Capítulo 17 - Un salto de fe

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Detenidos en la entrada de un "todo"; en la víspera del conocimiento y la creencia, el embebecimiento recorría a través de sus ojos el lugar amparado de una vegetación más pura que cualquier lugar de la tierra que conocen como hogar; el arrebol destacaba en el brillo de los ojos de los tres hombres, esperanzados de que, lo que estaban viendo significara un nuevo comienzo en sus vidas.

A dos colinas floreadas frente a ellos, caminaba la Diosa Dea Danna. Entre sus manos, cargaba una esfera transparente con líneas de oro que formaban un perfecto Triskel Celta; el que destellaba con los rojizos rayos que se colaban por las nubes del mismo color; Michael pudo notar a medida que ellos caminaban también hacia la Diosa, que una especie de luz se removía en un espeso humo color violeta dentro de dicha esfera.

―Viene con ella ―anunció Aren observando la esfera con un brillo esperanzador en sus ojos.

La distancia entre los tres hombres y la diosa desapareció, ahora solo quedaba recibir las indicaciones de la divinidad ante ellos.

―La primera prueba ya la habéis superado ―se dirigió la Diosa mirando fugazmente a los invitados.

―¿Cuál fue la primera? ―preguntó Sam con nerviosismo y dubitativo en la voz.

―¡Su entrada! Solo alguien puro de corazón y en sus intenciones logra entrar, el resto ha colapsado en medio de su intento ―respondió la Diosa Madre al tiempo en que llevaba su mirada hacia el Nórdico―. Aren, no nos hemos equivocado contigo. Sabemos que la mantendréis a salvo, mientras el espíritu de su estirpe despierta. ―Los dos hermanos se miraron de reojo, sin entender completamente las palabras de la Divinidad― Debéis mantenerla con vida, aunque nosotros entreguemos un cuerpo de carne y hueso que resista su espíritu, no es cien por ciento inmortal, pero nosotros la mantendremos fuerte ante sus enemigos y su fe la llevará a la victoria que todos necesitamos.

En el silencio que llegó repentinamente, la Diosa Madre dio dos pasos hacia ellos extendiendo sus brazos, entregando la esfera al mayor de los Montgomery. Michael bajó la mirada hacia la esfera que guardaba el espíritu de su hermana y luego observó intranquilo a la Diosa.

―No temáis, ni dudéis de ti mismo. Si llegasteis hasta aquí; a esta instancia de vuestra vida, no fue por nosotros; nunca olvidéis que sois vosotros quienes construyen el templo de vuestro espíritu, y sois vosotros quienes eligen el camino, nosotros solo lo limpiamos. La seguridad está en la magia que lleváis oculta en vosotros y no queréis reconocer como verdadera. <<Ahora estáis viendo con vuestros ojos la verdad de lo que os digo, solo depende de vosotros cultivar el conocimiento y desapegarse de la creencia que les obligaron a profesar.>> ―Michael tomó firmemente entre sus manos la esfera inquieta, sin despegar la mirada de la misma. Literalmente, en sus manos estaba el destino de su sobrina, depende de él como el hermano mayor, cambiar el daño que Lilith había ocasionado a la más pequeña del Clan. Y Ofreciéndose así mismo una oportunidad para empezar desde cero con la chica que odio como a nadie más seis años atrás. ―Iros en paz, nosotros os acompañaremos en nombre de nuestro hermano mayor.

―¿Dónde debemos hacerlo? ―preguntó Aren.

―Al cruzar la puerta, lo sabréis ―contestó la Diosa, señalando la puerta que comenzaba a formarse en líneas de fuego, abriéndose para ellos.

Los tres hombres le dieron la espalda a la Diosa, aproximándose cuidadosamente hacia el portal, no sin antes ser interrumpidos por la voz de Dea Danna.

―Miguel ―La Divinidad se refirió al mayor de los Montgomery―. Estad atento, el mensaje que tanto háis esperado se presentará ante ti.

El Lamento del Infierno Libro II - La Profecía VivienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora