CAPÍTULO DIECINUEVE.

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Hubo algo—

Algo no está bien en esto, pensó Hermione mientras la empujaban contra el seto y su vestido se rasgaba.

Frío.

El aire frío estaba sobre ella.

Tenía dientes en la garganta. Duele...

A ella no le gustaba...

Trató de apartarse, pero sus manos fueron empujadas bruscamente a un lado y luego sintió los dientes contra su pecho un momento antes de que la mordieran. Muy fuerte.

Estaba llorando, pensó.

Los dedos estaban entre sus piernas y la apuñalaban.

Empujándola violentamente.

Trató de cerrar las piernas pero algo se interpuso entre ellas.

Entonces ella no pudo.

Ella no pensó—

No se suponía que esto—

El seto la estaba rascando. Apuñalando su espalda.

Los dedos seguían clavándose dentro de ella y los dientes seguían mordiendo sus hombros y pechos.

Entonces ella estaba en el suelo.

Podía sentir la grava del camino bajo sus manos.

Pequeñas rocas afiladas y frías.

Algo que ella no quería...

Estaba a punto de suceder.

Ella solo—

Ella no estaba segura de qué.

¿Tenía algo que ver con Malfoy?

Un hombre estaba arrodillado entre sus piernas.

Montague.

Ella lo miró fijamente.

Sus dedos temblaban; arañando la grava.

Se inclinó hacia ella.

Su rostro estaba muy cerca del de ella.

Quizás le iba a contar un secreto.

Algo la empujaba entre sus piernas.

Sintió que debería saber qué, pero no podía recordar.

Algo que se suponía que no iba a pasar.

Un secreto.

De Malfoy.

Pero ella no quería.

Malfoy lo sabría si tuviera un secreto. Él siempre estaba en su cabeza.

Trató de decírselo al hombre, pero en cambio solo lloró.

De repente, el hombre estaba lejos y se oyó un fuerte estruendo.

Se volvió y encontró al hombre estrellado contra la pared de la mansión.

Malfoy lo pateaba con tanta violencia que se escuchó un crujido.

Hermione se sentó y miró.

Malfoy tomó al hombre por el cuello y tiró de él por la pared hasta que estuvieron cara a cara.

—¿Cómo te atreves?—Malfoy gruñó—¿Pensaste que te saldrías con la tuya, Montague?

—No parecía que te importara tenerla, Malfoy. —

Montague dijo con voz ronca— Asumí que no te importaba compartir, viendo la forma en que dejaste salir a Astoria a jugar conmigo. Se suponía que la sangre sucia era mía. Tú interviniste. Yo fui quien la atrapó. Ella era mía.

ESPOSAS. traducción.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora