—Acordamos que nada de mierdas Kinky.
Junkyu sostenía las rosadas medias veladas con una sonrisa infantil. Mashiho no podía creer lo adorable que podía ser el hombre aún hablando de temas subidos de tono.
—¡Mashi!, es que el rosado te queda tan bien— Junkyu era experto en hacer pucheros para conseguir lo que quería, no le necesitaba en realidad pero podía adelantar la respuesta de su bonito amante.
Mashiho se encontraba sentado, a la mitad de la amplia cama de su jefe, cubierto por una bata parecida a un kimono tradicional, observando con algo de duda las bonitas mallas.
—Se verán bonitas también en ti.
Sonrió Takata, provocando el conocido ardor en los pómulos del mayor.
—Por desgracia, no son mi talla.
Mashiho se rindió ante la dulzura de su Jefe en cuestión y extendió sus brazos, esperando que le diese las prendas.
—Tu ganas.
Junkyu negó efusivamente, acercándose hasta el menor para acomodarse justo al frente.
—Las colocaré yo, espera.
Entonces tomó la crema-Loción ubicada en su mesa de noche y volvió a su lugar.
—¿Cómo puede tener tanta energía a las tres de la madrugada Junkyu?
—Son pocas las veces que te tengo tanto tiempo a mi lado— Junkyu unto la crema en sus propias manos y la mezclo entre estás, estiro con poco esfuerzo las piernas para colocarla sobre las suyas aún entrelazadas, dejándo levemente suspendida su cintura.— Tengo que aprovecharlo.
Mashiho se sintió en su propio cuento de hadas por primera vez, en toda su normal vida.
Junkyu masajeaba con devoción sus muslos, todas sus piernas en sí.
¿Cómo alguien podía verle de tal forma?
Estaba comprometido. Hye en sus siete años de conocerse nunca le vio así, nunca le dijo que el rosa le quedaba bien, en cambio él debía hacerla sentir segura, ¿Alguna vez ella se preocupo por hacer sentir que valía tanto?
Mashiho de igual forma se sentía culpable, diminuto.
—Tus piernas son tan bonitas.
"Maldita sea, cállate Junkyu" Maldijo internamente el Japonés, sospechaba que el contrario podía leer su mente y pensamientos, sabiendo siempre que decir y el momento perfecto para sacudir sus débiles sentimientos.
—Supongo.
Junkyu llevó con delicadeza su mano hasta la hombría aún no erecta del menor, debajo de la tela estampada, robándole un agudo quejido.
—En serio no te cansas.
Las pupilas de Junkyu ya no mostraban nada de ternura, no había una sonrisa dulce en sus labios, y su postura ahora era lasciva. Mashiho decidió acostarse y apoyarse solo con sus codos para disfrutar de lo que se aproximaba, removiendo sus pies inquieto, deseando más.
—No te muevas.
—¿Que harás si no hago caso?
—Mashiho, directamente no te voy coger.
los dos sonrieron, cómplices.
—No sé por qué no te gusta que te hable mientras tenemos sexo.
Junkyu empezaba a dejar pequeños pero húmedos besos entre los balnquecinos muslos de Mashiho, quien no paraba de sonreír, aún cuando gemía o mordía su labio.
—No me molesta Jun...Amh~, solo controla tu vocabulario.
—Igual, me gusta cuando me regañas mientras jodo tu culo.
—¡Junkyu!
Junkyu rió tan grave que Mashiho juró sentir un orgasmo prominente, el mayor solía reír de manera peculiar y graciosa. Takata no mentía cuando decía que el adulto se convertía en otro.
—Rápido, por favor.
—Tienes suerte de ser un chico educado.
El mayor procedió a colocar las medias, arrastrado cada una con ayuda de sus dientes y labios, Mashiho no dejaba de suspirar por la misma impresión de la escena.
—No te daré el honor de decir que soy un chico malo.
—¿Crees que tengo fetiches?
Los dos ya tenían una creciente erección a la vista, la bata liza de Junkyu no era lo suficientemente larga como para cubrir sus largas piernas.
—Cualquiera pensaría que sí.
—Sabes que amo darte unas buenas-
Mashiho atrajo en rostro del mayor al suyo con brusquedad, tomándolo de la delgada vestimenta, para así callarlo con un beso.
—Sí maldición, a mi también me gusta que me des unas buenas nalgadas, ¿feliz?—Interrumpió agitado el menor, embelesado por la antena mirada de su hombre realmente favorito— Y que me jodas el culo, estúpido pervertido.
Junkyu tomo de las mejillas con fuerza, no con la misma que había utilizado Mashiho, pero sí la suficiente para hacerlo gemir por el repentino movimiento hecho tan solo para besarlo con más desesperación, posicionando la misma mano ahora en su sensible cuello, sin llegar presionarlo.
—Controla tu vocabulario, Mashi.