Después de la despedida a sus seres queridos que se habían lanzado a la aventura y la gloria en las peligrosas aguas del oeste, los jóvenes y futuros defensores de Berk caminaron en grupo con dirección a la arena, un cráter adaptado cerca de los acantilados, donde solían llevarse a cabo los entrenamientos extensivos en el combate contra dragones.
En los numerosos ataques que había sufrido la isla durante el paso de los años, les habían proporcionado a los vikingos de una dotación interminable de dragones para practicar sus habilidades. Lo difícil no era atraparlos, sino mantenerlos prisioneros y a raya durante las prácticas. La arena estaba dotada con una enorme reja del metal más fuerte que pudieron crear, y pesadas puertas en combinación de hierro y madera, que detenían a las bestias dentro de sus prisiones de piedra.
Tener cautivas aquellas criaturas requería una gran inversión y tiempo. Claro que no se le proporcionaba el mejor alimento pero si en cantidades aceptable para mantenerlos con vida. No recibían otro cuidado, si terminaban heridos durante el entrenamiento, generalmente permanecía así hasta que sanaran por su cuenta o muriera por la infección. Cuando resultaba en un daño severo, aceleraban el proceso cortándole la cabeza al pobre animal. Sonaba como un trató terrible, especialmente para un tribu que había abandonado la esclavitud desde hacía generaciones, pero sí había algo que los Peludos Hooligans nunca dejarían, era su desprecio por los dragones.
Por seguridad de la aldea, la arena se había construido a una distancia algo considerable del pueblo y solo se encontraba conectada por un largo puente de madera. Era por ello que los jóvenes guerreros tuvieron un largo camino que recorrer desde los muelles hasta el lugar de entrenamiento.
–Finalmente llegó el día –dijo Astrid entusiasmada mientras subían la colina –. No hay vuelta atrás.
–Sí –indicó Snotlout levantando su mazo en alto –, a patear unos cuantos traseros escamosos.
–Esos estúpidos dragones no sabrán ni que los golpeó –soltó Tuffnut marchando junto a su hermana gemela –. Al menos que estén de frente, así sí sabrán que fuimos nosotros los que los golpearon.
–Tuffnut es voluntario para ser el escudo humano –dijo Ruffnut con una gran malévola sonrisa indicando a su hermano con el pulgar.
–Sí... –aceptó el joven rubio con fervor, antes de soltar completamente confundido –: espera ¿Qué?
Pero nadie contestó a su duda. La mayoría de los jóvenes guerreros estaban tan frenéticos con la idea de enfrentar cara a cara con su primer dragón que les resultó fácil olvidar ciertos detalles claves sobre el entrenamiento, como el hecho de pelear contra un dragón ERA UN MALDITO SUICIDIO. Pero los vikingos eran obstinados por naturaleza.
–Este es el último paso de convertirnos en verdaderos guerreros –continuó Astrid vislumbrando el puente que conectaba a la aldea con la arena. Ante la emoción apretó fuertemente el mango de su hacha hasta que sus nudillos se tornaron blancos –, es nuestra oportunidad de ser héroes, traer el honor...
–Y de terminar rostizados como barbacoa –comentó Fishlegs en voz baja, y cabizbajo. El muchacho rechoncho cerraba la marcha con paso lento y temeroso. Lo que Fishlegs tenía en tamaño, le faltaba en valor. A diferencia de los demás jóvenes de su generación, él tenía muy en claro lo riesgos que conllevaba el enfrentar a las lagartijas gigantes escupe fuego. Hasta ese momento, ninguno de ellos había enfrentado a un dragón por su cuenta, y sin olvidar mencionar, que aún no terminaban el entrenamiento de combate.
–Yo no preocupo por eso –comentó Snotlout captando las tímidas palabras de Fishlegs –. Los dragones prefieren a sus víctimas con grasa sobre los huesos –agregó de último con una diabólica sonrisa.
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Dragons: A Twins Story
AventuraLa vida de un vikingo no es sencilla en el archipiélago barbarico, en especial cuando se tiene un importante destino sobre tus hombros. Por suerte para Hiccup, él cuenta con la ayuda de su inseparable hermana gemela para convertirse en un héroe. Mi...