Capítulo 2.

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Los días fueron transcurriendo, y las escenas juntos no tardaron en llegar. Lo que ninguno de los dos sabía era lo que les esperaba a sus personajes.

Congeniaron desde el principio, la rubia estaba realmente asombrada de como conectó con él, incluso estaba mucho más cómoda que con actores que llevaban ya un año en la serie. Y bueno, no se podía negar así misma lo que aquel hombre le atraía, pero ¿acaso eso estaba prohibido? En ese entonces, ella no sabía que sí. Por mucho que conectaron y por muy rápido que surgió la amistad entre ambos, al fin y al cabo acaban de conocerse hace apenas unas semanas pero eso no impidió a Jen fantasear con aquellos ojos azules o con aquellos apacibles labios cada vez que cerraba los ojos. Y por si no era poco, el papel del hombre era un tipo extremadamente sensual y picarón. Cosa que solo consiguió aumentar las fantasías de la rubia.

Agradecía cada vez que los directores gritaban “Corte” en las escenas de ambos, cada vez que gritaban esa palabra, aprovechaba para voltearse y coger aire para normalizar su (en ocasiones) agitada respiración. Como también, maldecía que en su personaje abundase la frialdad y no sucumbiese a los encantos del encantador pirata.

Uno de tantos días de rodaje, ambos terminaros antes que el resto de personajes, dado lo bien que se llevaban decidieron ir tomar algo a una cafetería de Maine y así de paso, conocerse fuera de lo profesional.

Pasaron cosa de una hora entre risas, compartiendo gustos, aficiones, hasta se les enfrió el café de tanto reír y hablar. Hasta que la conversación llego a un extremo que la rubia aseguró que en ese momento hubiese deseado vivir en la ignorancia. Una pregunta que no fue realizada por ella, ya que no quería parecer descarada pero que de la nada, surgió.

-Mi mujer y yo estamos buscando un hijo. –Si quiera sabía en qué momento habían llegado a esa conversación pero por una razón que ella no pudo ser capaz de explicar, una especie de puñal atravesó su pecho, siendo derramado encima de ella un helado cubo de agua.

-¿Mujer? –Evidentemente, trató de poner la mejor de sus sonrisas, aunque seguramente por el tiempo que tardó en formular la pregunta al estar evadida en sus pensamientos, podía haber levantado sospechas, aunque… ¿sospechas de qué?

-Así es. –Asintió el ojiazul antes de dar un leve trago a su café.- Se llama Helen, llevamos juntos desde que somos muy jóvenes y bueno, ahora por fin y desde hace un par de años, casados.

-Estoy segura de que pronto llega el bebe que ambos buscáis. –Comentó de nuevo tratando de mostrarse impasible al hecho de que tuviese mujer, y sin ser consciente de lo que se removía en su interior y sin ser capaz de controlar sus acciones se puso de pie.- He… Quedado para cenar con unas amigas si me disculpas…

-Por favor, claro. Disfruta de la noche.

-«Más la disfrutaría si fuese contigo» ¡Por dios Jen- se dijo a sí misma tras pasar ese pensamiento por su cabeza- Adiós Colin. –Y esta vez, sí que sonrió como era debido y con total sinceridad, contemplando sus ojos azules por última vez antes de irse del establecimiento.

-Adiós Jen. –Devolvió una amplia sonrisa que, sin duda, podría volver loca a cualquier mujer en su sano juicio.- Adiós… –Volvió a murmurar a sabiendas de que la rubia ya no era capaz de oírle, perdiendo sus ojos en aquel dulce contoneo de caderas que ella dedicaba al andar.

Al cabo de un par de horas, Jen se encontraba boca arriba en su confortable cama. Allí donde estaba segura que iba a pasar toda la noche. No había rastro de aquella cena que tan solo había sido una invención para abandonar el lugar pero… ¿por qué? Lo estaba pasando realmente bien con su nuevo compañero de trabajo hasta que fue mencionada su esposa. Estaba casado, ¿y qué? El hecho de volver a recordar el tema de su esposa causó otro revuelco en su interior. ¿Amor? Oh, ¡por los dioses! Solo eran dos desconocidos que iban a trabajar juntos a partir de ahora. Dos desconocidos con una conexión especial en la mirada, sí, pero al fin y al cabo, dos desconocidos. ¿Atracción? ¿Lujuria? Esos pensamientos agradaron más a la rubia. Justificó la guerra que estaba siendo producida en su interior como una lástima, eso es. Una lástima porque el hecho de que estuviese casado no era más ni nada menos que una forma de no poder hacer sus fantasías realidad.

Jen no creía en el amor desde que se había llevado tantas decepciones, y la última hace poco con uno de los actores de la serie, con el cual se casó para al poco tiempo divorciarse, ni mucho menos en eso que llamaban “amor a primera vista” al menos no hasta que había contemplado aquellos ojos azules por primera vez… ¡Basta! No podía seguir pensando en él, o bueno si podía, pero el hecho de fantasear con ese cuerpo que marcaba la ropa de cuero solo iba a ocasionarla una tortura ya que nunca podría ser suyo. Estaba casado, se lo repitió mil veces en la cabeza hasta que aquella frase dejó de doler, o mejor dicho, hasta que se quedó dormida. 

A kilómetros de la cama blanca de la rubia, estaba él, en la cama, con su mujer acurrucada y descansando sobre su pecho, ya sumida en un profundo sueño, al contrario que él, que pese a haberse creído la excusa de tener una cena con unas amigas, no dejaba de repetir en su cabeza la imagen de la risa de la rubia apagándose de golpe en sus labios, sin explicación alguna. ¿Habría hecho algo mal? Estaba claro que él no se hacía una idea de que había ocurrido, y si algo en su interior se hacía idea de aquello, nunca fue dicho ni para el mismo. Darle vueltas a una pregunta que por mucho que pensase, no iba a tener respuesta, era una forma de perder el tiempo, así que decidió descansar para el rodaje de mañana y entrar en un profundo sueño.

 Puede que una enorme distancia les separase aquella noche, pero tuvieron algo en común; que los dos antes de ser llevados por Morfeo, fueron el último pensamiento del otro. 

Más allá de las cámaras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora