𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖁𝖊𝖎𝖓𝖙𝖎𝖓𝖚𝖊𝖛𝖊

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Mi amor es peligroso, porque soy tu enemigo
Vigila tu paso con cuidado
Porque lo sé, lo sé, lo sé, lo sé, me conozco
Peligroso, no puedo darte garantía, soy tu éxtasis de un día
Al día siguiente, no

Canción: My Love Is Dangerous
Artista: Freddie Mercury
Álbum: Mr. Bad Guy, 1985

Con sus delicadas manos, separó su cabello negro en dos y apretó la cola de caballo alta que se había hecho. Miró su delgada y curvilínea figura, posó en varios ángulos para ver cómo le quedaba la ropa, lucía unos jeans negros anchos, botas del mismo color y un jersey verde oscuro, algo muy distinto a lo que solía usar; se dirigió a su tocador y agarró un labial rojo, lo paso por sus labios y sonrió en el espejo.

—Ahora sí, lista—exclamó con un suspiro.

Fue hasta el armario y abrió la puerta, se sentó en el suelo y quitó una tabla floja del piso, dejando ver la carpeta marrón que había robado de la oficina de Brian, escondida allí junto a una daga de madera de Sauce. Sacó los objetos, el folder lo guardó en su bolso y el arma la colocó en su bota.

Tomó su bolso y se colocó el abrigo de piel, acomodo la coleta otra vez y salió del departamento, bajó por el ascensor para desalojar el edificio y emprender su viaje. El frío invierno la recibió en la calle, varias personas pasaban por ahí, pero ninguna prestó atención a su presencia, cuando piso el pavimento de la calle de inmediato se desvaneció para aparecer a unos metros de la frontera de Polaris, ese día Brian, Roger y Freddie partirían a las Tierras De Rhye, aprovecharía esa ocasión para irse y que nadie logre percatarse del repentino viaje.

Caminó unos cincuenta metros hasta llegar cerca al campo mágico, miró a los lados y verificó que nadie la observaba; elevó sus brazos y comenzó a trazar movimientos y murmurar palabras en otra lengua, el campo accedió a los encantamientos y una brecha de el se abrió, dejándola salir de Polaris.

De nuevo se teletransporto, pero está vez al límite de La Ciudad Oscura, una ciudad más pequeña que Polaris, rodeada por completo por un muro de piedra y en el centro de ella, había una roca de luna que cargaba con el palacio de el Rey Negro. Miró hacia arriba y observó que un pequeño pelotón de centinelas la apuntaban con todo tipo de armas.

—¡Identificación!—gritó uno de ellos apuntando con un arco y flecha.

La inmortal sacó su brazo izquierdo del abrigo, se arremangó el jersey que llevaba puesto y mostró el tatuaje falso de sol y luna que se había hecho hace una semana. Portaba el sello que daba acceso a todas las partes de Sandmoor con facilidad, ese que juraba lealtad al monarca y señalaba a los miembros de su círculo íntimo.

Había visto ese tatuaje incontables veces en las pieles de los amigos de Brian, cada detalle permanecía en su memoria.

—¡Abran las puertas!—gritó el centinela.

Las puertas de roble le dieron acceso a la falsa capital de Sandmoor, agarró la capucha de su abrigo, la puso en su cabeza y caminó cabizbaja. Recorrió los quinientos metros de colina, hasta que observó la gran ciudad, edificios negros, blancos y grises se embestian en los alrededores, al igual que casas de arquitectura gótica; siguió descendiendo hasta que llegó al pavimento y divisó una de la calles principales, dónde un centenar de carruajes estaban formados en fila con sus respectivos cocheros, la morena vió a un inmortal cerca comiendo una fruta y leyendo un periódico, sin dudarlo se dirigió a él.

—¿Cuánto hasta el puerto?

—Buenos días, señorita—saludó el cochero—. Tres monedas de oro y una de plata.

𝐓𝐡𝐞 𝐌𝐚𝐫𝐜𝐡 𝐎𝐟 𝐓𝐡𝐞 𝐁𝐥𝐚𝐜𝐤 𝐊𝐢𝐧𝐠 | 𝐌𝐚𝐲𝐥𝐨𝐫 (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora