Capítulo 39: El lugar en donde todo acabó

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Nos encaminamos hacia la máquina expendedora más cercana, en donde introduzco el único billete que tengo en mi cartera y compro unas Loy's sabor queso.

—¡JODER! ¡LO ODIO CON TODA MI ALMA! ¡QUISIERA QUEMARLE LOS TESTÍCULOS CON LOS RESTOS DE TODOS SUS PUTOS CIGARROS!

Posterior a mi desahogo lleno de ira, retiro la bolsa y la abro con tanta fuerza que provoca que salgan disparadas varias patatas. Habiendo esquivado algunas por los pelos, el joven de cabello oscuro se encoge un poco a la par que separa sus pequeños labios.

—No puedo evitar quedarme callado cada vez que ustedes dos hablan... Cuando sucede, parece que en cualquier momento va a correr sangre.

—De por sí eres alguien tímido, por lo que es entendible que no te metas. Y te confieso que el aura intimidante de Satoshi también me afecta a mí.

Ahora que lo pienso... Kazuya nunca le dirigió la palabra. En el caso del Búho Nocturno, los dos participaban en los debates pero nunca tuvieron un mínimo intercambio de palabras.

Y la razón es obvia: Son como el agua y el aceite. Un chico frágil y atento contra un hombre feroz y retrasado.

—En fin. A diferencia de nuestras investigaciones pasadas, no tenemos ningún tiempo límite que nos presione en apurarnos. De igual forma, quiero darme prisa.

Me meto un par de patatas fritas en la boca y empiezo a dirigirme a la salida de la escuela, la cual continúa en período de clases y por esto es que logramos irnos sin toparnos con nadie.

Nos subimos a un taxi, dado que no tengo auto ni me interesa aprender a conducir por el tremendo dolor de ovarios que sería. Además de que seguramente me entrarían ganas de atropellar al primer subnormal que me joda.

El viaje dura unos diez minutos hasta que llegamos a nuestro destino. Siendo absurdamente conveniente, el tipo que condujo resulta ser un fan mío y decide no cobrarnos. Gasté  todo mi dinero en los snacks, por lo que si me hubiera reclamado el dinero... Habría abierto la puerta de una patada y marchado cagando leches.

Me bajo del coche junto a mi compañero, para a continuación contemplar el lugar rodeado por una intensa oscuridad.


13 de Agosto, 11:29 AM. Fábrica de muñecas inflables.


El aura del sitio consigue que mi hijo adoptivo se inquiete un poco.

—No pensaba que un e-edificio podía i-imponer tanto...

—Creo que ya es jodidamente obvio por el adjetivo que uso cuando me refiero a él, pero tengo que decirlo: No hay nadie dentro porque la abandonaron hace mucho.

Por lo tanto, no es ilegal entrar. Y por supuesto, aunque lo fuera, me habría metido igual.

Empujo las dos puertas de la entrada en mal estado y me adentro con mi camarada al lado.

Si no fuera por las láminas de vidrios de las paredes, las sombras nos habría engullido al instante.

—H-Huh...

Incomodándose por el escenario, el muchacho de ojos negros se aferra a la manga de mi gabardina.

Los rayos del sol iluminan secciones del suelo, pero sigue siendo complicado el poder caminar sin chocarse con nada. El techo tiene goteras, pese a no haber llovido en semanas... Mejor no intento descubrir qué es ese líquido. Puedo sentir el tacto de las hojas en mis pies, a causa del moho y las malas hierbas que brotaron. Las columnas se ven muy frágiles y me dan la impresión de que en cualquier momento la fábrica se derrumbará.

Súper Detective HanakoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora