Capítulo 1 - parte 2

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Capítulo 1

[2016, Septiembre, 13]


Todavía no hay resplandor en el cielo. Además de ser temprano, las nubes no se disipan. La lluvia continúa, pero con menor intensidad.

A las 6:30 a.m. es la hora que normalmente despierta, ya que las clases comienzan a las 9:00 a.m. Kanae se incorpora en la cama somnolienta, y apenas pone un pie fuera, se dirige al baño para lavarse los dientes. Luego coge un cepillo para el cabello y se peina.

Tiembla del frío en pleno verano, la zona en donde vive es fresca de por sí, y la tormenta provoca aún más baja temperatura. Regresa a su habitación y cambia su pijama por el uniforme escolar: un saco verde agua obscuro que cubre toda la camisa y lazo, la camisa blanca a excepción de los detalles y el lazo bordó, la falda llega apenas un poco arriba de las rodillas y es verde azulado obscuro, un par de medias blancas que cubren sus piernas por completo, y unos zapatos marrones. Sería la versión de invierno del uniforme.

Fuera de la ropa, se hace un delineado simple como todos los días. Guarda el celular en la mochila, y agarra el paraguas que está al lado de un armario en su habitación, en una esquina.

Ya lista, cierra las cortinas de su habitación y despide a sus padres. Al salir, cierra la puerta tras ella y abre el paraguas, transparente. A través de él se distinguen las gotas, que al caer hacen un sonido muy relajante para Kanae. Esta vez pasa por las rocas, ya que el arroyo suele crecer más durante la lluvia. No tarda mucho en llegar al otro lado, y sigue despacio hasta llegar a la parada. No es como a la tarde que el tren llega pronto. A las primeras horas le toca esperar. Se sienta en una larga banca techada, que le resguarda del agua.


A los 20 minutos, se oye el sonido del vehículo, y ella que parecía dormida otra vez, reacciona levantándose rápidamente para no perderlo. Los pasajeros que estaban cerca ríen por ello, pero tratan de disimular. Por su parte, la chica, al tomar asiento en el vagón vuelve a su estado anterior, y por el casi absoluto silencio de donde ella está, además del ruido del agua, se duerme sentada.

Dentro de los sueños de Kanae, se la ve mirando fotografías en un lugar obscuro. Cada una, cuando ella se acerca a observarla, tiene su propio sonido, y luego animación, como si fuese un preview. Con una expresión calmada, agarra una y se reproducen algunos recuerdos de su infancia. Cómo durante casi un año dormían en casas de vecinos o bajo árboles, cómo luego sus padres comenzaron a construir la casa, cómo poco a poco pasaron de no tener nada, a tener las cosas básicas, cómo terminaron de construir y luego les quedaron sólo ajustes, también cómo pudieron enviarla ya tranquilos a primaria. Lo que nunca les faltó, fue el amor, que les permitió seguir adelante. Creció en un lugar lleno de valores, donde la regañaron muchas veces, pero también la consolaron y escucharon. Donde a pesar de su escaso dinero se las ingeniaron para que enfermara lo menos posible y llevarla al médico cuando era necesario. Donde aunque tuvo problemas de aprendizaje como de atención durante varios años, por más ocupados que estuviesen sus padres la educaron a un punto que sólo parece que es algo distraída y nada grave. Sus padres son muy importantes para ella. Kanae sonríe cálidamente y deja de manera suave la foto de donde la tomó, agarra otra. Se ve como si hubiera un problema de interferencia o de señal de TV, y por anticipación a que se convierta en una pesadilla la suelta de inmediato. No llega a ser suficiente. Todas las fotos se convierten en la que soltó, y empiezan a brillar de un violeta fuerte, girando al rededor de ella. La chica suspira y se les queda mirando, pues no hay ruidos fuertes, ni monstruos, ni nada que la asuste en particular. El color se torna cada vez más brillante, hasta que termina por despertar.

—Oye, si no despiertas llegarás tarde. Arriba.

Una voz que reconoce se oye distante. Se hace más nítida a medida que abre los ojos. Otra vez, a unos centímetros de su rostro, el mismo chico del día anterior.

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