Capítulo 26.

1.7K 114 53
                                    

–Amor...

Un susurro brotó de los labios de Colin mientras se acercaba a ella a paso lento, tratando de negarse así mismo lo que era evidentemente qué había pasado.

–¿Amor? ¿Quién eres? ¿Qué quieres?

El estado de nervios de la rubia, detuvo su paso a la par que dos enfermeras le pidieron que por favor abandonase la sala, mientras que veía como otra de ellas, inyectaba un líquido en la piel de Jen, lo que seguramente fuese un calmante.

–Señor O'Donoghue... –El doctor que había dejado atrás hace un par de minutos se encontraba de nuevo junto a él.– De esto tratábamos de avisarle.

–¿De qué? ¿De qué mi novia ha perdido la memoria y no tiene idea de quién soy? –Una patada procedente del moreno fue directa a un carro lleno de bandejas con la cena de los pacientes, bandejas que cayeron al suelo.

–Es amnesia, el golpe ha llegado a su cerebro. Sabemos que es duro, pero la parte positiva, es que es temporal. –El doctor colocó una de sus manos en el brazo del irlandés, tratando de calmarle.– No sabemos el tiempo exacto... Puede ser una semana, un mes, o incluso tres. No podemos conocer con certeza cuando recuperará la memoria.

–¿Qué me recomienda? –Colin dejó caer su cuerpo al suelo, apoyando la espalda en la pared, sin preocuparse en no ocultar el estado de desesperación y lo derrumbado que estaba.–

–Paciencia y no presionarla. Los pacientes con amnesia están más irascibles que de costumbre, les satura todo. Póngase en su lugar, no es capaz de recordar...

–¿Puedo decirle quién soy?

El doctor dudó por un momento, con una mano colocada sobre su barbilla, pensando detenidamente sobre su respuesta.

–Poco a poco, haciéndole recordar las cosas. Quizá contarle momentos o enseñarle fotos, sin saturarla, ni el más mínimo agobio.

Tras asentir, un doctor de mediana edad se acercó a donde estaban ambos para informarles de que Jennifer podía irse a casa, le habían hecho las pruebas necesarias y lo único que quedaban era los rasguños superficiales más la amnesia, pero por experiencia, los médicos sabían que el mejor lugar para esa enfermedad, era el propio hogar del paciente.

Colin le cedió espacio, dejando que los médicos le informasen a Jen de lo ocurrido, podía oír desde fuera sus quejidos y sus dudas, podía sin verla hasta incluso contemplar su rostro atónito y confuso.
No sabía muy bien que iba a pasar ahora, si iban a distanciarse, si quizá ella no quería vivir con él, y todas sus preguntas fueron respondidas cuando el doctor salió de nuevo.

–Quiere retomar la vida que llevaba, por lo tanto, quiere vivir con usted. –Colin dejó escapar un suspiro de alivio, al menos, él podría pasar las veinticuatro horas con ella, aunque se tuviese que contener y ni tocarla, ni besarla, con mirarla y contemplar a su amor, le bastaba.– Tenga paciencia, por favor.

Jennifer salió de la habitación y Colin pudo sentir como se le rompía el alma, su perfecto rostro dañado por las heridas, sus ojos verdes queriendo encontrar el camino del cual no recordaba nada y su mirada pérdida, con un ápice de timidez al quedar frente a él, como si quisiese evitar el contacto con su mirada. Y para ser sinceros, a Colin se le antojó adorable aquel halo de timidez que la envolvía.

Fue a extender su brazo para hacerse con su cintura pero reaccionó a tiempo, extendiendo el brazo para que caminase por delante de él.

La salida del hospital y el camino hasta el coche (Uno que le había dejado el seguro pues del suyo no quedaba más que el volante) fue eterno. El silencio se apoderó de ellos, las únicas palabras que compartieron fueron un "¿cómo te encuentras?" A lo que Jennifer respondió con un "Aturdida, pero bien"

Una vez estaban en el coche, Colin comenzó a conducir en dirección a la casa que ahora ambos compartían y en la carretera, la rubia dejó escapar todas las preguntas que tenía.

–¿S-Somos pareja, cierto?

–Aja... –Colin no apartó la vista de la carretera, asintió con la cabeza, intuyendo la oleada de preguntas que se avecinaba.

–¿Desde cuándo? ¿Y vivimos juntos?

–Tres años. Y si, vivimos juntos en Vancouver. Pero estábamos a punto de mudarnos a Los Ángeles. Acordamos que yo me iba a mudar allí contigo excepto Navidades, el día de San Patricio y verano, que lo pasaríamos en Irlanda.

–Entiendo... –Jen parecía estar acumulando toda la información y quedarse con lo que decía.– ¿Podemos empezar de cero? Es decir... Como cuando nos conocimos.

–Entonces tendremos que llegar a casa. –Colin le dedicó una sonrisa de lado, con un toque de picardía, y Jen pudo sentir como ardía su cuerpo con tan solo aquella sonrisa y es que, pese a no recordarle, podía jurar que era el hombre más atractivo que había visto nunca. Y lo mejor, era suyo.

Se limitó a no hacer más preguntas, intrigada el porque tanto afán por llegar a casa.
Una vez que llegaron, la rubia echó una vista rápida al hogar, pero cuando iba a pasar al salón la mano masculina le condujo hasta la cocina, colocándola frente a la encimera.

–Pulsa el botón de la cafetera. –Jen frunció el ceño ante las palabras del moreno, pues el aparato estaba desenchufado.

–Pero...

–Púlsalo.

Si quiera le dejó terminar sus palabras y haciéndole caso, pulsó el botón de la cafetera, algo confusa. De pronto, sintió un brazo masculino por encima de su hombro, agarrando el cable del electrodoméstico y enchufándolo.

–Está desenchufada. –Antes de que Jen preguntase de nuevo, le tendió la mano con una amplia sonrisa.– Colin O'Donoghue, tú nuevo compañero de trabajo. Un placer.

–Jennifer Morrison. –Extendió su mano hasta estrecharla con la del varón, sin poder evitar soltar una risa, pues comenzó a comprender que debió ser así como se habían conocido.

La cocina fue adueñada por el sonido de la risa de ambos hasta que sus miradas chocaron, el azul intenso contra el verde. Por supuesto, una mirada estaba cargada de sentimientos, la otra, simplemente de una conexión que nunca había sentido por nadie. Y les bastó de nuevo con una mirada, para saber que habían nacido para contemplar los ojos ajenos.

Puede que en la vida real, no hubiese mundos paralelos, ni portales que te llevasen a los mundos de los cuentos de hadas, pero tenían algo en común con los personajes de la serie que les unió, y es que en cualquier circunstancia, incluso perdiendo los recuerdos, nunca dejarían de sentir esa conexión ante el choque de sus ojos.

Más allá de las cámaras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora