Capítulo #31

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Mikasa se encontraba en una habitación oscura, donde la luz tenue de una lámpara proyectaba sombras que danzaban a su alrededor como espectros inquietos. Sostenía una copa de champagne entre sus dedos, observando cómo las burbujas chisporroteaban suavemente, ascendiendo y estallando en la superficie. Sin embargo, su mente estaba atrapada en un torbellino de recuerdos. Cada grito desgarrador de Eren resonaba en su cabeza, cada lágrima derramada por aquellos que amaba se convertía en un eco doloroso que reverberaba en su corazón. Una sonrisa satisfecha se dibujó en su rostro; Eren había sembrado el dolor y ahora estaba cosechando lo que había sembrado.

—Él eligió este camino —musitó para sí misma, sintiendo un alivio profundo que le llenaba el pecho—. No soy responsable de sus decisiones. Ahora pagará cada lágrima derramada por mí y por mis hijos.

El rencor la envolvía como una manta cálida, un abrigo oscuro que le proporcionaba un placer inconfundible. Era un poder oscuro, pero tan seductor. En ese momento, la puerta se abrió con un suave chirrido, y Reiner entró en la habitación. Su presencia era imponente; la luz resaltaba sus rasgos marcados y su figura robusta, mientras que una suavidad inusual brillaba en su mirada, un contraste intrigante con su apariencia poderosa.

Mikasa no pudo evitar admirar cómo la luz delineaba su cuerpo; cada músculo perfectamente esculpido y cada línea marcada hablaban de fuerza y determinación. Era un espectáculo hipnótico que la cautivaba, y el ardor que sentía en su interior crecía como un fuego incontrolable.

—¿Celebrando algo, mi señora? —preguntó Reiner con voz profunda y seductora, acercándose a ella con pasos seguros que hacían vibrar el aire entre ellos.

Mikasa levantó la vista, sintiendo cómo una chispa de tensión eléctrica cruzaba el espacio entre ellos.

—Solo reflexionando sobre lo ocurrido. No sabes el peso que me he quitado de encima, Reiner —respondió ella, dejando que sus palabras flotaran entre ellos como un desafío audaz, un eco de su propia liberación.

Reiner se acomodó a su lado, su mirada fija en la de ella con una intensidad casi palpable, como si pudiera leer los secretos más oscuros de su alma.

—A veces es bueno dejar salir lo que llevamos dentro —sugirió él con un tono grave envolvente—. No sabes cuánto me gusta esa mirada tuya, tan perversa y valiente.

Mikasa sintió cómo el ambiente se cargaba de tensión; había algo en Reiner que siempre la había atraído. Su confianza y fuerza eran irresistibles, como un imán que tiraba de ella hacia él.

—¿Y tú? ¿Qué piensas sobre lo que le hicimos a Eren? —preguntó Mikasa, inclinándose ligeramente hacia él, disfrutando del juego verbal que se desarrollaba entre ellos como si fueran dos gladiadores en una arena.

Reiner soltó una risa suave; sus ojos recorrían su figura con una intensidad que hacía que su piel se erizara.

—Opino que es un buen comienzo para alguien como él. A veces hay que hacer lo necesario, por muy perverso que sea.

—¿Lo necesario? —inquirió Mikasa desafiándolo con su mirada penetrante y provocadora.

Reiner se inclinó hacia ella; su voz bajó hasta convertirse en un susurro cargado de deseo.

—A veces también hay que disfrutar del momento.

Un escalofrío recorrió la espalda de Mikasa al escuchar esas palabras; la forma en que Reiner hablaba despertaba algo profundo dentro de ella: una mezcla de ira reprimida y deseo ardiente.

—¿Disfrutar del sufrimiento ajeno? En el caso de Eren, eso suena muy tentador —dijo ella con tono juguetón pero desafiante.

Reiner sonrió al acercarse aún más; su aliento cálido acariciaba la piel expuesta de Mikasa.

Dulce Venganza  (RIVAMIKA, ERWINMIKA, ARUMIKA, EREMIKA, REINERMIKA) Obra +🔞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora