𝐓𝐡𝐞 𝐌𝐚𝐫𝐜𝐡 𝐎𝐟 𝐓𝐡𝐞 𝐁𝐥𝐚𝐜𝐤 𝐊𝐢𝐧𝐠 | 𝐌𝐚𝐲𝐥𝐨𝐫 (En Edición)

𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝕯𝖎𝖊𝖈𝖎𝖓𝖚𝖊𝖛𝖊

Mamá, acabo de matar un hombre
Puse una pistola en su cabeza
Apreté el gatillo, ahora él está muerto
Mamá, la vida recién comienza
Pero ahora me perdí, tiré todo a la basura

Canción: Bohemian Rhapsody
Artista: Queen
Álbum: A Night At The Opera, 1975

La joven bruja esperaba en las afueras de una cafetería al cantor de sombras, habían solo transcurrido cinco minutos desde que estaba situada en aquel lugar; le parecía extraño por parte de Deacon retrasarse, debido a que él solía ser muy puntual.

Miró a ambos lados en busca de la característica melena castaña clara pero no la encontró. En ese momento alguien le tocó el hombro y se sobresaltó de la impresión, giró bruscamente su cuerpo y se encontró con esos ojos grises tan conocidos; había estado tan concentrada tratando de buscar a John que no lo sintió a sus espaldas.

—¡Deacy! ¡Me asustaste! —exclamó la rubia platina con una mano en su pecho.

—¡Buenos días! —vociferó el castaño sonriendo mostrando sus pequeños dientes y dándole un abrazo a Lucy

—Buenos días —contestó riendo devolviéndole el abrazo.

—¿Entramos?

—Si.

Entraron en la pequeña cafetería y se sentaron en una de las mesas más grandes del rincón.

—¿Que van a ordenar? —preguntó una inmortal que se había acercado a su mesa con una pequeña libreta a mano.

—Esperamos a más personas —respondió amablemente John.

—Por supuesto, dentro de un rato volveré.

Deacon asintió y la inmortal se retiró.

—¿Sabes algo de los chicos? —pregunts el inmortal.

—Rami y Tim están en La Academia seleccionando a los nuevos aprendices y Freddie está haciéndome un favor en La Ciudad Oscura, no tardarán.

—Espero que no, ya son más de las diez de la mañana y no hemos desayunado. Muero de hambre.

—Los estómagos de Tim y tú son unos pozos sin fondo, en serio no puedo creer como pueden comer tanto.

—Es un don —respondió John encogiéndose de hombros y sonriendo—. Pero no soy tan glotón como Tim.

Ambos se quedaron conversando un rato más mientras esperaban a los miembros restantes del grupo; pero habían pasado unos quince eternos minutos para ellos, sus barrigas vacías gruñían sin parar; ni Rami, Tim y Freddie habían aparecido en ese pequeño lapsus de tiempo.

—Voy a ordenar, ya no aguanto. Unos minutos más y ya serán las once —pronunció Lucy levantándose de su asiento.

—Podrías pedirme…

—Tostadas con queso, lo sé Deacy.

La chica caminó hasta el mostrador y se sentó en una de las sillas altas que habían situadas ahí; un hombre inmortal de piel aceitunada estaba detrás de la caja registradora.

—Buenos días, podría darme unas tostadas con queso, un omelette y jugo de fresa.

—Claro señorita, en unos diez minutos se lo llevaremos.

—Muchas gracias —respondió la bruja y dió un leve salto para bajar de la silla.

Al hacerlo, chocó con uno de los meseros, quien llevaba una bandeja en la que estaba situada una jarra de café negro y varias tazas. Todo se desparramó en el suelo, la cerámica se rompió en miles de pedazos y el contenido quedó esparcido por todo el suelo.