Desilusión, decepción y desencanto

525 54 8
                                    

Ser un líder vikingo no era un trabajo para nada sencillo, era una constante obligación y difícil responsabilidad de la cual toda una aldea y sus habitantes dependían de uno. Sus vidas, su seguridad y su futuro estaba en las manos de su líder, y cada uno de ellos depositaban su total fe en éste confiando en que sus decisiones serían las mejores para todos. En el antiguo imperio vikingo, estos líderes no se elegían, nacían.

Existía una compleja y larga lista de generaciones y descendientes en la tribu de los peludos Hooligans, que cada uno de ellos gobernó la isla de Berk con fuerza y determinación. Sufriendo sus propios problemas, penurias y tragedias, teniendo la guerra contra los dragones como una situación en común. Era una época difícil y peligrosa.

Debido a esto, lo herederos al trono de jefe eran los jóvenes más importantes para su sociedad levemente civilizada. Desde muy chicos se le enseñaba que con los privilegios de ser miembros de la casa principal de la aldea, traía consigo grandes responsabilidades y sacrificios. Eran entrenados arduamente en el arte de la guerra, se les imponía disciplina y temple. Debían ser el ejemplo perfecto del guerrero vikingo. Tal cual era Stoick the Vast, lo había sido su padre ante de él y el padre de éste y así durante generaciones, desde que el primer Hooligan piso la isla de Berk, inclusive, desde que los primeros vikingos de las tierras natales viajaron a ese olvidado archipiélago.

Era por ello que las malas lenguas de la aldea decían que los gemelos de Stoick eran una maldición del mismo Loki para la casa de los Haddocks. Y aunque le pesaba como padre admitirlo, a veces, el mismo Stoick llegaba a pensar lo mismo.

En esa pésima mañana, el pecaminoso pensamiento volvió a escurrirse en la mente del jefe de los Hooligans mientras escuchaba a oídos sordos la largas disculpas de sus dos hijos, acompañada con una historia disparata sobre ellos derribando a un dragón, y no cualquiera, un night fury para ser precisos.

–¡BASTA! –bramó Stoick perdiendo la paciencia y sintiendo una punzada latente en la sienes.

Los dos niños guardaron silenció de inmediato, en los que sus grandes ojos como platos miraron a su padre entre preocupados y asustados al mismo tiempo.

–Solo... deténganse... –masculló el hombre con más calma –. ¿Por qué tiene que ser siempre así? ¿Por qué no pueden quedarse donde se les ordenan? ¡Cada vez que salen...! ¡Cada vez que tienen una de sus ideas... EL DESASTRE SE DESATA! ¿Acaso no ven que hay demasiados problemas? –agregó indicando las casas aún en llamas –. ¿No les parece suficiente destrucción? Existen más personas aparte de ustedes dos en esta aldea que tratan de sobrevivir. Ahora muchas de ellas no tienen hogar, un techo que los cubra de los elementos. El invierno se aproxima y gracias a que ustedes se pusieron en peligro, los demonios aprovecharon para llevarse gran parte de las reservas. ¿De qué se alimentara ahora la aldea?

Cualquiera en su sano juicio, guardaría silencio y esperaría su castigo, pero los gemelos Haddock eran conocidos por tener las ideas más locas. Honey por ejemplo, no estaba muy contenta con la situación, ya que su padre había decidido llevar a cabo su reprimenda frente a toda la aldea y ella no era precisamente una persona que aceptara tan fácil las humillaciones públicas.

–Nosotros no pedimos un rescate –masculló la chica en voz baja en completo desafío hacia su padre.

Las palabras de la muchacha solo alcanzaron a ser escuchadas por su padre y hermano, quienes alzaron sus cejas en sorpresa. Era una suerte para ella que así fuera, ya que era un ofensa grave contradecir a un jefe, incluso siendo miembro de su familia.

Sintiéndose abrumado por la tensa tensión, Hiccup paso su vista de su padre a su hermana imaginando que en cualquier momento la situación empeoraría. Si saber exactamente como intervenir, se escapó de sus labios lo primero que llegó a su mente:

Dragons: A Twins StoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora