Narrador

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Un adiós no es suficiente.



Soledad

(Narrador)

Hace ocho años..

Pequeñas risillas de una niña jugando se es‐ cuchaban en la alejanía.
Aquella niña corriendo por donde quier, su sonrisa tan genuinua, tan radiante que podría alimentar todo un pueblo con su luz enigmática.
Aquella niña no sabían que era la tristesa, no sabía nada de lo que se esperaría cuando creciera.

Las personas adultas piensan que los niños o adolescentes no tienen problemas propios, pues claro solo tienen que preocuparse por los trabajos de la escuela, pero aunque solo eso puede ser suficiente para entrar en una nueva etapa.

Una pequeña niña corría por el jardín de su gran casa, el jardín era espacioso, el sol calentaba todo a su paso, la pequeña niña corría por toda la estancia con un pequeño conejo blanco entre los brazos.

Corría hacia la pequeña casa del árbol, ella le llamaba la guarida de la Soledad desde pequeña sabía que era la soledad, porqué que siempre supo lidiar con ella, pero no sabía que desde ese día se volvería su mejor amiga y compañera del alma que destruía todo a su paso.

— Luna. Pequeña, ya nos vamos — dijo la madre de la niña.

— Ya voy mami — la pequeña e inocente, salió corriendo a los brazos de la madre.

En los brazos de la madre felíz y sonriente veía como su padre metía maletas a su coche. Ese día tenían planeado acampar en el bosque más cercano, todo estababa perfectamente listo para partir cuanto antes.

— ¿Mamá puedo llevar mi arco para cazar con papá? — aquella voz pura de alegría se escuchó a lo lejos y hera...

Lynn la hermana mayor de doce años de edad, ella y la pequeña Luna eran inseparables, eran como una misma persona, Lynn protegía a Luna y Luna con todo lo que podía protegía a Lynn. Luna y Lynn eran como un vínculo inseparable y de echo si lo eran.

Flash-Back

Pss, Pss, Luna, hey, despierta — Ha altas horas de la noche la niña de pelo ondulado, ojos negros como el carbón. Estaba despierta tratando de despertar a su pequeña hermana.

— Hmm...

— Despierta, tenemos que hacerlo —

La pequeña con los ojos adormilados se levantó. Pudo ver a su hermana con su pijama de princesas puesta.

Sé puso de pie, agarró su manta de borreguito y su conejo blanco.

— Vamos o papá y mamá se darán cuenta — por parte de la pequeña niña obtuvo un asentamiento leve.

Con los pies descalzos, las pequeñas risillas se escuchaban por los pasillos de la gran casa.

Las dos niñas escuridisas llegaron a la cocina que también tenía una puerta para el jardín trasero, con la ayuda de la pequeña Luna pudieron alcanzar las llaves que habrían la puerta.

Cuando pudieron abrir la puerta salieron corrieron por todo el jardín, la luna estaba presente tan brillante como siempre, en el cielo oscuro y despejado.

Las dos pequeñas subieron por la escalera, para entrar a la pequeña casa del árbol.

— Rápido Luna

— Ya voy — Aquella voz tan dulce y pura habló.

Las dos hermanas se encontraban frente a frente, una pequeña vela en el centro, aquella chispa de fuego fue testigo en ese momento.
La niña veía por la ventana de la casita, aquella luna brillante e incluso podía apreciar el conejo en ella .

ENFERMOS [Hasta el lado oscuro tiene colores]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora