Capítulo 11

1.4K 97 70
                                    

—Por qué me haces esto, yo confiaba en ti.

Le dije llorando, entrando sin permiso a su habitación. La atmósfera estaba cargada de una tensión palpable, como si el aire mismo supiera lo que estaba a punto de descubrir. Como era de esperarse, no me miraba; su atención estaba completamente absorbida por algo que me heló la sangre. Me llevé la maldita sorpresa de que estaba con el retrato de su esposa en la mano, sus dedos acariciaban la imagen con una ternura que me hizo sentir como una intrusa en su casa.
Fue como una revelación Abrumadora
La imagen de ella, sonriendo con esa luz que solo los recuerdos pueden aportar, parecía burlarse de mí en ese instante.

Fue tan claro para mí que este hombre no me quería, y aquello destruía lentamente mi corazón. El dolor se instaló en mi pecho como un puñal, y cada latido resonaba con la verdad que me negaba a aceptar. Era tan obvio, era tan obvio, pero aun así no quise verlo. Había construido un castillo de ilusiones, una fantasía en la que él y yo éramos los protagonistas de un romance salvaje y  apasionado. Sin embargo, allí estaba el , con el retrato de su esposa como un recordatorio cruel de lo que nunca podría ser.

—Yo no te he hecho nada, sola te hiciste ilusiones —escupió con desdén, apenas logré colarme dentro de su habitación.
Sus palabras, cargadas de veneno, me golpearon como una bofetada. El eco de su desprecio resonó en mis oídos, y cada sílaba se sentía como un ataque directo a mi corazón. Él solo disfrutó de mi angustia, dándome la espalda, ignorándome por completo. Me sentí morir al comprender que no tenía ni la más mínima intención de escucharme, aunque los dos sabíamos de antemano que era necesario hablar. Era extraño, pero, por un momento, lo odié con cada fibra de mi ser.

La rabia burbujeaba en mi interior, mezclándose con la tristeza y la desilusión. Por más que busqué razones, no hubo ninguna suficientemente buena que pudiera compensar el daño emocional que su actitud me estaba ocasionando. La imagen de aquel hombre, que una vez había sido mi refugio, se desvanecía ante mis ojos, transformándose en un extraño que se deleitaba con mi sufrimiento. Era de esperar que mis sentimientos me jugaran en contra y, frente a él, me sintiera como una niña pequeña: confundida, vulnerable y herida.

Fue entonces que comprendí que esa amargura que cargaba a cuestas bajo sus hombros aún permanecía fresca en su interior. Y aunque me doliera profundamente y no tuviera la valentía necesaria para admitirlo, su preocupación por aquella mujer muerta me dejó claro que él seguía enamorado de su esposa.

Verlo en ese estado tan penoso y funesto me dejó perpleja. No éramos grandes amigos, ni siquiera amigos cercanos, pero si no hubiera visto esto con mis propios ojos, jamás habría creído que ese hombre tan arrogante e insensible pudiera albergar en su corazón algún sentimiento sincero y puro. Sin embargo, ahí estaba, la misma maldita persona que había creído conocer, pero que ahora se mostraba frágil, desgastada por el dolor y la pérdida.

No era el hombre fuerte y valiente del que me había enamorado; frente a mí había un hombre que había dejado de luchar, que se había rendido ante la vida. Sus ojos, antes llenos de fuego, ahora eran un abismo de desesperanza, y su indiferencia hacia mí se sentía como un golpe en el estómago.

En ese instante, supe que nunca habría algo formal entre nosotros. Nunca quise ser su plato de segunda mesa o su maldito paño de lágrimas. Sabía que, aunque me derritiera por él, sus sentimientos hacia mí no cambiarían. Él nunca me amó, ni me prometió nada; yo solo fui la tonta que se dejó seducir por su magnetismo, y esa verdad era una herida que sangraba lentamente en mi corazón.

Fui tan ciega. Todo era tan claro, y aún así me negué a verlo. No tuve la fuerza para aceptar que jamás tendría la más remota oportunidad con él. Era evidente que solo me deseaba, que si tuvo sexo conmigo fue para apagar su deseo y su jodida lujuria. Esa misma lujuria que lo consumía, incluso mientras yo pretendía ser algo más que un mero juguete en su vida.

Dulce Venganza  (RIVAMIKA, ERWINMIKA, ARUMIKA, EREMIKA, REINERMIKA) Obra +🔞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora