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¿Creemos en el destino?, ¿realmente estamos destinados a conocer aquel o aquella que tiene grabado el título de "alma gemela" dentro de sí mismo? Kang Soojin lo hacia, al menos cuando era pequeña. Su madre solía contarle la historia del hilo rojo del destino, aquel que dice estar atado a tu dedo meñique, que te conecta con tu alma gemela, la cual no importa que, conocerás algún día. Si era sincera, había crecido obsesionada con encontrar a "esa persona", no la culpen; era sólo una niña pequeña con mucha imaginación, tiempo libre e ilusiones.
Pero como todo rayo de luz, aquella ilusión se fue apagando. Junto con ella. Conforme crecía, su padre era más y más exigente, y por consecuencia. Poco a poco cambió los cuentos de hadas, vestidos y princesas, por libros de matemáticas y literatura clásica.
Tan triste, ¿verdad?.
Kang Soojin se hizo adulta a la edad de 8 años, cuando decidió dejar atrás sus sueños y aspiraciones "infantiles", por cosas más realistas. Al principio fue difícil, veía como sus compañeros seguían jugando con plastilina, princesas y dragones, coloreando. Mientras sus compañeros apenas aprendian a sumar, ella ya sabía dividir.
Y cómo todo en esta vida tenía consecuencias, el convertirse en adulto siendo sólo un niño también las tenía. Su vacío se fue llenando de ambiciones, sueños rotos y exigencias. Quería ser mejor que todos, quería poder demostrarle a su padre que había válido la pena, que ella valía la pena. Y donde ella pensó que obtendría amor, solo obtuvo desprecio y golpes.
Y así, la primera vez que soojin lloro bajo las sábanas de su cama llegó. Lo recuerda muy bien, pues fue un día después de la escuela, cuando en su examen de geografía obtuvo un 9.8 y no un 10. Al principio estaba orgullosa, pues la última vez había sacado un 9, subió su calificación y estaba segura de que esta vez no sería víctima de los golpes de su padre, esperaba al menos un "bien hecho" por parte suya. Pero sólo obtuvo un gran golpe en la cara, la gran mano de su padre marcada en su mejilla, los ojos asustados de su madre ante la escena y su padre aún gritándole cosas desagradables mientras ella tirada en el suelo, trataba de asimilar lo ocurrido. Sus piernas actuaron solas, se levantó y salió corriendo de la sala para su habitación, azotando la puerta y poniendo el seguro. Se aventó sobre su colchón, cubriéndose con la manta todo el cuerpo. Llorando como nunca había llorado, mojando sus mejillas y ropa.
Sintiendo una opresión en su pecho.
Ese día, soojin deseo ser una niña pequeña de nuevo. Escuchar las historias de su madre antes de dormir, y esperar todos los días en su ventana a que su hilo rojo llegará y la llevara lejos. Lentamente se paro de su cama, sin saber porque lo hacía camino hacia su ventana, abrió las pequeñas puertas de esta, asomo su cabeza mirando al cielo. Y de nuevo, como la niña pequeña de 5 años, con ambas manos sobre su pecho y los ojos cerrados. Deseo con todas sus fuerzas que su hilo rojo llegará, le sonriera diciéndole que todo estaba bien, que el ya estaba ahí para rescatarla.
Algunos minutos pasaron, soojin sintiéndose patética regresó a su cama, regañandose así misma por haber echo lo anterior. Sabiendo que posiblemente eso de las almas gemelas no existiera, y fuese solo un invento de alguien que se sentía tan solo, que quiso creer su propia mentira de que alguien en el mundo lo estaba esperando, y había sido hecho solo para el.
Todo pudo acabar ahí, pero como ella era bastante terca y en el fondo aún guardaba la inocencia a la que renunció tan pequeña. Aveces, cuando se sentía mal; solía sentarse en su ventana, a pedirle a su alma gemela, que sea cual sea el lugar donde se encontrará. Se apresurara para ir por ella.
Y así fue durante un tiempo, hasta que un día simplemente dejó de hacerlo. Porque se dio cuenta que la única persona que podía sacarla de ese infierno, era ella misma.
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Soojin se encontraba contenta caminando a casa, recién había salido de una entrevista de trabajo en la que recomendó una amiga Fue como un golpecito de suerte, pues hacía tiempo había estado interesado el mundo del modelaje y la moda, ella siempre se consideró una persona que vestía atractivamente, así que el hecho de que todo eso llamara su atención cada vez más, no le sorprendió mucho. La habían aceptado, la chica que se encargo de su entrevista le había elogiado mucho sus rasgos faciales, se sintió algo avergonzada porque no era común que la gente le dijese ese tipo de cosas. Después de una charla, firmó el contrato, recibiendo la primera parte de su pago. Feliz salió del lugar rumbo a comprar algo para la cena. Se aseguraría de llevar algo rico de cenar para ella y su amiga, pues después de todo, si su amiga no la hubiese recomendado en esa agencia, ella no acabaría de dar ese pequeñito paso hacia su nuevo interés. Ya era un poco tarde, al rededor de las 8 de la noche; con ambos audífonos puestos y una canción de calum scott de fondo, divisó una figura masculina bien vestida, sentada en el suelo fuera de un edificio. Su cabeza estaba cabizbaja, noto que jugaba con sus manos; así como ella lo hacía cuando estaba nerviosa, era un hábito que estaba segura nunca se iría. La gente caminaba pasándolo de largo, pero algo en ella le pidió acercarse más. Había aprendido a ser más empatica, se acercaría al chico, le preguntaría si estaba bien, y dependiendo de la respuesta se iría o le ofrecería ayuda.
Se acercó lentamente a él, sacando los auriculares y guardandolos en su pequeño bolso, acomodo su cabello, y al pararse pocos centímetros frente a el, y al ver como este seguía sin notar su precensia, se agachó en cunclillas. Afortunadamente ese día llevaba un traje suelto, así que no estaba preocupada de que su atuendo se levantara.
-disculpa, ¿estas bien?
La débil voz salió de sus labios, nerviosa intentó agachar más su cabeza para ver el rostro del contrario, quien inesperadamente levantó la mirada. Causando que sus rostros quedarán a pocos centímetros de distancia, viéndose mutuamente, sorprendidos pero sin alejar los ojos del otro. Segundos después ambos pudieron reconocerse, aunque lucían poco diferentes de la ultima vez que se vieron. Ambos pusieron una expresión de sorpresa, la chica fue la primera en salir del transe y alejo su rostro del mayor. Se paro bruscamente, pero el chico siguió mirándola desde el suelo.