Capítulo 4

36 9 2
                                    

Conejo triste.


(Luna)


Caminando en los pasillos ya cubiertos por la oscuridad, solo se podía apreciar mi sombra y mis pasos apresurados, eran las ocho de la noche y solo a mi se me ocurría ir por libros.

Otra vez sentía esa vibra tan intensa en el aire pero no había nadie al rededor, no le di importancia por pensar que solo era el guardia de seguridad que rondaba los pasillos.

Me detuve al frente de mi habitación, suspire con pesadez, por que lo último que quería hacer era dormir o solo fingir estarlo. Di vuelta a la perilla - Aquí vamos otra vez - Me dije a mi misma en un susurro.

Mi cuarto se encuentraba en penumbra que solo lo hace ver aún más asfixiante, me moví hacia la mesa de noche para depositar los libros. Mi cuarto no es tan llamativo solo tiene una cama mediana, una mesa de noche, escritorio con mi laptop, un pequeño clóset y el baño con bañera. Ahí es donde me desconecto del mundo tan precionante y asfixiante.

Me senté en la orilla de la cama sintiéndo como mi columna se marchita, me preocupa que los demás sepan que no puedo lidiar con mis problemas, que se preocupen de mis asuntos, que simple mente estoy cansada y daría por dormir un poco.

Aveses siento que soy una máscara vacía, que solo tengo que agarrar las cuerdas de mi boca y galarlas hacia arriba, que solo tengo que levantar la mano y moverla hacia los lados sin sentir ninguna emoción.

Me levanté de mi asiento y me encamine hacia el clóset, saque una camisa grande para hací dormir mejor, habri la puerta del baño y me encerré, me dispuse a quitar mi ropa solo quedando en ropa interior, me veía muerta, mi piel no tenía color, parecía una marioneta, y eso es lo que me enoja, no me gusta como van las cosas, y eso acabaría en una tragedia.
Me puse la camisa, y me dirigí al cuarto.

No ensendí la luz del la habitación con solo la luz de la luna era suficiente.
Tengo un compañero de cama, es un pequeño conejito blanco con ojos tristes.

Él es el único que puede apreciar como la habitación se llena de desesperación y frustración por las noches. Él es el único qué ha escuchado el hablar de la luna, el susurro del viento y el delirar de mi mente. Él es el único que a visto lo que oculta la máscara tras de mí, El es el único qué ha escuchado mis historias.
No sé quién está más enfermo si yo por hablarle a un triste conejo o él por escucharme.

Me metí a la cama arropando, acomodé el pequeño conejo triste lado mío, agarré uno de los libros y me dispuse a leer unas cuantas páginas.
Al final, me tuve que tomar una pastilla para dormir.

Las pastillas son las que hacen mejor efecto.
Una, dos, tres, cuatro de la mañana y yo seguía leyendo un libro.

Yo seguía sin poder dormir, me dolían los párpados por estar los forzando, así que puse el apartado y lo acomode en la mesa de noche.

Después de tomarmela la pastilla me acomode en la cama tapándome con las sábanas y poniendo el conejo triste alado mío. Quien diría una chica de diecisiete años durmiendo con un peluche.

(Conejo triste)

La pequeña niña con los párpados cerrados, el ceño fruncido, pequeñas gotas de sudor deslizándose por su delicada cara, sus largas pestañas descansando en sus pómulos.

Si tan solo supiera que yo siempre estaré aquí contándole cuentos de buenas noches, si tan solo supiera que sus historias me perturban la noche, sus lloridos y sollozos son como cantos desesperados por salir de su mente.

La pequeña niña con los ojos abiertos que reflejan la nada, sus pupilas dilatadas por las pastillas, sus pupilas dilatadas son como el reflejos de la luna, aquellos ojos reflejan la desesperación pura.

El reflejo de su cara pidiendo ser comprendida, sus pequeñas manos temblorosas pidiendo ser agarradas para no hacer daño pidiendo a gritos ser sujetada delicadamente.

El lugar en penumbra con los finos y delicados reflejos de la luna contando sus historias para la pequeña niña, para apaciguar sus pensamientos.

El susurro del viento, las ramas de los árboles bailado y hablando entre sí contándose secretos de la gente.

¡Oh! Mi pequeña niña sí supieras que siempre voy a estar aquí para escuchar tus historias perturbadoras que a la vez tranquilizan, siempre escucharé como te liberas de la frustración.

Oh, Mi pequeña niña sí tan solo supieran lo que te pasa sería más fácil.


(N)

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

(N)

Deja tu estrellita para saber que te está gustando y hacer contenido ¡Gracias!
Atte. Conejo triste

ENFERMOS [Hasta el lado oscuro tiene colores]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora