El Boneknapper

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–Muchas gracias de nuevo al dejarme a mi suerte –comentó Hiccup con sarcasmo mientras caminaba por uno de los senderos de la aldea que conducían a la vieja herrería de Gobber. Sus amigos, machaban a sus lados después de cumplir el mandato de del jefe Stoick y encerrar de nuevo a todos los dragones en las jaulas de la arena.

–Hey, para eso están los amigos –contestó Tuffnut con orgullo lanzándole a Hiccup un guiño y una sonrisa.

El gemelo pecoso solo pudo responder a eso con un leve gruñido en frustración. Estaba cansado, fastidiado y molesto por como habían resultado las cosas. No importaba cuanto se habían esforzado para mantener a los dragones fuera de problemas por un día, las cosas se complicaron más de lo que se imaginó. Ahora temía seriamente que iba a decidir su padre y resto de los miembros del consejo de Berk sobre el destino de sus nuevos amigos escamoso, y peor aún, le habían ordenado encerrar a Toothless una de las horribles jaulas de la arena hasta que se anunciara la decisión. Los suplicantes ojos verdes del nightfury detrás de las rejas se le quedaron gravados en su memoria.

Hiccup temía lo peor y no estaba seguro que pasaría si perdiera a su querido Toothless. El dragón lo necesitaba quizás tanto como Hiccup a él.

–Esto es una mierda –soltó Astrid pateando una piedra que rodó sendero abajo por el impulso –. Ya me había acostumbrado que Stormfly fuera lo primero que viera todas las mañanas.

–¿Qué vamos hacer? –preguntó Fishlegs nervoso frotando sus nudillos –. ¿Qué pasara si no les permiten quedarse en la isla?

–Aún no sabemos eso Fishlegs –comentó Honey tratando de tranquilizarlo aunque la gemela no estaba completamente segura de ello.

–No puedo vivir sin mi Meatlug –continuó el joven regordete cada vez más nervioso –. ¿Quién va a levantarme todas las mañanas lamiéndome dulcemente los pies? –agregó sin pensar muchos en sus palabras y obteniendo alguna miradas perturbadas de sus amigos.

–Tuffnut se ofrece –dijo rápidamente Ruffnut con malicia.

–Como sea –añadió su hermano sin mucho entusiasmo –. ¿A qué hora debo estar ahí?

–¡Quieren callarse de una vez! –explotó repentinamente Snotlout posándose frente al grupo de amigos e interrumpiendo su marcha –. ¡Solo escuchen las pendejadas que están diciendo! ¡Son solo un montón de dragones, no es como si no pudiéramos vivir sin ellos! ¡Solíamos matarlos por el amor de Thor! ¡No son tan importantes! No vamos a ser infelices por el resto de nuestras vidas simplemente porque no veamos nuevamente sus ojos amarillentos todos los días, sentir sus pieles escamosas calentándonos ante la fría briza, o cuando nos provocaban hemorragias internas al modernos jugando y... y... –mientras más avanzaba su discurso, la voz de Snotlout se fue quebrando, sus brazos cayeron a sus costados y en sus parpados comenzaron a acumularse algunas lagrimas.

–Por Asgar, Snotlout ¿estás llorando?

–¡No! –bramó éste tratando de mostrarse fuerte aunque estaba al borde de las lagrimas –. ¡Solo me entró algo en el ojo!

–Como sea –retomando el tema Astrid –, esto no depende de nosotros. El jefe Stoick y el consejo solo buscan lo mejor para aldea y si eso significa no más dragones, entonces... –pero ni siquiera ella pudo terminar su propia oración.

Cada uno de los chicos perdió su mirada en sus botas lanudas imaginándose la terrible posibilidad de perder a sus dragones para siempre. En tan poco tiempo cada uno de ellos habían desarrollado un cariño en particular por sus amigos escupe fuego, y en el caso de los gemelos Haddock que trataron más de una vez con cada uno de ellos, se encontraban no solo angustiados por su dragón de ébano, sino por todos por igual.

Dragons: A Twins StoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora