Capítulo 3 - Tierra, hogar del infierno

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—¡Llamen a una ambulancia! —gritó una vecina a los pies de la niña.

—Ya la he llamado —dijo otro chico llegando a la mujer—. ¿Está con vida?

—No lo sé —respondió nerviosa la señora de cabello perlado.

—Iré a golpear la puerta de estas personas. ¡¿Cómo es posible que no pongan más seguridad en una maldita ventana?!

El chico encolerizado, se dirigió hasta la puerta de la casa de Amanda y Jake, golpeando está con gran fuerza, despertando a los demás vecinos del lugar.

Samuel y Michael fueron los que despertaron primero, y rápidamente y con pistola en mano descendieron las escaleras, abriendo la puerta, encontrándose con el desconocido desesperado del otro lado.

—¡¿Qué es lo que pasa?! —preguntó Samuel con el ceño fruncido y la pistola escondida detrás de su espalda.

—¡La niña! ¡Su niña a caído por la ventana!

Exclamó el hombre, lo que hizo echar a correr a los hermanos fuera de la casa, dónde se encontraba la niña inconsciente.

—¡Galita! —sé arrodilló Michael desesperado, casi al borde del llanto— ¡Demonios, niña! ¡¿En qué estabas pensando?!

Amanda salió arreglándose la bata y cuando notó el pequeño bulto en el césped, corrió gritándole a Jake que venía bajando las escaleras.

—¡Por Dios, ¿Qué ha pasado?!

Amanda se posicionó frente a Michael revisando los signos vitales de la niña. Posteriormente, tocó las costillas de la niña para ver si había alguna rota.

—El pulso es débil, llamen a una ambulancia, ahora —exigió Amanda con nerviosismo.

—La hemos llamado, está en camino.

El mismo chico que golpeó la puerta, esta vez le contestó a Amanda con desdén.

La ambulancia llegó y se llevaron a la niña. Amanda y Michael se fueron con ella en la ambulancia, mientras Samuel y Jake tomaron uno de los autos y se fueron detrás de ellos, en medio de todas las miradas y murmullos de los vecinos.

Acto seguido, Samuel alertó a los ángeles de lo que había ocurrido, y llegaron minutos más tarde al hospital. En teoría, la noticia corrió tan rápido entre los cazadores que las familias parte de la alianza, llegaron también.

—¿Cómo está la niña? —llegó y preguntó la matriarca de la familia Goldenblack, Teresa.

—¡Teresa, ¿Qué haces aquí?! —inquirió Amanda, recibiendo el abrazo de la mujer de piel negra y ojos color ébano, los cuales ahora, mostraban el nerviosismo ante la situación que vivía la amiga de las dos pequeñas de su clan.

—Anael me ha despertado, y decidí venir con mis dos hijas mayores. Hemos puesto vigilancia en tu casa —contestó Teresa, tomando las manos de Amanda.

—Oh, ya entiendo —musitó Amanda, desconsolada por dentro, intentando no mostrarlo.

—Querida, sabes que esto no fue tu culpa. Pudo pasarle a cualquiera.

—Claro que es mi culpa, ella está a mi cargo —dijo Amanda sin poder evitar que las lágrimas brotaran—, ella es todo para mí, lo único que me queda de Katie.

—Y yo sé, que dónde quiera que ella esté, se encargará de que su hija este bien.

Y la verdad, es que no. Ya sabemos que Katherina no puede ver a su hija, pero el Jinete de la Muerte sí, y es probable que sepa lo que está pasando, el único problema, es que él no puede cruzar el velo y llegar a la niña para protegerla, porque ya hizo un pacto para proteger a Katherina; por lo que, lo único que queda, es esconder está lamentablemente noticia de la mente de la hija de Lucifer.

El Lamento del Infierno Libro II - La Profecía VivienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora