Capítulo 2

2.5K 187 132
                                    

--¡No! ¡No me toques! -grité, intentando retroceder, pero las esposas me mantenían prisionera.
-Oh, pero querida, no tienes idea de lo que te espera aquí. Este lugar no es un refugio, es un laberinto del que no podrás escapar -dijo, su voz un susurro en el aire, como un veneno que se filtraba en mis venas.
La risa de sus compañeros resonaba en mi mente, y la desesperación se transformó en un grito silencioso. No podía permitir que esto sucediera. Tenía que encontrar una manera de salir de allí, de escapar de este horror. Mis hijos merecían que yo luchara por ellos, y no descansaría hasta que se hiciera justicia.

-Hmmm... ¿Así que vas a gritar? -preguntó, su voz cargada de una falsa inocencia-. Pues bien, grita todo lo que quieras -sonrió de soslayo-. Quizás no lo sabes, pero... si algo hay que me parezca interesante es cuando una paciente da batalla al momento del sexo. Hace que el coito sea más divertido y picante -mencionó, acercándose y dejando caer su maldito pantalón al piso.
Su proximidad me asustaba, y ver esa mirada llena de deseo en sus ojos solo lograba darme una profunda repulsión. Era como si cada centímetro que se acercaba a mí despojara de mi dignidad, como si su presencia oscura se adhiriera a mi piel, ensuciando todo lo que alguna vez había sido puro. La forma en que sus labios se curvaban en una sonrisa torcida me hacía sentir como si estuviera atrapada en una pesadilla de la que no podía despertar.
La risa burlona que escapaba de su boca resonaba en mis oídos, un eco cruel que se mezclaba con el latido frenético de mi corazón. Cada palabra que pronunciaba era un veneno que se filtraba en mi mente, y la idea de que él disfrutara de mi sufrimiento me llenaba de un terror paralizante. La repulsión se convertía en un grito interno que resonaba en mi mente: ¡No! ¡No permitiré que esto suceda!
-¿Te asusta mi cercanía? -preguntó, su voz un susurro cargado de burla. Su tono era como un cuchillo afilado.
Intenté moverme, pero las esposas que me mantenían sujeta a la cama eran un recordatorio cruel de mi situación. La desesperación se apoderaba de mí, y la imagen de mis hijos, de sus risas y sonrisas, se cruzaba en mi mente. Tenía que luchar, no solo por mí, sino por ellos.

-¡No me toques! -grité, con la voz temblando de rabia y horror. La repulsión que sentía por él se intensificaba con cada segundo que pasaba, convirtiendo el aire en un veneno que me asfixiaba. La idea de que pudiera tocarme, de que intentara arrebatarme lo poco que me quedaba, me llenaba de terror. Cada palabra que salía de mi boca era un intento desesperado de recuperar el control sobre mi propia vida.

-Eso es, grita, sufre, llora -dijo, disfrutando de mi angustia, como si mi dolor fuera su mayor placer-. Verás que nadie vendrá por ti. Ni te imaginas cuánto he esperado este momento. Estaba harto de tener que masturbarme frente a ti, quitándote la ropa. No sabes cómo me enciende tu exquisito cuerpo, tenerte amarrada a mi disposición. Eres una perra loca, tan hermosa, tan preciosa... La más hermosa paciente que ha llegado a este maldito hospital.
Sus palabras eran como dagas, cada una de ellas se hundía más profundo en mi corazón. La mezcla de miedo y asco se agolpaba en mi pecho, y la rabia se convertía en un fuego ardiente. No podía dejar que me despojara de mi dignidad. No podía permitir que su deseo se convirtiera en mi condena.

-¡Eres un cerdo! ¡No me toques! ¡Suéltame, desgraciado! -le grité, horrorizada, mientras la desesperación me empujaba a luchar, a resistir. Mi voz resonaba en la habitación vacía, un eco de mi impotencia que se perdía en la indiferencia del lugar.

-Al principio, eso es lo que dicen todas -mencionó, su voz cargada de una falsa compasión-. Aunque sé que te va a doler cuando te folle. Te resistirás porque la tengo gruesa, cariño, pero solo será por un tiempo, un tiempo demasiado corto.
La forma en que se acercaba, la forma en que sus manos se movían hacia mí, me llenaba de pánico. No podía dejar que esto sucediera. Tenía que encontrar una manera de luchar, de escapar de sus manos. La adrenalina corría por mis venas, alimentando mi determinación. En mi mente, una y otra vez, repetía que debía resistir, que no podía dejar que se saliera con la suya.

Dulce Venganza  (RIVAMIKA, ERWINMIKA, ARUMIKA, EREMIKA, REINERMIKA) Obra +🔞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora