(Pausada) wιcĸed gaмe ━━ 𝐊 . 𝐌𝐈𝐊𝐀𝐄𝐋𝐒𝐎𝐍 [ESPAÑOL]

[ᴄʰᵃᵖᵗᵉʳ sⁱˣᵗʸ-ᴛʰʳᵉᵉ ]

1922, Chicago.

La opinión inicial de Astrid sobre Stefan Salvatore era contradictoria. Por fuera, parecía un caballero, con una sonrisa diabólica y atractiva que imitaba a la de su marido, pero más allá de eso, sus ojos marrones sin emoción eran una ventana a su alma.

Era insensible, insensible y calculador. Su humanidad estaba apagada, convirtiéndolo en el psicópata destripador de Monterrey.

Hacía tiempo que no se encontraban con un destripador, un verdadero destripador.

A lo largo de su extensa vida de novecientos años, Astrid sólo se había topado con un par de destripadores, cada uno más inquietante que el anterior.

Los destripadores eran vampiros sádicos que disfrutaban matando, sacrificando y mutilando a sus víctimas, la mayoría de ellas con su humanidad apagada.

Tenían una falta de control, un apetito insaciable que nunca podía ser saciado, una sed de sangre tan grande que arrasaban pueblos y ciudades.

Por supuesto, su marido estaría naturalmente fascinado con alguien tan brutal y animal como un destripador, pero éste no era un destripador cualquiera.

Este era el destripador de Monterey, el infame vampiro que traía la muerte y la devastación a la ciudad, pintando el pueblo de carmesí con la sangre de sus víctimas.

Astrid sabía que no era una santa, sin duda tenía mucha más sangre en sus manos que Stefan, había sido la muerte de miles y miles de humanos inocentes y criaturas sobrenaturales por igual.

El recuento de cadáveres de su marido era sin duda mucho mayor que el suyo. Nik había matado a miles de personas por el mero hecho de mirar a su mujer de forma equivocada, ya fuera con una mirada demasiado larga o con desagrado y falta de respeto.

Pero al igual que la mayoría de su especie, Astrid sabía que había una línea tácita que nunca debía cruzarse, uno no dañaba físicamente a un niño, sin embargo, sabía que Stefan había destrozado familias en Monterrey, arrancándoles miembro a miembro.