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Acarició su rostro con cariño, deslizando los dedos por su mandíbula, rozando su mejilla con el índice. Tocó la punta de su nariz con el pulgar y el hombre cerró los ojos por aquel gesto para, acto seguido, tomar su mano y acercarla más, como un gato disfrutando de los mimos diarios.

—¿Cómo te la hiciste? —Preguntó, delineando su labio inferior hasta llegar a la cicatriz.

—Fue mi padre. —Toji apartó la mirada, repentinamente abrumado por la suavidad que tenía al tocarle, acariciarle, como si fuera lo más preciado de toda su jodida vida. El otro se disculpó en voz baja. Se quedaron en silencio, chocando con las pupilas del otro, sus mejillas teñidas de rojo y las sábanas tomando su calor. —¿Somos pareja?

Satoru tembló, ocultando la cabeza en su pecho. De pronto, tenía un nudo atascado en su garganta y sus torpes palabras ya ni siquiera podían salir con normalidad. De pronto, recordaba todo lo que le había confesado, noches atrás, la oportunidad que le había pedido, su primer beso —tal vez algo brusco— en el ascensor de su edificio.

—Te quiero. —Alcanzó a susurrar, sintiendo las lágrimas subir a sus ojos, inundando su visión. Los cerró y dejó que fluyeran por su cara. Tomó una bocanada de aire, notando una mano acariciando su espalda. —Te parezco un buen chico, ¿verdad? Te lo dije aquella noche, lo soy y te quiero mucho. Me gustas...

—Está bien, no llores. —Intentó calmarlo, tenso. Odiaba cuando la gente lloraba cerca de él, pues siempre acababa por cagarla aún más,. Como aquella vez en la que Megumi se echó a llorar porque no le había hecho ninguna tarjeta por Navidad al olvidarlo y él le había dicho que no importaba, ya que Papá Noel ni siquiera existía. Recordó cómo había acunado a su pequeño, pidiendo perdón y dándose bofetadas mentales por su enorme estupidez. —Somos pareja, cielo.

Alzó el mentón, dejando que le limpiara las lágrimas con delicadeza y sonrió, dolorido. Se abrazó a su cuello, apegándose a su cuerpo y sintiendo cada parte de él contra sí mismo, atrapó sus labios en un desastroso beso con sabor a sal. Por primera vez, se sentía querido y mimado, sentía que podía olvidar toda su infancia y estar junto a él y su hijo. Visitarían a Megumi, se lo contarían y podrían ser felices los tres.

Por fin dejaría de sentirse solo, de encerrarse en la habitación de su solitario apartamento y sollozar frente al espejo.

—Cuidaré de ti. —Continuó el otro, sosteniendo su mentón para repartir besos por todo su bonito rostro.

Asintió, sorbiendo por la nariz. Se apegó de nuevo a su pecho, suspirando en intentos de calmar su respiración. Si se esforzaba, podía llegar a escuchar los latidos de Fushiguro al otro lado de la tela negra. Se quedaron callados otra vez, como si ya hubieran soltado todo lo que tenían que decirse.

Media hora después, ya con la lámpara apagada, el sueño no pesaba en los párpados de ninguno.

Toji pensó que debería de invitarle a vivir con él y su hijo, insinuarle que quería que se quedara allí para siempre, a su lado. Lo ayudaría con la mudanza y le compraría helado a Megumi y al albino todas las tardes, hiciera la temperatura que hiciera. Iba a comentarlo, a susurrarle que quería que durmiera en su cama todas las noches de aquel momento en adelante. También dejaría de fumar, había un paquete de cigarrillos sobre la mesita de noche, junto a un pequeño cenicero. Tenía que dejarlo.

Sin embargo, se dio cuenta de cómo, progresivamente, iba restregando su rostro contra sus pectorales desnudos, pues hacía rato que se había quitado la camiseta. Frunció el ceño y sujetó sus brazos, intentando mantenerlo quieto. Llegó a pensar que era un tic nervioso o que realmente estaba simulando que lo acunaba.

—¿Qué haces? —Preguntó, sin molestarse en encender la luz. La penumbra entraba por entre las cortinas en forma de una Luna tenue y tímida.

—Pasar mi cara por entre tus tetas. —Confesó Satoru, soltando una repentina carcajada. Se abrazaba a él y le incitaba a rodar por todo el colchón. Estaba feliz de ser parte de su vida.

Love of my life || TojiSatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora