Capítulo 13.

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-¿Qué haces? -La femenina voz de Jen procedente del baño, sobresaltó a Colin.

-Prepararme el sofá para dormir esta no... -No fue capaz de terminar la frase pues al voltearse encontró a la diosa Jennifer Morrison en estado puro.

Lucía un vestido de colores veraniegos, corto, que dejaba a simple vista sus largas y perfectas piernas. Le costó varios segundos ascender su mirada desde sus piernas hasta sus ojos. Por si no era poco lo corto que era el vestido, llevaba un escote que a él, le pareció de escándalo, y podía comprobarse de una sola mirada, que no llevaba sujetador. Su pelo estaba completamente liso y suelto, y a él, le pareció aún mas sexy. Empezó a sospechar que aunque llevase un vestido horrible tapado y el pelo hecho un desastre, le seguiría pareciendo sexy. Para finalizar, llevaba un maquillaje sencillo pero, como no, sexy. ¿Cuántas veces pasó la palabra "sexy" por su cabeza? Perdió la cuenta. El eyeliner negro resaltaba sus ojos verdes y llevaba un gloss rosa que hacían (aún más) apetecibles sus labios. Maldita sea. O bien no se daba cuenta de lo que estaba causando en los pantalones del varón o sin duda, quería provocarle y torturarle aún más si aquello era posible.
La rubia no paso desapercibida aquella descarada mirada que devoró su cuerpo. Si quiera sabía si se había puesto así por la fiesta o por él.

-Oh... -No supo que decir, ya no solo por aquel deseo que vio reflejado en sus ojos, si no por el hecho de que decidió que iban a dormir separados.- Será mejor que te metas al baño. En menos de media hora tenemos que estar abajo para cenar.

-De acuerdo. Con lo que has tardado, me ha dado tiempo a sacar la ropa de la maleta y ordenarlo todo.

-¿Quieres que te espere? -Jen adoraba lo ordenado que era Colin y por primera vez, admiró lo enorme que era la habitación.

-¿Y bajar juntos? Esta usted pidiendo a gritos salir en la próxima revista señorita Morrison. -Por supuesto, se captó de sobra el tono bromista e irónico de Colin.

Pero a ella, no pareció sentarle del todo bien. O quizás es que intentando ser arisca con él, llevarían mejor el estar separados.
Sus ojos verdes se pusieron en blanco y acompañó aquel gesto con un bufido. Un gesto que lejos de enfadar a Colin, le divirtió, y acabó contagiando una leve risa a Jen, quien no tardó en salir de la habitación sin nada mas que decir.

Pasada media hora, después de haber posado para las cámaras que esperaban a los actores antes del restaurante, Jen se encontraba tomando asiento, y por supuesto, a su lado izquierdo uno vacío con un papel que decía "Colin O'Donoghue."
Un asiento vacío que no tardó en ser ocupado. Un varonil olor embriagó a Jen. Su olor masculino favorito, y él lo sabía de sobra.
Se volteó para contemplar el atuendo masculino, unos pantalones beiges y una camisa vaquera que marcaba sus tonificados músculos. Una camisa similar a la que llevaba en la noche que compartieron. Similar, no la misma, pues ella se encargó de que no pudiese volver a usarla arrancando todos y cada uno de los botones. Oh. Genial. "Muchas gracias, Colin" se dijo así misma cuando en su mente acecharon las imágenes de la noche que hicieron suya.

Durante la cena, Adam se encaprichó en hacerles una foto. El director adoraba dar material a sus fans. Posaron de una forma peculiar y graciosa; Colin agarró algo de comida y se lo tendió a Jen, quien posó con la boca abierta. En cuanto el flash les iluminó acompañado de un "Click", Jen se separó de Colin, pero las intenciones de él, eran darle la comida, lo que provocó que el trozo de verdura cayese sobre la pierna de Jen. ¿Lo habría hecho aposta? Nunca lo sabría, pero en un simple parpadeo, sus masculinas manos se encontraban pasando una servilleta por su pierna, levantando a causa del movimiento su corto vestido.

Sus miradas chocaron como hacia mucho tiempo que no lo hacían, ardiendo de pasión, y tras un par de segundos dejando que sus ojos hablasen por si solos, con un leve carraspeo, continuaron la cena. Una cena que se resumió en miradas de reojo, servilletas deslizándose con lentitud por la comisura de los labios ajenos, leves roces de sus piernas... Suenan a tonterías, pero cuando todas esas acciones las realiza la persona por la cual, ardes en deseo, la cosa cambia.

Habían pasado cuatro horas desde los pequeños acontecimientos del restaurante. Sin duda, Josh no se equivocó cuando dijo que la fiesta sería enorme. Habían perdido la cuenta de los vasos cargados de alcohol que habían empezado en sus manos para acabar vacíos en cualquiera de todas las mesas que había en el establecimiento.
Los cuerpos de Jen y Colin empezaron a verse sumidos por el alcohol, por sus venas no fluía sangre si no, ron, tequila, y todo cuanto habían mezclado.
Una sensual melodía resonó por las cuatro paredes del local. Lana sabía bailar ese tipo de música, pues los genes latinos le hacían saber de sobra moverse al ritmo de la bachata.
Colin, se colocó detrás de Jen, haciéndose con su cintura y tambaleándose con lentitud dejándose llevar por la armonía. Jen, quien por supuesto, había inquirido mas cantidad de alcohol que Colin, sin ningún tipo de contenciones, se pegó a su cuerpo y comenzó a mover su trasero contra la parte delantera de Colin como al ritmo que la música requería.
Colin la maldijo en su interior, pues sus pantalones comenzaron apretarse, y ella lo notó de sobra contra su cuerpo, lo que la provocó una sonrisa ladina, aparte de un gran ardor en cada resquicio de su cuerpo. Un ardor que aumentó cuando Colin, para no quedarse atrás en aquel juego, suspiró repentinas veces contra la oreja de la rubia, provocándola un escalofrío y un deseo imposible de frenar.

La fiesta acabó, no supieron cuanto tiempo estuvieron sus cuerpos pegados, bailando en las invisibles alas de la Melodía. Volando como Ícaro a ras del sol, a sabiendas, que en algún momento, sus alas, o mejor dicho, sus cuerpos, iban a quemarse.

Colin en ningún momento soltó la cintura de Jen, pues si en algún momento lo hubiese hecho, esta, seguramente hubiese caído al suelo, o mas bien, el alcohol la hubiese hecho caer.

Cuando por fin se hallaban en el ascensor de vuelta a sus habitaciones, el ascensor estaba abarrotado de gente, sin exagerar, mínimo habría quince personas. Jen quedó acorralada en la pared de cara a Colin, y cuando dos camareros se adentraron en el ascensor, Colin sin remedio alguno tuvo que pegarse más a ella, hasta el punto que Jen sintió su media erección contra el interior de sus muslos.
Colin estaba sudando, sin duda alguna, estaba pasándolo algo mal por aquel embarazoso momento, y sin embargo, Jen se reía de la expresión del irlandés, a la par que se mordía el labio inferior sin perder el contacto visual con sus dos luceros azules cielo.

Maldito trayecto. Colin no veía la hora de escuchar la voz femenina del robot diciendo "Sexta planta".

El pasillo de la sexta planta estaba completamente vacío... Un pasillo fantasma... Y Colin aprovechó aquello para flexionar sus rodillas y extender sus brazos, dejándose caer Jen en ellos.
Hasta llegar a la habitación, la rubia murmuraba palabras sin sentido, palabras aleatorias, cosas que solo ella entendía y cosas con las que solo ella se reía. En mas de una ocasión, le contagió la risa a Colin, puede que no entendiese sus tambaleantes palabras pero, ¿acaso había algo mas bonito en la Tierra que escuchar y contemplar la risa de la persona que amas? Qué importa el motivo de una risa cuando el significado es "felicidad."

Tuvo que dejarla en el suelo para abrir la puerta, y como buen caballero le cedió el paso primero. Y ahí estaba... Jennifer Morrison con su terriblemente sensual contoneo de caderas. ¿Cómo podría mantener aquel movimiento de caderas aún bajo los efectos del alcohol?

-Acabó la noche. -Comentó Colin soltando un suspiro de puro cansancio... O quizás de alivio. Incluso... Quizás de deseo por contemplar esas caderas marcándose a cada paso.

-Empezó la noche. -Corrigió Jen, tajante y con una sonrisa socarrona. Un gesto, que Colin respondió con su habitual arqueamiento de cejas y su habitual lengua recorriendo su labio inferior.

No saben desde que momento de la noche aquello se había convertido en el juego de las provocaciones, aunque aquello daba igual, el caso es que aquello era un claro juego, y los dos estaban dispuestos incluso a sobrepasar los límites con tal de ser los ganadores, de aquello que ellos mismos habían empezado, o mejor dicho, que el deseo que habitaba en cada resquicio de sus cuerpos, había ocasionado.

Más allá de las cámaras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora