La reunión comienza. Junkyu saluda primeramente a su padre y después a los demás accionistas dentro de la sala, gesto que por lo general hace cada que se da la ocasión. Pero lo que no esperaba era una rostro nuevo entre tantos, bueno; no exactamente nuevo.
Solo no esperaba verle por esos lares, después de tantos años.
Claro que reconocía a Yoshinori, pero no era el mismo chico de diecisiete años. Junkyu le extendió la mano al ahora hombre, y al parecer de negocios.
—Les presento al nuevo gerente de relaciones.— Decretó el presidente.
Kim se preguntaba por qué había pasado tanto tiempo desde que le vió por última vez, y por qué ahora tendría un cargo tan importante como el suyo. Yoshinori era y es parte de la familia, hermanastro de Mina, la que fue cuñada y mejor amiga de Junkyu por mucho tiempo.
Y después de tanto, lo tenía justo al frente, reparando su cuerpo con suma atención, sin dejar de hacerlo un solo momento.
Junkyu no solía dejarse intimidar tan rápido, pero los gatunos ojos de Kanemoto observaban hasta su alma.
"¿Me odia?" Llegó entonces a esa conclusión.
Después de organizar los papeles y hablar sobre los acuerdos que logró frente a la junta, la exposición se dió por terminaba.
Agotado, salió en busca de por lo menos un café que le diera energías para conducir muy lejos de ahí. Pasó a buscar además unas cuantas portafolios de debía revisar, para encargarse de ellos en su apartamento, a solas y sin prisa. Pero otra presencia en la sala interrumpió su recado.—Cuanto has cambiado.
No tomaba muy bien las sorpresas, y a consecuencia de sus movimientos bruscos por la impresión, dejó caer un par de objetos de su escritorio. Su nuevo compañero, entre todo el caos, le ayudó a recoger las pertenencias.
—Miento, sigues igual de torpe.
Yoshi sonrió.
—Tú tampoco has cambiado mucho.
Y al terminar de organizar todo, dejarlo como estaba segundos antes, un largo silencio se apoderó del lugar. Yoshi, sin saber muy bien que hacer, le pidió a Junkyu que le agregase en su agenda telefónica, no sin antes buscar algún anillo entro los dedos del otro.
—Podríamos tomar algo ahora, ya sabes, colocarnos al día.
—No es mala idea.
Los parpados de Junkyu pesaban, pero cualquier motivo para distraerse de su miseria, se convertía de inmediato en buena excusa para perder el tiempo.
—Pero necesito llevar mis maletas, ¿te molestaría acompañarme al apartamento?
—En lo absoluto.
,'•☆•',
—Por fin en casa— Mashiho soltó las maletas en el mismo instante que entró al piso que compartía con su prometida. Caminó sin muchas ganas hasta la habitación donde habitualmente dormía, y se tumbó en ella, sin importarle mucha la posición en que callera. Pero tan pronto como se acomodó, percibió algo extraño en ella; Era una fragancia conocida, una fragancia masculina, pero igualmente dulce.
No era la suya.Maldijo tener tan buen olfato, pero tampoco gozaba con el derecho de preguntar u ofenderse.
Prefirió dormir, y no darle muchas vueltas al asunto. No tenía ánimos para entablar una conversación con su amada, que no se preocupo en cambiar las sabanas para maquillar su pecado.
Restandole importancia a la loción de otra persona igual de impregnada en su camisa.