Capítulo 7. Ojos Oscuros

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"Tratar de sanar una herida y de recuperar la confianza perdida, suele ser una labor titánica tanto para quién infringe la herida como para quién recibió el daño".

—¡Es impresionante! —dice Miguel mientras recorre la casa.

—Lo impresionante es que algo te impresione —le respondo y sigo caminando al final del pasillo donde está mi cuarto y vaya que es bonito.

No tiene nada que envidiarle a un hotel cinco estrellas, con una cama y un tv plasma enorme, un baño con jacuzzi, etc. Cuando vine por una semana preferí quedarme en un hotel, no confiaba en nadie y no sabía cómo era mi abuela. Dejo sola a doña Meche, el ama de llaves quien insistió en colocar mi ropa y aprovecho para ir a ver a mi abuela, en cuanto me ve su rostro se ilumina, la veo realmente feliz.

—Me encanta verte así mi viejita hermosa —le doy un fuerte abrazo.

—Mi amor, cómo no voy a estar contenta si te tengo conmigo tengo todo —no comprendo por qué papá no heredó su corazón.

—Déjame revisarte —comienzo a hacerle un chequeo rápido. Ha comido bien a pesar del viaje.

—Estoy bien, hijo. Sólo un poco cansada, cuando puedas habla con Jacinto, él es el capataz de la hacienda ya sabe que tú estás a cargo de todo. Las cuentas están liberadas y tu firma fue agregada, puedes disponer de todo. Le quitaste un peso de encima a esta vieja que ya no podía ni consigo misma —la miro con ternura. ¿Cómo es posible que haya estado tanto tiempo sola?

—Tranquila, yo me hago cargo de todo abuela y la enfermera estará pendiente de ti. Iré a hacer un recorrido para conocer la hacienda, descansa —le doy un beso en la frente.

—También habla con don Rigoberto, él te puede explicar paso a paso cómo cultivamos y exportamos las manzanas, confía en el —asiento y salgo.

Me encuentro en el pasillo con Miguel y almorzamos en la cocina, la gente nos ve con cara de asustados, aún sigo siendo un desconocido por aquí. Además, de que he convocado a una reunión a todos los empleados de la hacienda.

—Me encanta esta hacienda, iré al hospital a organizar todo. Tú no te preocupes, sé que tienes mucho trabajo por aquí —me dice Miguel levantándose.

—¡Gracias! Hay tres autos disponibles, toma el que quieras las llaves están en el despacho —le explico mientras termino de comer.

—¡Listo, gracias! —sale emocionado, es como un niño.

Camino hacia las caballerizas, están todos afuera esperándome. Son alrededor de 90 empleados; los escucho susurrar y parecen preocupados. Cuando me ven se hace un silencio total, me detengo frente a ellos.

—¡Buenas tardes, tengan todos! Mi nombre es Armando Ibarra. Sé que ya me habían visto antes y saben quién soy. Así que, seré breve. Cómo es de su conocimiento mi Abuela Regina está delicada de salud, así que a partir de este momento yo estoy a cargo de la hacienda. Habrá algunos cambios y mejoras para todos, lo único que les pido es que sigan como hasta ahora, trabajando arduamente y que me apoyen como han apoyado a mi abuela a lo largo de estos años —los veo directo a los ojos —. ¿Tienen preguntas? —se ven unos a otros, pero nadie dice nada —Bien, si no hay preguntas los dejo para que sigan con sus labores. Por favor; Jacinto, don Rigoberto y Meche, acérquense —todos asienten en silencio y se van.

—Don Rigoberto, mañana a las nueve de la mañana lo espero en mi despacho, lleve los libros actualizados.

Don Rigoberto es el contador y enlace para exportar fuera del país. Por supuesto que sé con exactitud el estado financiero en el que se encuentra la hacienda y vaya que me he sorprendido, se ha sostenido muy bien estos últimos ocho años.

Torbellino de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora