Capítulo 14 - Espejito, Espejito ¿quién es la más poderosa?

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Los autos desconocidos comenzaron a atravesar las barricadas, varios sujetos disparaban de los vehículos, pero las balas rebotaban en los escudos blindados de la SWAT que cada integrante de la Base Le Gneis tenía.

De pronto, una repentina rabia comenzó a apoderarse de Jake, al mismo tiempo en que los truenos retumbaban el cielo, causando que hasta el último intruso mirara con temor lo que se escondía en las alturas. Las sirenas del pueblo comenzaron a sonar por cada rincón; lo presenciaban como estuvieran viviendo una purga. Lilith creyó que todo iba de maravilla; traer más enemigos, mantener a todos ocupados, mientras ella hacia su trabajo yendo al bosque; sin embargo, ni siquiera ella, como madre de demonios, podía presagiar lo que estaba destinado a sucederle, no si ahora todo depende completamente de Katherina.

―¿Qué pasa Lilith? Pareciera como si hubieras visto un fantasma ―Katherina le habló con sarcasmo. Iniciando una caminata ligera, rodeando a la mujer demonio, quien la seguía desafiante con la mirada.

―¿Qué pasó Katherina, papi te dejó salir de tu jaula? ―una sonrisa siniestra se formó en sus labios.

―¿Jaula? Parece que conoces los castigos que le dan a los demonios, ¿será que te recuerda a la traición que le hiciste a Lucifer? ―Katherina, sin miedo alguno comenzó a acercarse a ella, mientras el sello Wuivre se encendía como antorcha en su pecho. Lilith, en un movimiento de inconsciente de cobardía retrocedió ante la druidesa.

―¿Crees que ese tatuaje que papi puso en ti me vas a ganar? Niña, yo ya gané, tengo todo lo que necesito.

―Entonces, ¿qué esperas? Corre a concluir lo que iniciaste hace miles de años ―Katherina alzó la palma de su mano derecha de golpe, lanzando a Lilith contra la pared―. Supe por ahí, que yo era el juguete con el que querías entretenerte, ¿por qué no quieres jugar conmigo, Lilith? ―Katherina rasgó la ropa de su enemiga únicamente moviendo con violencia la espada en el aire― ¡Ah! Ahora entiendo. ¡Ja, ja, ja, ja! ¿Le tienes miedo a esto? ―acercó la espada hacia uno de los pies de Lilith, haciendo que lo alejara rápidamente de la espada.

―Esa espada no te pertenece ―replicó Lilith desde el suelo, recibiendo al instante un contacto directo de la punta de la espada de Miguel Arcángel en su pecho, dejándole una rajadura por la que brotó sangre negra.

―Eso es por mi hija ―masculló Katherina con sus ojos encendidos con el mismo color de las llamas de la espada, haciendo otro corte, ahora en la garganta de la mujer.

Lilith, ahogándose entre su sangre y la ira, comenzó a reír frente a la chica, quien, a pesar de ser solo un espíritu frente a ella, representaba más poder que la misma madre de demonios.

―Te sientes poderosa ahora, ¿no? ―con voz rasposa le preguntó― ¿A qué costo lograste ser lo que eres ahora?

―Un milenio sin mi hija

Contestó Katherina al tiempo en que el Wuivre en su pecho se encendió tanto que invadió todo el lugar; Lilith alcanzó a sentir que el poder que procedía de la chica, comenzaba a arrastrarla del cuerpo humano en el que se encontraba. Acto seguido, Lilith acumuló todas las fuerzas que tenía y logró desaparecer del lugar antes de que lo insospechado le ocurriese.

Katherina pegó un alarido de furia cuando la vio desaparecer, engulló el arma en la porta espada y salió del lugar, ya no sentía la energía diabólica de Lilith. El sello seguía encendido en su pecho, pero con menor intensidad; a los pocos minutos comenzó a escuchar las voces de los dioses otra vez, ahora con una advertencia.

―Es una trampa, adviértele a Leviatán, ahora síguela al bosque.

En un acto instintivo, Katherina uso los dones que los dioses le habían otorgado, y a través de los recuerdos que los arboles guardaban buscó a Leviatán y con el viento le envió el mensaje.

El Lamento del Infierno Libro II - La Profecía VivienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora