...y te sacaran los ojos (parte 6)

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–¡Guardia! ¡Guardia! ¡GUARDIIIIAAAA!!!!

Lo alaridos de Mildew retumbaban con intensidad por los largos pasadizos que conformaban las entrañas de la isla de los outcast. Las frías paredes de piedra, perfectas para el eco intensificaron los llamados insistentes del viejo gruñón. No importaba cuanto sus carceleros intentaron ignorarlo, el cascarrabias no dejaba de bramar como una bestia herida.

Al final, uno de los guardias, probablemente el que tenía menos paciencia, regresó ante la celda del viejo, golpeando los barrotes de hierro con su mazo ante sus deseos de romperle la cabeza al anciano latoso.

–¡¿Qué carajos es lo que quieres, pedazo de vejestorio?! –gruñó el bandido furibundo.

–¡Cállate imbécil! –le respondió Mildew sin dejarse intimidar, pero alejándose por precaución de la reja de su celda –. ¡¿Dónde está Alvin?! ¡¿Quiero hablar con Alvin?!

El guardia volvió a golpea la reja, obteniendo un leve chirrido por parte del anciano pendenciero.

–¡Ve a cerrar la boca, mal nacido! –le escupió el outcast completamente fuera de sí – ¡Alvin no tiene interés para una porquería como tú! Ahora ¡No vuelvas abrir esa bocaza de mierda o te la cerraré a golpes!

Y sin más, el bandido giró sus talones para regresar por donde llegó, pasando justamente frente a la celda de dos jóvenes gemelos vikingos.

–¿Qué carajo está viendo? –le refunfuñó a Hiccup sin detener su marcha y propinándole un golpe con su mazo a la reja, obligando también al muchacho a retroceder.

Hiccup no respondió a su pregunta, solo observó en silencio como su carcelero se marchó dejando la prisión sola con sus cautivos.

El muchacho pasó su mirada por los gruesos barrotes de hierro que lo aprisionaban; si estos habían aguantado el golpe de mazo, la fuerza bruta quedaba fuera como opción de escape; aunque no necesitaba precisamente una demostración para saberlo, sus brazos como ramitas delgadas ni en sueños hubieran podido levantar aquel mazo que llevaba consigo el bandido outcast.

–Todo esto es tu culpa –le escupió Mildew con rencor sacando al gemelo pecoso de sus pensamientos, y antes de que Hiccup pudiera responderle con su característico sarcasmo, el anciano se volvió hacia la esquina de celda a llorar como bebé.

El muchacho soltó un resoplido. Necesitaban salir de ahí de inmediato, ya que los planes de Alvin resultaban menos amenazantes que estar encarcelados con el viejo traicionero de la celda contigua.

Inspirado con el terrible semblante de pasar el resto de su vida encerrado en una catacumba con Mildew (bueno, en realidad sería el resto de la vida del anciano, pero igualmente era demasiado tiempo), Hiccup continuó con su búsqueda de un método de escape. Si no podría destruir por la fuerza la reja de su celda, tendría que superarla de alguna manera.

Por suerte, el muchacho era bueno buscando opciones alternas que requerían más del intelecto que la fuerza bruta y no le tomó mucho tiempo descubrir la solución. Las rejas eran de hierro forjado pesado y fuerte, que estaba unido en todas sus partes gracias a su propio peso, con excepción de las bisagras, las cuales estaban sujetas por un simple pasador de metal grueso y sin seguro. Solo requería de una palanca que le permitiera sacar el pasador y las bisagras se desarmarían, dejando la reja desconectada de la pared de roca.

–Perfecto, ahora solo necesitó de una palanca que no tengo –comentó desanimado el muchacho para sí.

Hiccup comenzó a examinar exhaustivamente su celda en búsqueda de cualquier objeto que pudiera servir para retirar el pasador. Por desgracia la madera vieja no servía, lo platos para los alimentos eran muy débiles y lo único que le quedaba era la llave del tesoro de Hamish II en el bolsillo de su túnica, que de ninguna manera podría moldearse a su necesidades.

Dragons: A Twins StoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora