Capítulo 23

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Así que, se jodio la cosa.
No me importa quemarme en el infierno, siempre y cuando este con ella.


Ella.

(Gabriel)

Luna despareció por la puerta con una extraña sonrisa en el rostro y esos ojos llenos de curiosidad.
Esa chica no tiene frenos, así que no vale la pena detenerla.

Mi atención regresa a ella, todavía sigue en la misma posición y termino de trazar los últimos retoques de mi dibujo.
Es ella, se ve hermosa en dibujo, pero si levanto la vista.

Madre mía, está esculpida y tallada con suma delicadeza, es como ver una obra, esas obras que te provocan cosquilleos en tu interior, eso cosquilleos que te sacan sonrisas.

— Listo — Le dijo y ella se levanta de su posición, se acerca a mi a paso firme, como siempre lo a echo, un paso imponente pero con delicadez.
Puedo oler su perfume, ese que imnotiza, ese que te ase delirar queriendo oler desde cerca.

— Esta bonito — Dijo viendo el dibujo echo a lápiz.


— Pues claro, eres tu quien dibujé — Y el arrepentimiento llega en mi, estupido, idiota, patético que me escucho, me quiero dar unas cachetadas.
La pena se hace presente, y siento como la sangre se me va a la cabeza, siento las mejillas arder como nunca.

Ella se queda callada, siento como corta la respiración y no se mueve de su lugar.
Un silencio incómodo llena el lugar, hasta que ella habla.

— Dibujas muy hermoso Gabriel, tus delgadas manos hacen un gran trabajo — Ella se me queda viendo y yo a ella.

De pronto estamos tan cerca, al punto de rosar nuestros zapatos, esos hermosos ojos verdes brillan como la luna, brillan como el maldito sol, como dos diamantes, repaso cada facción de ella como si quisiera dibujarla con mis dedos.
Esta tan serca que puedo notar el rosado de sus labios, eso delirantes labios, tan apetitosos.

Regreso la vista otra vez a sus ojos, me le quedo viendo, ella no hace nada, solo se concentra en parpadear.

Entonces la pregunta llega en mi como una chispa.

¿Me arriesgo?.

No pierdes nada.

Con mi mano temblorosa acomodo un mechón de su cabello, ella no hace nada, pero puedo notar como su respiración se agita.
Entonces sus grandes ojos color kiwi se abren un poco más.

— Gabriel — Nuestras narices rozan, nuestros labios se deleitan con el pequeño roce, como si fuera una pluma, no guntamos nuestros labios, nos quedamos así.

— Victoria — Entonces abro más los labios, cuando.

— ¡Victoria! — La voz de un chico retumba todo el estudio, rápidamente me alejo de ella y me le quedo viendo a mis zapatos.

— Sam, Que bueno verte — Ahora su atención ya no está en mi, estaba en el.

— Te quería decir que, si podemos hablar más tarde — No voy a mentir eso me altero un poco.

ENFERMOS [Hasta el lado oscuro tiene colores]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora