Capítulo 30

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El inicio de un final

(Luna)

Octubre 31
4:52 pm Hora de partida.

Todo era automático, no lo pensábamos solo actuábamos.
Metía las cosas necesarias a la mochila, me ajuste los zapatos, me amarre el cabello en un chongo y comencé a rezar.

Tenia miedo, no lo iba a negar, tal vez si era falso o tal vez no.
Y hoy, lo íbamos a descubrir.

El asunto de Gabriel y Victoria lo dejamos a parte, no queríamos retrasos, a si que lo dos decidieron olvidarlo.

— Repasaremos el plan una vez más — Nos encontrábamos en medio de mi habitación, la luz oscura de la tarde nos iluminaba.

— Si estamos en peligro, si tenemos la oportunidad de que uno se salve, lo hará, sin importar que — Tal vez no teníamos la oportunidad de salvarnos a los tres y, si llega a suceder, se salvará uno.

— Si estamos en peligro, actuaremos de la manera que sabemos — Matar.

— Si nos llegamos a separar, habrá un lapso de veinte minutos para encontrarnos, si no sucede, cada quien se irá por su parte y seguimos con el resto del plan —

— Nos olvidaremos de todo y continuaremos con nuestras vidas, separados — Victoria seguía recordando todo lo hablado.

— Si nos enteramos de algo peligroso para la sociedad, guardaremos el secreto y nos iremos — Gabriel enumeraba los pasos a seguir.

— En cambio, si no encontramos nada, nos iremos de este internado y cambiaremos de identidad — Los tres asentimos y llegó la hora.

Eramos tres seres escurridizos en los pasillos, desbloqueamos la puerta trasera y como si fuera un golpe diferente de realidad, el viento de octubre azotó mi cara y nos abrió paso al frente.

Y ahí estábamos, el bosque frente a nosotros y la curiosidad al mil.
Al filo de la entrada a la muerte, unos cuantos paso y nos adentrabamos.

— Comienza desde aquí — Le di la indicación a Gabriel quien traía con sigo el hilo rojo que nos ayudaría a regresar.

Amarró el hilo en una rama y empezamos a caminar, todo era silencio, silencio y más silencio.
Los árboles danzaban de un lado a otro, el viento compartía secretos, y aquel aroma a tierra húmeda se impregnaba en cada parte de mi.

Se escuchaba el crujir de las hojas, sentía todo tipo de vibras, era una sensación alarmante y escalofriante.
Cuando se te eriza la piel, con solo escuchar como las ramas crujen y el viento emite un ruido de silbido.

Esto y agregar todo lo que dicen de este lugar, eche una mirada a los dos, quienes venían viendo el lugar con cautela.
A Victoria le constaba más caminar ya que no era de salir a expediciones suicidas.
Porque si, en pocas palabras eso era.

— Pido un descanso — Nos detuvimos a tomar agua y a comer algo, llevábamos caminando una dos horas seguidas, ya que revisaba la hora por la cámara de Gabriel.

— Que les dije, no hay nada — Victoria se recargaba en un árbol mientras tomaba agua, Gabriel por su parte al parecer se estaba comiendo una magdalena.
Yo le di dos tragos al bote de algua y despistadamente comense a caminar.

Miraba al suelo y me empezaba a sentir estúpida por esto, ya era hora de regresarnos, esto fue tan ridículo.

A punto de dar la vuelta mi pie pisó algo muy crujiente, a lo cual reaccioné y quité mi pie.
Huesos de animales, me acerqué y tomé uno como recuerdo y cuando levanté la cabeza.

ENFERMOS [Hasta el lado oscuro tiene colores]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora