Capítulo 3.

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Asombroso. El final de la segunda temporada no podía tener otro adjetivo y la verdad es que los guionistas no decepcionaban en absoluto con tan solo dos temporadas que llevaba la serie.
Si os preguntáis por la amistad entre Colin y Jen, fue en aumento y cada día más, al igual que las fantasías de la rubia que mas de una vez tenía que recordarse que estaba casado para no sucumbir a esos finos labios rodeados por esa sensual barba que pedían a gritos ser devorados cada vez que pronunciaba palabra alguna con su peculiar acento irlandés. Fantasías que aumentaban a medida que ese nuevo fandom creado llamado "Captain Swan" creaban montajes de ambos personajes besándose. Montajes que sacaban la sonrisa a la rubia y que deseaba que fuesen realidad. Adoraba que las interacciones de su Twitter estuviesen llenas de montajes de Emma y Hook de una manera mucho más romántica que en la serie, y aunque no sabia que iba a ocurrir en la tercera, no se podía negar que adoraba que hubiese gente que quería ver ambos personajes juntos, o como el fandom lo llamaba, los "shippeasen" pero la rubia todo lo seguía justificando de la misma manera: Atracción. Y bueno, así misma se reconocía que ella también era algo "Captain Swan" y que la gustaría que ambos personajes tuviesen algo más, lo que ella no sabía (o sabía pero no admitía) es que aquello solo era una excusa para besar los labios del irlandés.
El hecho de haber finalizado el rodaje de la temporada dio lugar a que Colin volvió a Irlanda, con su familia. Y Jen, como buena amiga, le acompañó incluso hasta el aeropuerto, donde se despidieron de manera fría para no dar para pensar mal a todos los fans que estaban al rededor. Sabían de sobra como era aquello de ser famosos y si se hubiesen dado uno de esos abrazos que con tanta frecuencia se daban incluso para despedirse al acabar de rodar, hubiesen dado a la gente para hablar de una supuesta relación. Si, incluso estando casado, al fin y al cabo, así era su mundo. Y aquello, era lo último que querían.
Jen no se movió lo mas mínimo del aeropuerto hasta que Colin desapareció por completo, quería aprovechar y disfrutar de su masculina y perfecta figura perdiéndose entre la gente, antes de no volver a verle durante las vacaciones que les habían dado hasta empezar la tercera temporada. Grabando en su retina la imagen de aquel hombre.
Y puede que ella no se diese cuenta, o no se quisiese dar, pero no fue la única que estuvo mirándole fijamente. Colin no perdió el contacto visual con aquellos ojos verdes que habían saltado chispas al chocar con el azul de los suyos, mientras subía por las escaleras mecánicas y cuando perdió a la rubia de vista, decidió mandarle un e-mail desde su tablet mientras esperaba al avión:

Para: Jennifer Morrison
De: Colin O'Donoghue
Te mando virtualmente ese abrazo que quería darte y tan habitual en nosotros y que no hemos podido darnos por los fans.
Cuídate, Jen. Extrañaré robar de tu delicioso café mañanero un trago.
¡Nos vemos pronto! Disfruta del descanso.

Y la respuesta no tardó en llegar ya que la rubia se encontraba en la misma situación, esperando su avión directo a Los Ángeles, que aunque quedaban un par de horas, se había empeñado en acompañarle y despedirle:

Para: Colin O'Donoghue
De: Jennifer Morrison
Lo sé. No te preocupes. Otro abrazo de esos que tanto te gustan porque según tu, soy adorable, para ti.
Mis cafés agradecerán que no sean robados por cierto irlandés... Y mi pelo también agradecerá que tu garfio no se enganche en el.
Cuídate mucho por Irlanda y besos a tu familia. ¡Hasta el comienzo de la tercera!

Y ese fue el último e-mail de aquél día pero no de todas las vacaciones. En cuanto tenían un rato libre, se escribían y sin duda, recibir un e-mail de él, era su momento favorito del día.
El estar tan distanciados y no verle todos los días, dio lugar en los pensamientos de la rubia que sería una buena forma de dejar de pensar en él. Y seguro que cuando pensó así, no se hacía una pequeña idea de lo que estaba diciendo. Sentía un vacío enorme en su interior al no escuchar la risa grave del irlandés, tomaba los cafés esperando que aquellas masculinas manos apareciesen de la nada para arrebatarle el vaso de la mano, esperaba ansiosa y miraba su correo cada dos por tres a ver si tenía un nuevo e-mail. Pero nada. Ella seguía concienciada de que aquello era por la terrible atracción que sentía por él.
Hasta que un día, comenzó realmente a preocuparse cuando una noche, salió con sus amigas a una discoteca. Sin duda, la mejor discoteca de Los Ángeles y para suerte de Jen, un rubio no la quitó los ojos de encima durante toda la noche. Era alto, de piel blanca y unos ojos azules que resaltaban en el lugar. Pero, ¿dónde estaban aquellos ojos azules que tanto adoraba? ¿Qué importaba que los ojos azules del rubio iluminasen el lugar si no iluminaban a la rubia como lo hacían los del irlandés? Y... ¿Dónde estaba la atractiva barba? Pese a que estaba claro que ese hombre no llegaba a la suela de los zapatos a Colin, era guapo. Y quizás el rubio fuese lo que conseguiría sacar a Colin de los pensamientos de Jen.
Jen no era una mujer de llevarse a cualquier desconocido a la cama, ni mucho menos. Pero era de carne y hueso y llevaba ya tiempo sin una noche acompañada del calor de un hombre. ¿No estaría mal, no? Era adulta y llevaba alguna copa de más así que sin pensárselo (o eso dijo ella) subió al descapotable rojo del rubio hasta llegar a su apartamento. El apartamento del chico era realmente acogedor aunque no le dio tiempo a contemplarlo mucho porque cuando quiso darse cuenta estaba contra la pared y los labios del joven devorando los suyos. Cualquier mujer hubiese afirmado que las manos del rubio hacían maravilla pero... Nada. La rubia respondía a los besos por inercia y su parte inferior no se humedecía lo mas mínimo. El hombre pronto se dio cuenta de que aquello no iba a funcionar y de que por algún motivo no lograba excitarla.
Avergonzada salió del apartamento, pidiendo a gritos un taxi que la llevase a casa.
Y cuando por fin llegó a casa, se lanzó sobre su cama, dando vueltas a que narices le pasaba. La imagen del irlandés no tardó en llegar a su mente. Y puede que aunque no lo admitiese, lo comprendió todo. No se podía sacar a Colin O'Donoghue, al gran capitán Garfio de sus pensamientos.
No, no. Se negaba a llamar a eso "amor" no lo llamaría amor. Y no solo porque pareciese una locura, si no porque si aquello era amor el destino de la rubia era sufrir. Pero por desgracia, en esta vida no elegimos de quien nos enamoramos.

Más allá de las cámaras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora