo, algo más le inquietaba: la extraña sensación de que alguien o algo la siguió durante todo su trayecto.

Decidió atravesar el umbral musgoso sin miedo, y se concentró para sentir la energía de su hija. No obstante, el sonido del quiebre de unas ramas cercanas la puso en alerta. Recordó que Miguel la había entregado su espada, así que rápidamente la sacó y esta comenzó a formarse en su mano derecha, desde la empuñadura hasta la punta del filo de la hoja, mostrando símbolos tallados que ningún ser humano conoce. De pronto, otro tronar de ramas se escuchó.

—¡Muéstrate! Vociferó Katherina, mas no tuvo respuesta.

—Se adentró más en el bosque, sincronizándose con la energía de la tierra viva bajo sus pies, y así encontrar con rapidez a su acechador, aunque ella tenía la esperanza de que fuera su hija.

El Lamento del Infierno Libro II - La Profecía VivienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora