Capítulo 3

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—El nuevo... —pensé—. El nuevo va a escapar. Va a escapar de este maldito infierno que nos tiene a ambos prisioneros.
La idea de que pudiera liberarse me llenó de una mezcla de esperanza y ansiedad. Si él lograba escapar, tal vez podría encontrar una forma de salir de este lugar también.
La idea de que alguien pudiera romper las cadenas que nos mantenían cautivos encendía una chispa de valentía en mi interior.

Mientras lo observaba, me di cuenta de que, a pesar de su exterior duro, había una fragilidad en él que resonaba conmigo. Ambos éramos prisioneros de nuestras circunstancias, pero quizás, solo quizás, juntos podríamos encontrar una salida. La posibilidad de una fuga se convirtió en un faro de esperanza en mi oscura existencia, y decidí que, si él estaba dispuesto a arriesgarlo todo, yo también lo haría.

Decidida a no dejarme morir en ese asqueroso psiquiátrico, dejé a un lado mi orgullo y, apenas vi a uno de esos malditos enfermeros que me acosaban a diario, me les ofrecí. La desesperación me había llevado a un punto en el que ya no podía permitirme la dignidad que había intentado mantener

.—Mierda... nena, pero qué par de tetas. Grandes y respingadas, tal como me gustan —señaló, su mirada lujuriosa recorriendo mi cuerpo con un deseo que me repugnaba.Cerré los ojos y dejé que ese maldito gozara de mi cuerpo lo suficiente como para que bajara la guardia.

Sabía que la única forma de escapar era clavarles los mismos sedantes que me inyectaban a mí para someterme. Ni yo misma me explico de dónde saqué valor para defenderme; supongo que fue la desesperación la que me impulsó. La verdad es que aun no lo tengo claro... Lo único que era bastante evidente para mí era que ver al nuevo no era simple coincidencia o algo por el estilo.

Debía ser una señal, una manifestación de dios que había una salida, una oportunidad para escapar de este infierno.Armándome de valor, me puse en marcha. Salí de mi habitación sin levantar sospechas, con el corazón latiendo desbocado en mi pecho. Intenté evitar cruzarme con el personal del hospital psiquiátrico y también con los locos que deambulaban por ahí. Era elemental que nadie me encontrara o me viese merodeando por la cocina; era la única manera que conocía que me llevaría directo al depósito.Así que, sin más alternativa, abrí la tapa del contenedor de basura y me lancé al interior, al igual que el nuevo. El hedor era impresionante, un recordatorio nauseabundo de la descomposición que me rodeaba, pero esta era la única salida a la tan añorada libertad.

—¿Y tú? —susurró por lo bajo el hombre, apenas me vio caer por el conducto de basura—. ¿Quién demonios eres? ¿Qué haces aquí? —preguntó alarmado y sorprendido al darse cuenta de que había sido descubierto.Sus ojos, llenos de incredulidad y curiosidad, se encontraron con los míos. En ese instante, supe que no estaba sola en esta lucha. Había algo en su mirada que reflejaba mi propia desesperación, como si ambos fuéramos prisioneros de un mismo destino.

—No soy nadie. Bueno, tal vez sí —señalé con un tono desafiante, sintiéndome un poco perdida en mis propias palabras—. Conformate con saber que soy alguien, al igual que tú, que quiere y necesita escapar de este infierno cuanto antes —exclamé, la adrenalina fluyendo a flor de piel. Estar cerca de este hombre me hacía sentir nerviosa, pero también extrañamente emocionada.

—Tsk... Maldita sea, al parecer todo se fue a la mierda justo antes de lo que había previsto —murmuró, frustrado.

—¿Qué dijiste? —pregunté, ofendida—. No sé de qué rayos hablas. ¡Aún tenemos una oportunidad de escapar! Solo quédate callado y no hagas tanto ruido. Si sigues quejándote, ahí sí que nos van a descubrir.

—¿Y tú quién demonios te crees para darme órdenes, mujer? A mí nadie me hace callar, menos una mocosa como tú —señaló, alterado. Lo ignoré; no era momento de discutir por cosas tan triviales. Si nos pillaban aquí abajo intentando escapar, sería nuestro fin, y la verdad, temía experimentar nuevamente esos malditos voltios en mi cuerpo.—Y bien... ¿cómo supiste de mi plan? ¿Cómo rayos me conoces? ¿Quién eres tú, maldita mocosa? —insistió, haciendo arcadas.

Dulce Venganza  (RIVAMIKA, ERWINMIKA, ARUMIKA, EREMIKA, REINERMIKA) Obra +🔞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora