07

4.9K 837 424
                                    

Cerró los ojos durante un instante, apoyado contra el cabecero y el hombro del niño. Suspiró en voz baja, cruzándose de brazos, algo encogido.

—Pareces cansado. —Megumi lo miró con detenimiento, acomodándose en su pecho, medio sentado sobre la almohada. La sudadera gris del albino era suave y cálida. Le gustaba. —¿Por qué has venido hoy, si no tenemos clase?

Hacía un par de horas que Satoru había llegado y aún no era la hora de comer. El padre del crío había tomado la decisión de llamar a casa del mejor amigo del pequeño e invitarle. Le había estado leyendo un libro de fantasía, de aquellos que adoraba, pero había sido incapaz de concentrarse. Incluso había tenido que pedirle perdón por confundir frases y palabras con otras distintas.

No había dormido demasiado. Aunque, pensándolo mejor, directamente no había dormido absolutamente nada.

—Porque me gusta estar contigo. —Acarició el pelo azabache, agradeciendo que no opusiera resistencia a que le despeinara. Besó su cabeza con delicadeza, fijándose en las profundas ojeras, en que su rostro infantil parecía más delgado.

—Oh. —El niño soltó una tenue exhalación y se tocó el pecho unos segundos, para luego apartar la mano y tomar la del otro. —Pensé que era porque te gusta estar con papá.

Sonrió nerviosamente, acariciando sus bonitas mejillas. Se hundió un poco más en el colchón, ocultando la cabeza del pequeño en su pecho para que no viera lo jodidamente rojo que se estaba poniendo. Sentía el calor asfixiar su cara. Fushiguro era inteligente y astuto.

—Es mi papá. —Puntualizó el menor, alzando la mirada con curiosidad. El muy maldito seguramente lo estaba diciendo para molestarle. Pudo ver el rosado extenderse aún más por la nívea piel de Gojō y rio en voz baja, travieso.

—Sí, lo que sea. —Le restó importancia con un leve gesto, revolviendo su pelo de nuevo, intentando molestarlo también. De repente, escucharon el timbre y los pasos de Toji en el recibidor. Detuvo a Megumi, que quería levantarse. —No deberías de hacerlo, cielo, estás muy cansado.

El niño asintió, frotándose los ojos, aún en pijama. Odiaba estar en pijama, pero aquel era uno de esos que parecía hecho de pelo y era cómodo, no pasaba ningún frío.

Satoru se incorporó y se sentó al borde de la cama, algo exhausto. De repente, se miró las manos, la sudadera, y no pudo evitar abrir ligeramente la boca. Asustado, su corazón comenzó a bombear con más fuerza y las lágrimas quisieron escaparse en forma de gotas de lluvia.

Todo estaba lleno de finas hebras de pelo negro. Se sacudió la ropa y las manos, como si fuera la prueba de un crimen. Aquello no podía estar sucediendo. Tomó sus gafas y se las puso con prisa, ocultando su devastación.

—¡Hola, Gominola!

Un chico de la misma edad que Fushiguro se asomó a la puerta y entró, contento. Los orificios de su nariz tenían manchas rojizas, y tenía un raspón en la mejilla que parecía reciente, con perlas de sangre. Sus rasgos eran graciosos y agradables, tenía el pelo castaño y una gran sudadera amarilla, junto a los pantalones que llegaban hasta las rodillas, donde había tiritas con estampado de animales.

Y, sin hacer caso de su advertencia, Megumi se levantó con dificultad. Apenas pudo dar un par de pasos cuando sus piernas fallaron y se abrazó a Itadori con cariño, cerrando los ojos con fuerza, como si no quisiera que desapareciera.

—Yuuji. —Susurró, enterrando la cabeza en su cuello. Estaba temblando.

El albino salió de la habitación, respetando la privacidad de ambos, y arrimó la puerta. Aún con todo, se quedó al otro lado, pensando en asomarse y mirar por la rendija, o en pegarse a la pared y escuchar. El recién llegado llamaba irremediablemente su atención.

Love of my life || TojiSatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora