—¿Una semana no es mucho cariño?Hye observaba con pena a su futuro esposo. Justo cuando tenía unos cuantos días de descanso su hombre se iría muy lejos, a otro país, vaya suerte.
—Estaré para navidad, ¿Vale?
—También estoy celosa porque conocerás Nueva York sin mi.
Mashiho empacaba nervioso su maleta, nunca había viajado tan lejos, mucho menos a otro continente.
—Por lo menos viajaras junto a Junkyu, sé que te cuidará.
—No necesito que ese idiota me proteja.
Hye le dio un escandaloso manotazo en la espalda.
—El señor Kim ha sido muy lindo contigo, no entiendo porque lo tratas así— La futura familia había recibido bastante ayuda del adorable jefe, Mashiho una bastante especial.
—¡Auch! Es que no trabajas junto a él, es un poco estúpido.
—Es solo un poco torpe por lo que me haz contado, pero cuida muy bien de ti y tú eres un muy buen asistente— Hye hablaba con ánimos, como naturalmente lo hacía— Es bueno cuando personas se complementan, se llama trabajo en equipo y en todas la relaciones se necesita, amor.
Mashiho odiaba cada día más lo perfecta y elocuente que era la chica.
—Te voy a extrañar mucho Jeon JiHye.
Y también los abrazos por la espalda que le daba junto a los besos en sus hombros.
—Ya lo dijiste cariño, estarás aquí en navidad.
Al terminar de organizar toda su maleta con ayuda de la castaña mujer, decidieron ver películas esta vez en la sala, el pasatiempo que los disfrutaban junto, hasta el que la menor quedase dormida de formas cuestionables en el sofá. A Mashiho siempre le costaba conciliar el sueño, así que esta vez camino hasta el estrecho balcón del apartamento en un octavo piso junto a una taza de chocolate caliente.
—Te detesto, Kim Junkyu.
Mashiho suponía que si lo repetía muchas veces lo sentiría de verdad, ya no le necesitaría, lo despreciaría y volvería a su corriente vida, se casaría y posiblemente tendría hijos, una familia feliz.
Pero una imagen nada aliviante lo atacó; Junkyu llevando en sus brazos a un bebé, jugando con él.
Mashiho pensó entonces que saltar desde esa altura no era tan aterrador como confesar que toda su vida heterosexual había sido una total farsa.
contuvo una vez más las ganas fervorosas de llorar y volvió a el Sofá que con esfuerzo y dedicación consiguió con Hye.
Todo le gritaba que era un total cretino.
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—¡Casi perdemos el vuelo por su culpa!
—Calma, Mashiho— Junkyu en ocasiones le tenía verdadero miedo al menor.— Lo importante es que estamos aquí, y a punto de abordar, ¿bien?.
—Te odio.
Mashiho se cuestionó una vez más que hacía en el aeropuerto, junto a Junkyu, a punto de partir a Nuevo York, por una junta de trabajo estúpida que duraría máximo dos días.
Junkyu había convencido atrevidamente a Mashiho, diciéndole a su asistente que durarían toda una semana.
—Me adoras, Mashi.
Mashiho decidió que era mejor callar y esperar la señal para ingresar a la "nave". No le gustaba mantener conversaciones con Junkyu más allá de lo profesional o sexual, en otras palabras le aterraba conocer a su mayor y terminar perdidamente enamorado, como si ya no lo estuviese.
El ingreso fue rápido, y por primera vez Mashiho viajaría en clase alta. Se acomodó en su asiento y seguido sacó de la mochila que le habían permitido llevar para sacar peso de única maleta que llevaba para el viaje, su consola portátil y favorita "Switch".
Mashiho todavía estaba en el auge de su juventud, los veinticuatro años menos alocados de su vida. Gracias a sus estudios, y buen desenvolvimiento en ellos, trabajo arduo, había conseguido un maravilloso trabajo a su corta edad, con poca experiencia y un currículo que decía claramente que no había trabajado más que pequeños empleos de medio tiempo para poder pagar la universidad.
Para su suerte el espacio entre su comodín y el de Junkyu era grande, no tenía porque interactuar con él, no debía. El mayor en cambio se veía bastante ansioso por la misma razón.
Kim ya se encontraba en sus treinta, específicamente treinta y un año más. Había llegado a el puesto a su relativa corta edad gracias a sus estudios, universidad que había pagado su padre hijo del fundador de la empresa. Junkyu no tuvo de otra que estudiar lo que todos suponían que era lo mejor si quería seguir teniendo privilegios. Aún no era el presidente, su padre no dejaba en cargo todavía, mientras lo representaba en todo lo que tenía que ver con publicidad tal como el viaje lo tenía previsto, al final la empresa giraba en torno a la atención, entretenimiento y moda, no eran más que juntas para firmar con nuevas marcas o interesados, buscar talentos, y el mercado Western era el favorito de su familia.
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Takata estaba impresionado por el aguante de su jefe, quien no se había despertado para otra cosa que comer en muchas horas, ni siquiera cuando las turbulencias se presentaban. Fue un viaje tedioso para el menor, ningún juego pudo arrebatarle sus nervios, parecían hacer todo lo contrario. En muchas ocasiones quiso que Junkyu se levantase y lograra distraerlo, pero el hombre parecía no reaccionar con nada.
El aterrizaje fue igual de aterrador, pero nada comparado con el primer pie que poso en el asfalto de la pista. No podía creerlo, después de todo el chequeo y proceso por fin había llegado a la ciudad que en su vida pensaba visitar, el país en sí y todo el continente.
—¿Te gusta?
—No hemos visto aún nada, Jun.
Junkyu, con ojos notablemente hinchado por la "siesta" profunda que tomó, agarró la mano del menor sin previo aviso, Mashiho intento solo unos tres veces soltarse de su Jefe, sabía que era caso perdido cuando sus dedos de entrelazaron.
—¿Por qué haces esto?
— ¿Por qué no?
El más alto se acercó peligrosamente hasta su mejilla para dejar y ruidoso beso en esta.
—Nadie nos ve Mashi, no hay nadie que conozcas, ¿puedes relajarte?
El corazón del japones adoptó un pulso desastroso y emocionado. Era cierto, nadie en aquel lugar les conocía. Pero rápidamente recordó la verdadera razón por la que no hacía esta clase de cosas junto a Junkyu, no debía-
—Te ves tan precioso, no me voy a cansar de repetirlo.
Pero sería insoportable reprimir sus sentimientos cuando el Coreano no dejaba de repetir cosas como esas.