20 - La biologia es sexy -

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Pinché con el tenedor la última pieza de brocoli que quedaba en mi plato.

Imaginaba que la pieza de brocoli era la cara de Pablo, y todo lo que quería hacer era pincharla hasta que se desmoronara. 

El no me había dirigido palabra alguna después de lo sucedido. Bueno si me habló, me pidió que le prestara una pluma, ya que había arrojado la suya por la ventana cuando se aburrió. Tenía demasiadas cosas en la escuela y exámenes por los cuales preocuparme para andar pensando en Pablo y en si él pensaba en mi tanto como yo pensaba en él.

Había pensado que las cosas por fin irían a mi favor y en unos minutos, todo se había arruinado.  Pero si podía estar segura de algo, que Pablo no se sentía ni un poco culpable por la situación. Mi intención no era estrezarlo o presionarlo con eso de las reglas, de hecho, las escribí pensando en que el no querría una relación 100% comprometida. Pero supongo que sólo empeoró todo. 

Continué perforando el pequeño vegetal verde con mi tenedor, el cual empezaba a desmoronarse. 

-¿Marizzita, qué es lo que te hizo ese brocoli? -preguntó mi mamá con sus cejas fruncidas.  Suspiré.

-Rompió mi corazón. 

Mi papá dejó escapar un fuerte suspiro antes de arrojar su tenedor a la mesa, ocasionando un profundo ruido. -¿Ves, Sonia? Te dije que nunca debió empezar a salir. -le protestó mi padre a mi madre. -Todo esto es gracias a que socializó.  Mientras mis padres seguían discutiendo sobre "como" debería interactuar con la gente, el timbre sonó. Enterré nuevamente el tenedor en el centro del brocoli antes de levantarme y dirigirme a la puerta. No te nía idea de quien tocaría la puerta a las 7 de la tarde, pero sin duda ese era el escape perfecto de todo el caos que giraba alrededor de la mesa.  Casi nunca cenábamos en familia, y siempre que lo hacíamos, la cena terminaba en algún desastre. Había habido de todo en esas cenas, desde mi madre golpeando la pared, mi padre aventando vino a la camisa de mi madre, y mi hermano chiquito Nacho saltando sobre la mesa con la cara llena  de torta mientras gritaba que era el monstruo de las tortas. Ah, la vida apesta. 

-¿Tomas? -cuestioné mientras miraba confundida al alto chico frente a mi. -¿Qué estás haciendo acá?  Los dientes de Tomas chocaron contra su aro de metal, luciendo tan malditamente atractivo. Estaba tan agradecida de que las cosas con el no terminaran incomodas, de hecho, el me mantuvo cuerda en la escuela con sus sonrisas entre clases. 

-Llamé a los chicos y bueno, todos habían salido. -explicó mientras metía las manos en sus bolsillos, protegiéndose del frío exterior. -Así que pensé en que podríamos salir. 

Observé a Tomas nerviosamente, un poco pensativa por su oferta. Aunque claro, no era difícil escoger entre salir con Tomas o quedarme en casa escuchando las raras discusiones de mis padres. Y el salir por un rato era exactamente lo que necesitaba para distraerme del millón de preguntas que tenía. Aparte, el y yo habíamos salido antes, una pequeña aventura más no dañaba a nadie.  Le sonreí al morocho mientras asentía lentamente.

-Si, sólo iré por mi abrigo.  - Tomas asintió nerviosamente mientras yo me daba la vuelta para tomar mi abrigo del perchero.

-Y yo sólo te esperaré aquí y te observaré.... agarrar tu... abrigo.

{...}

Tomas se estacionó en un pequeño restaurante a fueras de la ciudad, ninguno había hablado en el trayecto. El único sonido era la canción Canyon Moon se Harry Styles de fondo mientras Tomas cantaba levemente junto con la cancion . Eso era algo lindo y cómodo, Tomi poseía una hermosa y calmante voz. 

-Esto no es raro. ¿No? -habló finalmente Tomi una vez que apagó el carro.  Solté una risita, el había quitado las palabras de mi boca.

-No lo creo. 

Sex Education { pablizza }Donde viven las historias. Descúbrelo ahora