Capítulo 11 - Un rayo de esperanza

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"Ningún hombre ha logrado algo que valga la pena, sin que se haya encontrado al menos una vez con un pie colgando de la cuerda del fracaso."

Napoleón Hill

Las voces iban y venían a ella. Caminando de un lado a otro por aquel gran castillo a vista y paciencia del Jinete de la Muerte, que se distraía viendo volar el cabello rojizo de la chica, que revoloteaba con cada vuelta brusca que ella daba frente a él, mientras la veía de brazos cruzados sentado en la orilla derecha de un gran escritorio de color ébano.

―Dar vueltas y vueltas, no hará que las voces se detengan. Sé que es molestoso, pero es parte de tu proceso ―le aseguró a Katherina, que permanecía ensimismada entre su corto trayecto por aquella sala de estar.

―Jake, estuvo en peligro, un...un ser alado bajó para ayudarlos ―decía ella entre dientes―. Demian, él lo ayudó a salir, pero Lilith los tiene dentro de un bucle de tiempo, Raphael solo ha logrado expandir el lugar del hechizo ―El Jinete se incorporó y caminó ligeramente hacia la chica que pocos segundos antes, había llevado sus manos a los costados de su cabeza, en señal de que tantas voces la estaban desesperando―. Hay, una familia involucrada, no sé quiénes son; no sé por qué escucho tantas voces al unísono, es como si fueran miles de estaciones de radio al mismo tiempo.

El Jinete tomó las manos de la chica y las tapó entre las suyas, ayudándole a que poco a poco esas voces se fueran acallando dentro de ella.

―Dime, ¿qué es lo que sientes ahora? ―le preguntó al tiempo en que ella cerraba sus ojos y se dejaba llevar por la energía del Jinete mezclándose con la suya.

―Lilith. Ella no contaba con que tú y yo apareciéramos para sacar a mi hija. Encerró a mi hija, en el mismo lugar en el cual Valak me asesinó para abrir el primer sello ―frunció el ceño con dolor, expresión que relajó al cabo de unos segundos―. Ella le hizo algo a mi hija; le arrebató parte de la esencia celestial que heredó de mí. Por ahora Gala es la última de su linaje, solo a un ser indefenso como mi hija, podía arrebatarle ese poder.

―¿Y crees que le servirá? ―le preguntó él.

―No lo sé... ―musitó Katherina.

Katherina se aferró a las manos del Jinete, al sentir algo que la recorría por dentro con mucha fuerza; en ese momento, las imágenes cambiaron radicalmente, y ya no era a su familia a quien escuchaba y veía, sino, al Jinete; a un joven ser, que no parecía temerle a nada, a un niño miedoso y a un hombre altanero y heroico; y todos estos se resumían a uno solo: al ser que sujetaba sus manos, El Jinete de la Muerte. El ser que, después de Dios, es el más temido, incluso más que Lucifer. Las preguntas llegaron a Katherina después de un milenio junto a él, <<¿Quién es él realmente? ¿Por qué tuvo que ser él quien me cuidara y guiara? ¿Quién eres tú?>>

Las preguntas de Katherina llegaron al Jinete, obligándolo a soltarla de sopetón. Ella abrió sus ojos con asombro, al ver y sentir que, hace tantos milenios de diferencia, él también fue un hombre; como su padre, como su novio, como cualquier mortal de la tierra de los vivos.

―¿Por qué? ―inquirió Katherina con suavidad en el tono de su voz y una mirada interrogante que buscaba la del Jinete― Nunca me lo había preguntado. Siempre creí que eras un ser que...nació siendo lo que es: inmortal.

El Jinete, con la vista apartada de la muchacha, caminó erguido y parsimonioso hacia los grandes ventanales medievales y altas paredes de mármol. Dejando que aquellos rayos que lograban colarse, tocaran con calidez su rostro. Su misión en aquel instante, era quitarle la presión y desesperación a la joven, sin embargo, no contaba con que ella pudiera atravesar esa coraza de secretos y emociones que ha acumulado en soledad, por centurias, yendo y viniendo de una dimensión a otra, acompañando almas a la luz y a la oscuridad, escuchando y tomando el dolor de otros; solo, en medio de la oscuridad que solo su alma iluminaba para esos espíritus, pero no había nada que lo iluminara a él.

El Lamento del Infierno Libro II - La Profecía VivienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora