Ahora eres un bizcochito de garbanzos.

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Izuku

La boda de Todoroki y Momo fue increíble , llena de todas aquellas personas tan especiales para ellos. A partir de ese día en mi interior surgió la necesidad de querer expresarle mis sentimientos a Ochako de otra manera.. sin embargo.. las cosas no siempre suceden de la forma en la que uno espera , pero de eso ya me he acostumbrado. Mi historia con Ocha siempre da giros inesperados, giros que cambian la perspectiva de todo lo que ocurre y de golpe dan vuelta nuestro mundo.

Me gusta pensar que soy un muchacho capaz de conservar la calma en las situaciones más difíciles. Es un cambio brutal con respecto a mis años de adolescente rebelde. Por aquel entonces, la ira que me corroía por dentro iba de la mano de mi capacidad para meterme en problemas. Mi padre solía llamarme  "terremoto" y seguramente se quedaba corto.  Por cierto ,la capacidad para meterme en problemas aún esta intacta.

Me metí en tantas peleas que superé con creces los índices de delincuencia de todo un pueblo . Las cosas han cambiado desde entonces, mucha gente de la que me conoció en mi etapa de instituto estaría de acuerdo. Me he tranquilizado y liberado de casi toda la rabia, aunque eso no significa que de vez en cuando no haya algo que me haga saltar. En estos últimos años, Ochako ha hecho un trabajo increíble manteniendo a raya mi locura, pero a veces no la puedo controlar, sobre todo cuando tengo cerca al algún que otro capullo que la relojea de arriba a abajo. 

Por suerte, ya sé qué es lo que debo hacer para no descarrilar y volver a las andadas. Necesito tener un propósito en la vida, saber que puedo serle de utilidad a la gente, que tengo alguien a quien amar y proteger, alguien que es solo mío. Sé perfectamente cuál es la diferencia entre que Ocha me necesite en su vida y que quiera que forme parte de ella, aunque, no lo negaré ,también me gusta sentir que está tan perdida sin mí como yo sin ella. 

La cuestión es que Ochako Uraraka le da sentido a mi vida y me ayuda a no perder los estribos. Es mi ancla, la persona que con su sola presencia me levanta el ánimo cuando vuelvo a casa por la noche agotado y estresado por las clases o por el futuro. Es mi compañera, mi compinche y mientras yo siga aquí, siempre tendrá alguien con quien contar, un hombro en el que apoyarse y unos brazos abiertos de par en par. Me prometí a mí mismo, después de la millonésima cagada, que no la defraudaría más e intento cumplir mi palabra, pero a veces no puedo evitar meter la pata.

Supongo que es difícil deshacerse de las viejas costumbres. Llevaba una temporada muy bien, viviendo la vida, ayudando a Ocha a escoger los biquinis con menos tela para ponérselos, o no, en nuestras vacaciones en Bora Bora, el lugar donde pensaba hacerle una propuesta sumamente importante. Mi mayor preocupación hasta el momento era la fecha de entrega del próximo trabajo de la universidad y si había citado suficientes fuentes, ya está. Ahora, en cambio ,podrían darme un puñetazo en la rodilla y ni siquiera reaccionaría.

 La vida acaba de lanzarme una bomba y creo que pasará mucho tiempo hasta que algo la supere. He estado yendo de aquí para allá como un zombi desde el sábado por la mañana, cuando mi novia me dijo que podría ser que estuviera embarazada. No recuerdo mucho del momento exacto o de las horas posteriores, más allá de que salí a comprar cinco pruebas de embarazo de distintas marcas. 

Sí que recuerdo la cara de pena de la farmacéutica mientras me cobraba, me la imagino mirándome y pensando ¡Pobre infeliz! para sus adentros. Iba como sonámbulo y me costaba mantener la compostura delante de Ocha. Ya he dicho que me considero una persona racional y que sé mantener el control, menos en situaciones que impliquen haber dejado embarazada a mi novia de veintitrés años. 

Vivir contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora