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Las limusinas estacionan en el espacio privado y amplio de la mansión Hargreeves. Las puertas llevan seguros programados, una forma nada sutil de decirles que no se moverán de ahí hasta que Reginald Hargreeves se los permita.

Nada nuevo, de todos modos.

Entonces, cuando se les permite bajar y ponen sus pies en el suelo, Reginald toma a Klaus del brazo y lo separa del resto.

—¡Oye suéltalo! —Diego reclama, haciendo el ademán de ir a recuperarlo, pero Reginald hace una indicación con una sola mirada mientras aprieta la muñeca de Klaus con mucha más fuerza de la necesaria (Klaus no habla. No se mueve. Solo mira al suelo), y un hombre corpulento está sosteniendo a Diego por los hombros—. ¡Suéltame! ¡Klaus!

—Olvidaron una de sus primeras lecciones, niños —señala. El brillo del sol se refleja en su monóculo—. No muerdes la mano que te da de comer.

Allison se inclina hacia uno de ellos, pero Reginald habla antes de que ella pueda susurrar uno de sus rumores a sus oídos.

—Atrévete, Número Tres —advierte con una sonrisa petulante—. Sabes lo que puedo hacer. A las personas del hospital, a todos.

La de rizos se queda quieta como una estatua en su lugar.

—Está débil, tuvo un lavado de estómago —Luther pide, como si una parte de él todavía esperara que este hombre al que llamó su padre por tanto tiempo pueda razonar—, déjalo.

—Tu insubordinación me sorprende, Número Uno. Lo corregiremos a su debido tiempo.

—¿Qué vas a hacerle? —Ben pregunta, retorciendo las manos con ansiedad mientras el monstruo gruñe en su estomago, listo para destruir.

—El Número Cuatro necesita una nueva sesión de entrenamiento especial —responde—. Tú también, Número Seis. Número dos irá al tanque, Número Uno a la sala de aislamiento y Número Tres a la enfermería, custodiada por Grace. Luego haré mis veredictos.

Los está separando, de nuevo. Es lo que siempre ha hecho, se dan cuenta, mantenerlos separados.

—No. ¡Tienes que escucharnos! Sabemos porqué volvió Cinco —Luther insiste, a pesar de que Reginald no parece inmutarse por ninguna de sus palabras—, el fin del mundo es...

De repente, Klaus levanta la cabeza y mira con una mueca de horror un punto vacío cerca de sus hermanos. —Pogo... —jadea en voz baja pero audible.

¿Qué?

—Habla claro, Número Cuatro. Sabes que no tolero los balbuceos.

—Pogo —Klaus repite, sus ojos verdes repentinamente húmedos—, está aquí —señala al frente, un punto en el vacío.

Ninguno de sus hermanos es capaz de hablar o moverse. Lo que está diciendo, lo que insinúa es...

Reginald Hargreeves se tensa, como si su control total de la situación disminuyera.

Una lágrima se desliza por la pálida mejilla de Klaus mientras mira el punto en el vacío. Es Pogo, con el cuello roto y una mirada tan triste. Es... Es horrible. ¿Por qué? ¿Cómo? Jadea, negando con la cabeza mientras intenta retroceder, pero su padre lo mantiene con fuerza en el lugar.

"Amo Klaus"

Klaus aprieta los ojos y gira la cabeza. No es verdad. No es verdad. Esto no está pasando. Mierda, no.

—¡Número Cuatro! Míralo, míralo y pregúntale qué pasó —ordena Reginald.

Levanta la mirada lentamente y Pogo sigue ahí, cercano, triste y roto.

Wrong Time | The Umbrella Academy.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora