La tierra se abría enfurecida bajo los pies descalzos de las dos mujeres. Las violentas llamas iban devorando el cabello de una de ellas, cuando a la segunda se le partía la piel, como si fuera la réplica perfecta de la tierra, cuando la lava demanda emerger desde las profundidades del ardor. Una voraz llama de fuego se disparó desde el corazón de la mujer en llamas, cociendo y quemando a carne viva la piel de su enemiga. Sus cabellos rojizos se volvían hilos de fuego y pronto, cuando la oscuridad cayó; su poder fue lo único que iluminó el horizonte, deleitando a su espectador con el último gemido que emergía de las entrañas del cuerpo de la mujer, que se perdía entre el humo mortecino de la noche acallada.
El Jinete de la Muerte, borró los recuerdos de aquella visión antes de que Katherina volviera de El Lago de Fuego, cada vez se volvía mejor con el entrenamiento que el Jinete le brindaba. Para él era casi imposible algunas veces mantener sus pensamientos fuera del alcance de la chica. Si bien, le ocultaba cosas, no era para dañarla, sino, para protegerla de su terquedad e impulsividad, que en varias ocasiones la llevó a debilitar su alma, únicamente por tomar malas decisiones.
Han pasado tres años desde la batalla con los Jinetes del Apocalipsis, pero para ellos atemporal, habían pasado trescientos años, y desde el primer día, tras cumplir con el pacto que había hecho con el Jinete de la Muerte, no descansó ni un solo momento en encontrar la manera de volver a la vida, y aunque el Jinete le advirtió que esto sería imposible, no perdió la esperanza de ver los ojos de su hija algún día. Mientras tanto, se ha esmerado por soportar cada prueba a la que la han sometido, optimista de encontrar entre tantos mundos, a sus padres y a Daniel. Sin los ángeles y un cielo que le cerró las puertas en la cara, su único aliado fue y siempre ha sido el Jinete de la Muerte.
Ella ya no era la misma, y no me refiero a su grado de sabiduría o personalidad. Su apariencia ya no era la misma, lo que marcó su identidad por veintidós años en la tierra de los vivos se había ido, o por lo menos, nadie volvería a ver a Katherina en el cuerpo que todos conocieron. Ahora era el vivo y auténtico reflejo de Marie Anne, lo que la llevará a tener como consecuencia, grandes aliados en los mundos que tendrá que transitar, pero también muchos enemigos que esperan su revancha en el momento que el destino otorgue.
El Jinete la preparó por el transcurso de sus primeros trescientos años para este día: todo el dolor, la tortura, la muerte, derrota tras derrota en cada simulación en que su aliado la sumergía, la condujeron a esto, transformándola en un espíritu poderoso; en una mujer nueva, sin embargo, la esencia que siempre la caracterizó, prevaleció.
―No titubees, querrán que creas que todo lo que viviste fue solo una pesadilla. Te harán creer que sigues en la tierra, y su táctica más fuerte será hacerte creer que estás con tu hija. Ellos conocen todas tus debilidades.
Advirtió el Jinete observando la espalda de Katherina.
―Tranquilo, no soy una niña. Ya no tienes que preocuparte por mí ―respondió ella.
―Nunca dejarás de ser una niña para mí, te llevo la delantera por más de diez mil años.
―Lo sé, pero eso no quita que no pueda cuidarme sola. Ya sabes que te debo todo lo que soy.
―Recuerda nuestro lugar de encuentro cuando logres salir de ahí.
―Lo haré ―concluyó ella esbozando una agradable y tenue sonrisa para el Jinete, acercándose y depositando un beso en sus labios, activando entre ellos el canal de comunicación, para más tranquilidad de su aliado.
―Nos vemos cuando termine el sol negro.
Se despidió el jinete.
Katherina salió del castillo que, por trescientos años ha sido su morada en conjunto al Jinete, atravesando la belleza de naturalezas dimensionales mezcladas a su alrededor.
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El Lamento del Infierno Libro II - La Profecía Viviente
FantasySi todavía no has leído el primer libro, te aconsejo que vayas y lo leas para comprender lo que pasa en El Lamento del Infierno. SINOPSIS Cuenta la leyenda, que la Guerra le arrebató todo lo que ella amaba. Que el Anticristo y la Peste se llevaron s...