Dulce Venganza (RIVAMIKA, ERWINMIKA, ARUMIKA, EREMIKA, REINERMIKA) Obra +🔞

Capítulo 6



-No dejaré que seas de ningún hombre, menos de ese maldito... Llevarás en mi vientre a mi hijo, seremos una linda familia., ya verás, yo te ayudaré a remplazar a esos chiquillos que perdiste, deja de llorar, te cuidare, jamás te haré daño, estoy muy enamorado de ti Mikasa.

Horas más tarde...

"No dejaré que seas de ningún hombre, menos de ese maldito"

Esas palabras salieron de sus labios con una determinación que helo cada centímetro de mi piel.
Con odio recordé al maldito que tenía frente a mí, y en ese instante, comprendí que era el momento de tomar el control de mi vida.

"Llevarás en tu vientre a mi hijo"

La idea de aceptar la posibilidad de ser madre de una bestia, de un ser que podría heredar la oscuridad de su padre, me llenaba de pavor.
La imagen de un futuro marcado por el sufrimiento y la violencia me empujaba a la desesperación. Debía escapar de ese maldito infierno cuanto antes si no quería que ese maldito desgraciado me dejara embarazada.

No podía permitir que ese maldito me dejara con un bastardo de el en el vientre.

Imposible, nunca le daría un hijo a un ser tan despreciable como él. La sola idea me llenaba de repulsión y asco. Después de que me quitó las esposas y se fue de la habitación, comencé a maquinar mi plan de escape. Con cada minuto que pasaba, la urgencia de escapar crecía dentro de mí. No podía quedarme de brazos cruzados esperando a que ese monstruo volviera. Comencé a buscar objetos que pudieran servirme como armas de defensa o como herramientas para poder escapar y abrir esa maldita puerta.

Día tras día, observaba con cautela desde mi celda, atento a cada movimiento y susurro en los pasillos de aquel lúgubre manicomio. El director, un hombre de semblante adusto y mirada penetrante, se reunía a menudo con Erwin, el despreciable psiquiatra que supervisaba mi caso. Sus conversaciones, siempre en privado y lejos de mi presencia, despertaban mi curiosidad y recelo.
Mientras otros pacientes eran tratados con relativa transparencia, mi situación parecía envuelta en un manto de secretismo. ¿Qué planes siniestros tramaban esos dos hombres a mis espaldas? ¿Acaso mi evolución era tan distinta a la de los demás idiotas que merecía un trato especial? Estas preguntas carcomían mi mente, impulsándome a tomar cartas en el asunto.

Tras un minucioso análisis de la rutina del personal y una cuidadosa planificación, encontré mi merecida oportunidad. Durante la hora del almuerzo, cuando la mayoría de los tontos se relajaban en la cafetería, logré seducir a un par de enfermeros ingenuos.

Con su ayuda, me deslicé como una sombra por los pasillos, evadiendo a los pocos vigilantes que merodeaban la sala principal.
Mi objetivo: la oficina del director.
Una vez allí, me apresuré a hurgar entre los documentos y expedientes, buscando pistas que revelaran la verdad oculta tras aquellas reuniones secretas. Cada papel que pasaba por mis manos avivaba mi determinación, alimentando la sospecha de que algo siniestro se gestaba en las entrañas de aquel maldito infierno.

Al escuchar voces me escondí en uno de los archivadores, sabía que de todas formas alguien tarde temprano podía entrar.
lo más produnte era mantenerse oculta mientras pensaba en que es lo que haría después.

45 minutos mas tarde aproximadamente.
Al escuchar las voces acercándose, mi corazón comenzó a latir con fuerza. Sin pensarlo dos veces, me apresuré a buscar un escondite. Fue entonces cuando divisé un gran archivador de metal, con sus puertas entornadas, como si me invitaran a ocultarme en su interior.

Sin dudarlo, me deslicé entre los expedientes y carpetas, cerrando la puerta tras de mí. El espacio era reducido, pero lo suficientemente amplio para mantenerme oculta. Ahora solo quedaba esperar y rezar por no ser descubierta.
Las voces se hicieron cada vez más claras y distinguí la inconfundible voz del director, acompañado de la castrosa y antipática de Annie. Contuve la respiración mientras escuchaba sus pasos acercarse al escritorio. Parecían estar discutiendo acaloradamente.