Para la suerte del confundido Mashiho, este sería el último día en la caótica ciudad, viajarían a media noche. Sus sentimientos eran claros, la atracción que sentía por Junkyu no era solo sexual, pero la conclusión muy alejada de ayudarle, le sacó por completo de sus casillas.
El día anterior a ese, disfrutaron de una última cena familiar, en la cual el japonés se sintió sobrante. Jisoo se empeñó en tratar de convercerle que hacía parte de todo el asunto, pero claro que no le sentó bien. Esa misma tarde hicieron entrega de regalos por adelantado, ya que para noche buena estarían devuelta en Corea. Mashiho recibió varios, y el fue capaz de entregar otros con sus ahorros, no tan monetariamente significantes, pero sí pensados a cada medida con la ayuda del superior.
Ahora, empecaba los detalles con dificultad es su maleta.
—Mashi, ¿Disfrutaste el viaje?— Junkyu le abrazó por detrás, desde su cintura, apoyando su barbilla en el hombro de Takata. Una costumbre entre los amantes.
Mashiho no supo con exactitud la respuesta, pero en los últimos meses se convirtió en un estupendo mentiroso.
—Claro que sí.
Kim subió sus manos por todo su abdomen, bajo su camiseta, queriendo darle fin a toda distancia entre ellos. Extrañaría esto; levantarse junto a él, no tener apuros, ni miedo a ser descubiertos. Tomarle de la mano a donde sea que fueron, los besos espontáneos sin importar que estuviesen a la vista de todos, lo echaría de meno.
Ahora tendrían que volver a su rutina diaria, donde todas la noches le dejaba ir a donde su amada.
Un par de lagrimas se deslizaron por los pómulos del más alto. Si se arriesgaba a secarlas se daría cuenta, así que prefirió llorar en silencio, hasta que el suéter , regalo de Junghwan para Takata, humedeció. Junkyu se aferró inconsciente a Mashiho, que abandonó lo que hacía para llevar sus dedos ciegamente al rostro de su Jefe.
—Kyu, ¿Estás llorando?— Alarmado, dio media vuelta para cerciorarse de lo que ocurría.
—Lo siento por arrastrarte hasta acá, por hacerte pasar una mala noche, por hacerte perder toda una semana que podías estar pasando junto a Hye, por mis estúpidos celos... Por todo.—Junkyu se sentía diminuto y desolado. Tenía que parar con esto antes de entrar de nuevo en el espantoso bucle.
—No lo sientas Kim, voy a extrañar esto— Pero Mashiho no tenía intenciones de detenerse, porque cuando trataba de retractarse sabía como solucionarlo, como tenerlo a su pies, le encantaba tenerlo todo controlado. Conocía donde tocarle y las palabras exactas, como un beso hambriento podía acallar todas sus quejas y preocupación.
Sería la última vez en la grisácea ciudad.
Flashback.
Mashiho festejaría por fin su compromiso, y la noticia corrió como un río por toda la empresa. El sociable joven era amigo de la mayoría con cargos cercanos, así que no tardó en correr hasta los oído de Junkyu.
—Felicidades, espero que puedan casarse pronto.
Fue lo primero que le dijo a su secretario la mañana siguiente, quien le respondió con una forzada sonrisa.
—¿Y cómo fue? Cuéntame Mashiho, necesito consejos.— Habló de nuevo con los ojos puestos en la pantalla, mientras el menor organizaba algunas carpetas.
—Fue una noche común, fuimos a cine porque a Hye le gustan mucho las peliculas independientes, y después a cenar pizza en nuestro lugar favorito— Odiaba tener que hablar d eso vida privada y amorosa, más cuando tenía que hacerlo frente Junkyu. Prometieron no cruzar esa raya, pero tal parece que este tenía que ser un caso a parte.— Y justo ahí me pidió matrimonio.
—Oh, fue ella...Que adorable.
—Sí.
—Que suerte tienes.
El asistente dejó caer un par de portafolios, reacción a las sarcásticas palabras del vicepresidente.
Junkyu dejó su silla para ayudarle a Mashiho con la organización del alborotado estante entonces.—Yo puedo solo.
—Por lo que veo, no.
—Para esto me pagan, en serio puedo hacerlo.— Trató de aportarle irritado por la falta a su espacio personal, pero el mayor con ágileza agarró sus muñecas antes de siquiera empujarlo.
—Y yo puedo parar cuando quieras.
Mashiho sabía a lo que se refería, y en silencio se planteo también darle fin a la relación que mantenía con el hombre.
—No quiero que lo haga Jun, le necesito.
Junkyu se vio condenado por una simple y vaga oración.