27 - Pasandola bien -

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Mi cabeza punzaba, y ni siquiera quería que abrir los ojos para saber donde me encontraba.

Moví mis manos lentamente, tratando de descubrir algo que me diera una pista de dónde me encontraba.

Cuidadosamente, abrí los ojos, parpadeando un par de veces antes de que mi vista se aclarara.

Bueno, esto no se ve tan mal. Me encontraba recostada en mi habitación, usando el mismo vestido que había usado ayer.

Unos pequeños destellos naranjas del amanecer se colaban entre las cortinas. Entrecerré los ojos ante la luz, aún sin entender como había llegado aquí.

Recuerdo el entrar a la casa de Tomas y besarlo debido a lo enojada que estaba con Pablo.

Bueno, sigo enojada con el. O eso me gusta creer.

Es muy temprano y me encuentro demasiado mareada como para pensar en lo que pasó anoche.

Levanté lentamente mi cabeza, sólo para devolverla a su antiguo lugar debido al intenso dolor.

No sé por que mierda tomé tanto anoche, eso no resolvió nada. La verdad es que sólo recordaba beber demasiado alcohol, llegar a la casa de Tomas y luego de eso todo estaba en blanco.

Finalmente abrí por completo los ojos y miré alrededor de mi habitación

¡Pablo!

Visualicé a un Pablo dormido en una silla al otro extremo de mi habitación... Mi Pablo.

Él lucía tan pacífico dormido, que me era casi imposible seguir enojada con él. Yo, simplemente no quería que Pablo se fuera tan lejos. Sé que tal vez es algo apresurado, pero es mi primer amor, el chico por el cual haría cualquier cosa.

El levantó lentamente su cabeza y abrió los ojos. No me moví ni un centímetro, mantuve mi vista pegada a él. -Buenos días, Mar. -susurró, con algo de sarcasmo en su voz.

-¿Cómo llegaste acá ? -dije en un susurro, no quería despertar a mi madre.

-vos me dijiste que guardabas un repuesto de llaves en tu arbusto. -dijo, no parecía estar muy contento de verme. ¿Por qué estaba aquí? ¡Casi lo engaño ayer!

-Mierda Marizza. ¿En qué estabas pensando?

Hablé con voz temblorosa, asustada de perderle. -Estaba enojada, y supongo que...

Pablo se recargó en su silla.

Oh, oh. Él frotó frenéticamente las manos contra su rostro.

-¿Enojada? Mar, Tomás me llamó a las tres de la mañana diciéndome que te encontrabas acostada en su tina de baño mientras le decías a su perra que Guido nunca la amaría. ¿Quién demonios hace eso?

Ok, esto es vergonzoso. Tragué pesadamente y me senté, ignorando mi horrible dolor de cabeza. Observé a Pablo, quien obviamente esperaba una explicación de mi parte.

-Me dijiste que me dejarías.

El chasqueó con la lengua. -¿Así que decidiste ir a la casa de Tomas?

Resoplé, apuesto a que lucía como una niña. -Estaba enojada y confundida.

-¿Que pasó mientras estabas ahí? -preguntó, y yo permanecí unos segundos en silencio.

¡Sólo mentile! No, no quiero mentirle, me sentiría horriblemente culpable por el resto de mi vida.

-¿Mar? Parpadeé y alejé mi vista de él mientras unas lágrimas escapaban de mis ojos.

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