Junkyu le ordenó a Yoshi no acompañarle, no cuando su jornada había acabado. No deseaba distraerse, y por mucho que lo negara, la presencia del chico le incomodaba cuando Mashiho entraba y salía de su oficina como un maniático.
Quedaban muy pocos trabajadores en el lugar, pero él contaba con un permiso especial, así que podrían quedarse hasta la hora prevista; pero antes de que se cumpliese la media noche.
Mashiho se acomodó en el mueble marrón del mediano cuarto junto a todas sus pertenencias, repasando la agenda que había organizado todo el día sin descanso. Decidió quedarse junto a su superior, pues sus piernas ya no daban para caminar de un lado a otro, sin percatarse muy bien de lo que sucedía en el puesto de trabajo frente a él.
Junkyu abandonó su cabeza sobre la mesa de madera, forrada con vidrio. Odiaba el vino, pero Jihoon le había dejado uno como regalo antes de retirarse, no vendría el día siguiente así que le deseo un prospero año nuevo. Tan mal le conocía su buen amigo, que desconocía las concecucias de ese tipo de bebidas en su organismo. Era un pésima idea, pero lo necesitaba, era una urgencia para su orgullo.
—No es momento para descansar, falta poco para irnos— Habló Mashiho, sin darle mucha importancia.
Confió en Kim, creyendo que recobraría la postura y seguiría con lo último que le quedaba, pero no se esperó que este se desplomara de su amada silla rodante y afelpada.
—Eres un estúpido, está prohibido el consumo de esas mierdas aquí.— Junkyu era pesado aún para sus trabajados brazos, más cuando era más inconsciencia que persona.
—No creo q-que todas las veces que te hice mío aquí... fuese permitido.— Mashiho estuvo a punto de soltar el debíl agarre, pero meditó las consecuencias, y por mucho que odiase las palabras que salían de sus pomposos labios, no deseaba que se lastimase.
—No soy tuyo, tampoco una maldita pertenecía.
Junkyu hipó, Mashiho se negaba a soltarle.
—No eres mío... Pero yo soy completamente tuyo, cariño.
El esfuerzo que ejercía Mashiho para no besarle era inhumano. Lo tenía ahí, en su regazo, frágil, lo adoraba a sobremanera.
—Hagamos el amor, una última vez.
Como lo venía imaginando, estaban hechos solo para momentos, para últimas veces. Aquellas palabras le lastimaron sin sentido, muy adentro, muy agudo. Quería escuchar una propuesta, una muy corta, un pequeño para siempre.
Esto era lo que significaba; Compañía, no compromiso.
Pero al terminar con la última advertencia, unos mojados labios se movían por su cuello con devoción, tanteando con su lengua; Mashiho no se opuso a ello, y le brindo todo un espacio para que siguiese.
—Umh, Junkyu...
—Mierda, te extrañaba tanto.
La baldosa se encontraba algo fría, y sus cuerpos muy al contrario calientes. Mashiho se acomodó a como dio lugar sobre las piernas de Junkyu, sus favoritas.
—Te necesito, maldición— Desabrocho la camisa de su lindo asistente con ansias. Necesitaba probarlo. Pero sus temblorosas manos fueron detenidas por las del japones, que seguidamente se colocó en pie. Junkyu pensó todo se detendría, que no había oportunidad; pero Mashiho le jaló meramente de la corbata, invitándolo a levantarse, obedeciendo al instante.
—También te extrañe.
Se besaban sin compasión, tronando y chasqueando los labios con ayuda de sus lenguas. Mashiho estaba convencido que no existía acción más deliciosa o placentera que sentir a Junkyu moviendo sus caderas contra él, con ropa o sin ella.
—Di que me necesitas.— Tomo de la cintura al menor y le cargo, dejándole sobre su amplio escritorio de trabajo, abriendo sus piernas posicionarse en medio de ellas.
—Ammgh, Te...— Las manos de Junkyu sobre su erección le impedían decir palabra,se removía buscando más, y con ayuda de sus piernas atraía todo lo posible el cuerpo del mayor contra su pelvis.
—Vamos amor, dilo.
Le fascinaban los gemidos del chico, pero quería escuchar algo más, quería tomarle sin piedad sobre esa mesa tal como solía ser, algo muy intimo, muy de ellos.
—Te necesito.
Trató de ser paciente y quitar cada botón de su costosa camisa, pero termino rompiéndola, la imagen que tenía de Mashiho era muy tentadora; Su cabello oscuro despeinado, su torso y abdomen desnudo, todo el movimiento que ejercía buscando más de lo que planeaba darle mientras mordía sus labios, intentando tragarse todas la palabras que anhelaba escuchar.
Era inaudito siquiera intentar controlarse.—Y yo necesito cogerte, bebé.
Mashiho sonrió, escuchar esas palabras era estupendo aunque solise mostrarse fastiado, era un deleite para sus oídos.
—Te doy el permiso, solo ahm...Si no te cansas de hacerlo.
Junkyu desabrocho los pantalones de su adorable hombre. Sin problemas sacó el miembro de este, que empezaba a doler entre tanta tela. Con ayuda de su mano empezó con el conocido y lento vaivén que enloquecía a Mashiho.
—Podría hacer esto toda la noche.
Aumentaba la velocidad a medida que las expresiones y los jadeos de Mashiho aumentaban, tentado por atenderle con su boca.
—Sigue, no t-te... Detengas.
Fue la señal perfecta para hacerlo, así que aprisiono la intimidad del chico con sus labios, esperando darle un buen orgasmo que pronto llegó, delizandose por su barbilla. Mashiho probó con sus dedos, y después volvieron a unirse en un largo beso.
—Lamelos, hazlo bien.
Pronto dos dedos húmedos se dirigieron a su anillo de placer, tratando de levantar lo más posible su trasero para que no tuviese dificultades. El primero entró, y no tuvo de otra que acallar su dolor en el hombro de Junkyu, que mordió superficialmente. Mientras introducía el otro se encargaba de dejar marcas rojas por toda su clavícula, impulso que no había estado ahí antes, pero amaba escuchar los gemidos en respuesta de su Jefe.
Mashiho después de sacar torpemente el miembro del hombre entre tanta tela, empezó a devolverle el favor.—Amhg...—Por fin, el vacío desaparecía—Oh~Kyu...
—Mashi~ Te amo.
Mashiho se detuvo, y abrió con lentitud sus ojos, que se encontraban entrecerrados por mero placer.
—¿Qué?
Junkyu también paró todo, pero intentó enmedarlo con un beso, fallando.
—N-no, Junkyu...
—Te amo, Mashiho te amo... Lo hago en serio.
El japonés acomodaba su ropa frente a los cristalinos ojos del mayor, que se vestía igual de desesperado, herido.
Al terminar, Mashiho guardó sus cosas en la polvorienta mochila, Junkyu no daba un solo paso, solo hasta que le vio tomar el pomo de la puerta.—No te vayas... No ahora.— Ahora que le daba la espalda se permitía llorar con libertad.
—No quiero tu lastima, no me amas... Estas confundido.
—¡Sí lo hago! y sé que tú también—Pasaba con exasperación sus dedos por las hebras de su cabello— No tienes derecho... Maldita sea, esta mierda es injusta, pero lo hago, te amo y no puedes hacer algo al respecto
—No merezco tal cosa, adiós Kim.
Quiso seguirle, prometerle el cielo y el mar, pero la puerta se cerró justo frente a su cara, y la noche volvió a ser gris.