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—Joder, ¡Junkyu!—Las piernas de Mashiho temblaban mientras sus pequeñas manos trataban de buscar algún lugar seguro, donde apoyarse y no resbalar gracias a la posición en que su amante hacía de las suyas en la parte trasera.
—Solo un poco más, Mashi— Gimoteo el que llevaba el control de los lentos movimientos. Aunque el mismo no pudiese aguantar, quería demorar un poco más de lo usual, entonces rodeo al japones con sus brazos y atrajo su espalda hacia su propio pecho, para que pudiese mantenerse en pie, haciendo que las embestidas se tornaran aún más profundas.— ¿Se siente bien?
Mashiho trato de asentir entre pequeños quejidos, amaba como Junkyu lograba hacer que sollozara de pura desesperación.
—Creo que...— Pero el mayor ya no soportaría más, solo le quedaba rendirse ante el creciente calor ubicado más abajo de su abdomen, justo donde el trasero de Mashiho "rebotaba", y no quería llegar a el mejor punto solo. Tomo el miembro del adulto entré una de sus manos y empezó a deslizar,con el mismo ritmo, sus largos dedos por toda la extensión.— ¡Maldición!
Los dos cerraron los ojos con fuerza y abrieron sus bocas para dejar salir un montón de obscenidades, como si estuviesen conectados, Junkyu aferrándose más al cuerpo de su amigo, abrazándolo después de lograr con facilidad tener su tercer orgasmo en lo que iba de la fría noche de capital, dejan besos en sus hombros ahora relajados por el clímax.
Pero Mashiho se deshizo del agarre y dejó caer su cuerpo desnudo al agua entre suspiros, y algunos lagrimas que se apuró en limpiar con sus inestables manos.
—¿Te gustó?
—Me ha encantado, Kyu.
Junkyu tomo asiento al otro lado del Jacuzzi, tratando de recuperar su pulso natural, siendo esto imposible gracias a que aún contemplaba el rostro pintado de rosa pastel, torso mojado y los pequeños espasmos de Mashiho.
—¿Te quedarás hoy?
—No lo creo, Hye me espera, y tenemos trabajo por la mañana.
El coreano asintió con desgana, y antes de que su noche en soledad tomara un sabor amargo se acercó hasta el precioso hombre delante de el y depositó un tierno beso en su mejilla, dándole paso a otro en su cuello de porcelana, y por último uno en sus labios.
—Ella nunca te hará llorar de placer, Mashiho.
—Lo sé, Jun.
Junkyu dormiría satisfecho.