El gélido calvario de una doncella irascible (Pt. 9)

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Sus apresurados pasos resonaban por el suelo congelado de la desierta aldea vikinga; pero no importaban cuan rápido corrían o por donde se escabullían, ni un alma los vislumbraban en aquellas calles solitarias sumergidas en la noche helada.

Finalmente, los pasos de Hiccup, Astrid, Fishlegs, así como los de sus dragones, los llevaron a recontratarse de nuevo en el centro de la aldea, completamente solos y sin nadie a quien recurrir.

–¿Dónde rayos se encuentran todos? –vociferó Astrid frustrada lanzando un puño al aire.

Su pregunta no obtuvo respuesta de Fishlegs, quien solo se encogió de hombros; Hiccup en cambio, meditó su respuesta con una postura más solemne.

–No estoy seguro –comentó el gemelo pecoso, rascando su barbilla –, pero queda una posibilidad.

-ooOO000OOoo-

Los gritos de celebración hacían retumbar las duras paredes de la antigua arena de la academia de dragones, y la tamborilera continua dejaba en claro donde se llevaba a cabo la verdadera diversión.

Hiccup y compañía se aproximaron a las grandes puertas de acero que antes contenían a los dragones en un triste cautiverio, para vislumbrar en las sombras de la noche un cuerpo que yacía junto a éstas, casi inmóvil y gimiendo débilmente:

–Por favor.... Déjenme entrar... –murmuraba débilmente el cuerpo inerte en el suelo.

Al parecer, solo una persona de toda la aldea había quedado fuera de la mejor fiesta del mundo conocido.

–¿Snotlout? –lo llamaron los demás jinetes al aproximarse a él.

–¡Hiccup! –soltó éste levantándose de un brinco y limpiándose el polvo de sus pantalones. Pronto, también se talló con los antebrazos el rostro, para retirarse las lágrimas de las mejillas –. ¡Lo sabía! ¡Sabía que no podía ser el único sin entrar en la maldita fiesta!

–Bueno – dijo Astrid antes de tronar sus nudillos –, eso está a punto de cambiar.

Ante la mirada sorprendida de sus compañeros jinetes y los dragones, la rubia marchó hasta las gigantescas puertas de acero, dándole una fuerte patada en el engrane que controlaba su cierra, abriéndolas así, de par en par.

Hiccup y Fishlegs quedaron atónitos ante tal demostración de fuerza bruta; Toothless brincó de un lado a otro junto a Meatloug fascinados con lo que acababa de suceder. Snotlout en cambio, no perdió el tiempo y se introdujo en la celda rápidamente con la sola intención de unirse lo más pronto posible a la fiesta antes de que alguien lo detuviera.

–¡Astrid! –pronto escucharon el grito ronco característico de Ruffnut. La gemela apareció ante ellos, vistiendo sobre sus hombros una gruesa piel de ciervo –. ¡¿Qué mierda?!

Su hermano, la siguió de cerca, ataviado de igual manera.

–¡Una mierda espectacular! –dijo éste con una señal de victoria –. Puedes quedarte en la fiesta. Todos pueden... excepto tú Snotlout –agregó indicando al joven Jorgenson que intentaba llenar su boca con todos los bocadillos disponibles en una mesa de la esquina.

–Oh no–dijo él lanzándose sobre la superficie de madera, extendiendo sus brazos de un lado al otro –. No me sacan de aquí ahora.

–¡¿Quieren callarse por un momento?! –bramó Astrid perdiendo la paciencia –. No estamos aquí por su estúpida fiesta.

Y vaya la fiesta que era. La que alguna fue la prisión del monstrous nightmare del joven Jorgenson, había sido radicalmente decorada con tonos de pintura primordial en todas sus paredes, dándole el aspecto de ser una sangrienta batalla, iluminada solo por las antorchas incrustadas en la roca. Varias mesas estaban esparcidas en los rincones de la jaula, donde múltiples bocadillos, probablemente robados del gran comedor, están expuesto a los invitados. Y en fondo, un grupo de vikingos barbudos tocaban diferentes instrumentos, desde bukkehorn, lur y angeleik, animando a los invitados a bailar como si no hubiera un mañana.

Dragons: A Twins StoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora